Los beneficios del cara a cara.
Somos seres sociales por naturaleza y está demostrado científicamente que vivir en comunidad tiene beneficios físicos y psicológicos. Y no, según los expertos, el contacto digital no reporta los mismos beneficios que el cara a cara.
Sobremesas eternas, cafés con amigos que se convierten en una terapia improvisada cuando algo va mal, abrazos, risas, miradas cómplices... Ahora, más que nunca, somos conscientes de lo necesario que es el bienestar social. Tenemos necesidad humana de conexión y la vida en comunidad también forma parte de ese camino hacia la felicidad. Puede que podamos sobrevivir solos, pero cuando hablamos de felicidad entran en juego nuestras relaciones con los demás. «Tendríamos que separar las dos ideas a las que la felicidad suele estar relacionada. La primera se corresponde con la propia del momento ‘estoy feliz’ y se relaciona con la sensación de divertirnos. Nuestro entorno ayudará especialmente cuando, a través de las neuronas espejo, nos contagie parte de esta felicidad. La segunda es conocida como la felicidad de la memoria ‘soy feliz’ y está relacionada con la sensación de tener una vida plena. En ese caso, sentirse parte de un grupo nos permite sentirnos realizados y con sensación de felicidad», afirma el psicólogo Xavier Savin. En otras palabras: «Se puede ‘sobrevivir’ en soledad, pero no se puede ‘vivir’ en aislamiento», reflexiona Ximena Duque Valencia, autora del libro IRB, transforma el miedo en amor. Somos seres sociales por naturaleza, formamos parte de un todo y las relaciones con los demás nos ayudan a mejorar nuestra calidad de vida en numerosos aspectos. «Formar parte de una comunidad, generar vínculos tanto afectivos como de afinidad, estimula la creatividad y permite llevar una vida armónica y apasionante», mantiene Duque Valencia.
De hecho, las bondades de la vida en comunidad van más allá del plano psicológico. Así lo demostró el estudio Social Relationships and Mortality Risk: A Meta-analytic Review al que hace referencia la psicóloga Marta Calderero, profesora de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya): «Al mantener nuestras conexiones sociales estamos también invirtiendo en nuestra salud. Los estudios muestran que las conexiones emocionales cercanas mejoran la función inmune y la regulación de las hormonas del estrés», añade.
En la era de las redes sociales y del contacto online –fuertemente potenciado por el contexto actual y por una generación joven que ha crecido con ello–, es necesario valorar si esas relaciones virtuales nos reportan los mismos beneficios que el contacto físico. «Aunque pueden complementar y ser de gran ayuda cuando no tenemos alternativa (como ha sido el caso para muchas personas durante el confinamiento), no pueden sustituir al contacto cercano ni, por supuesto, el físico, ya que gran parte de la comunicación no verbal se pierde. Las neuronas espejo no actuarán con la misma intensidad cuando hay tecnología de por medio», afirma Savin. Está demostrado que estas interacciones no generan el mismo bienestar. «No somos capaces de liberar los mismos niveles de dopamina y oxitocina que en un encuentro físico, con un abrazo o el contacto con la piel de otra persona», recuerda Ximena Duque. Pero ayudan y hacen que valoremos aún más el contacto tradicional y la vida en comunidad. «Las investigaciones realizadas hasta el momento indican que lo más importante es el tiempo que pasamos conectados con los demás y la calidad de estas relaciones. Incluso, hay datos que muestran que tener más interacciones digitales hace que después disfrutemos y valoremos más el contacto cara a cara», afirma Calderero. Pero recuerda: «Sigamos viéndonos en persona para que nuestros sentimientos de soledad no aumenten y seamos más felices»