Arriba, Pamela Anderson con traje de BOSS; camisa de VICTORIA/TOMAS; y zapatos de CHRISTIAN LOUBOUTIN.
Pocas figuras generan tanta nostalgia de los noventa como PAMELA ANDERSON. Lejos de vivir en el recuerdo, la actriz se ha reinventado con un papel muy distinto al de la socorrista que le dio la fama. Comprometida con decenas de causas, se ha transformado en una singular activista que quiere protegernos de las injusticias. En esta sesión demuestra su sentido del humor y encarna a un personaje caricaturesco para reflejar un sistema político que a ratos le parece un reality show distópico.
de comenzar diciendo que este shooting que he protagonizado para Vogue España me ha parecido muy cinematográfico. Respeto muchísimo al equipo [la estilista Alba Melendo, la maquilladora Min Kim, el peluquero Franco Argento y la fotógrafa Carljn Jacobs]. Queríamos capturar un tiempo en el que la política parece absurda. Un reality show distópico, sin ningún tipo de conexión con la realidad auténtica. Me convertí en un personaje caricaturesco que, quizá, es sintomático de la época en que vivimos. Sé que a la gente puede no interesarle mis inclinaciones políticas, pero tengo una voz, y la intención de usarla cada día para marcar la diferencia. Bien sea en fotografías provocativas o capturas que te hagan sentir o pensar. A menudo prefiero escaparme a una fantasía. Y me encanta trabajar así. Esta sesión sacó mucho de mí. Porque entre la percepción y la realidad, se esconde la verdad. Es molesto, incluso para mí. Así que estaba incómoda. Lo cual es bueno. ¿Quién quiere estar cómodo siempre?», aseguraba Pamela Anderson (Ladysmith, Canadá, 1967) al término de la sesión de fotos que acompaña esta entrevista.
La melena oxigenada de esta modelo, actriz y activista, se convirtió en icono global de la sensualidad para toda una generación, la de los noventa, que la vio correr por la arena enfundada en un escueto bañador rojo y una lata de rescate naranja abrazado al pecho. Era la siempre dulce socorrista C.J. Parker en Los vigilantes de la playa. Veinte años después, ha reencauzado su popularidad hacia las causas sociales. El cambio climático, la protección animal y los derechos de las mujeres son algunos de los temas por los que alza (sin miedo) la voz. Pamela Anderson es mucho más que el sex symbol que nos vendió el celuloide.
Comenzaste tu carrera como modelo para Playboy, y eres la persona que más portadas ha protagonizado a lo largo de la historia de la revista. ¿Qué significó para ti ese apoyo al principio de tu carrera, y cómo ha evolucionado a lo largo de los años? Sí, lo de Playboy fue divertido. Muchísimas portadas. Pero no creo que a la gente le importe, no es un logro. Es un estilo de vida sexy y desenfrenado. Un modo de encontrarse realmente a una misma bajo todo ello, bajo las reglas y los tabús de la sociedad. De poner mis propios límites de una manera respetuosa. Me liberó. Playboy fue mi universidad. No tengo defensas y no debería tener que defenderme a mí misma, mi carrera o mi punto de vista sobre la política. Animo a todo el mundo a encontrar su camino.
¿Qué te animó a tratar de convertirte en actriz después de eso?
Fue algo natural. ¿El destino? Tenía intención de volver a Canadá, aunque me sentía segura en la mansión Playboy (Los Ángeles no es una ciudad fácil). No tenía la cultura que ansiaba, parecía todo falso y la gente miente mucho. Soñaba con mudarme a Europa cuando el trabajo se ralentizase, pero nunca ocurrió. No importa donde esté viviendo, siempre estoy ocupada. Cuando mis hijos ya estaban criados [Brandon y Dylan, nacidos en 1996 y 1997 fruto de su relación con el músico Tommy Lee], fue lo que hice. Vivir en Francia durante dos años y medio fue un sueño. Lo hice. Aprendí francés. Me enamoré. Fui a museos. Apoyé a los candidatos de DIEM25 [Movimiento Democracia en Europa 2025, impulsado por Yanis Varoufakis para promover la democratización de las instituciones europeas desde la izquierda]. Siempre he apoyado iniciativas verdes, y la economía verde es la única salida posible de esta avariciosa pesadilla capitalista. Llegaremos ahí algún día. No más guerras. Es lo que más destruye nuestro planeta.