EL MITO DE MARION
La actriz Marion Cotillard se estrena como embajadora de Chanel Nº5.
La oscarizada actriz MARION COTILLARD volverá pronto a las carteleras con un musical de LEOS CARAX, Anette; pero antes, se estrena en el papel de embajadora del Nº5, el icónico perfume de CHANEL. La intérprete reflexiona sobre este mito olfativo íntimamente ligado al cine y a las actrices, sobre los papeles de su vida, la maternidad y su compromiso con la ecología y el medioambiente.
Mirada azul claro, palabras francas, piel luminosa y desnuda de artificios, vaqueros negros y un suéter básico, como esos extragrandes que llevan los adolescentes. Curiosamente, la simplicidad con la que se presenta Marion Cotillard resulta un poco intimidante. La actriz francesa, estrella internacional del celuloide y ganadora del Oscar por su encarnación de Edith Piaf en La vida en rosa (Olivier Dahan, 2008) comenzó este año embarcándose en una misión en la Antártida para Greenpeace. Además, ha terminado el rodaje de Annette (pendiente de estreno), el esperado musical de Leos Carax, y se ha presentado como la nueva embajadora del mítico perfume N°5 de Chanel, que tampoco es un rol menor. Diversas facetas y muy diferentes para una intérprete que nunca ha dejado de sorprender al mundo con su versatilidad. Marion Cotillard jamás está donde se la espera, pero donde está, sobresale. Arnaud Desplechin, los hermanos Dardenne, Xavier Dolan, James Gray, Jacques Audiard, Guillaume Canet, Christopher Nolan Nicole Garcia e, incluso, Julie Lopez-Curval... hay algo de vertiginoso en esta filmografía que compone una obra total y que, sin embargo, no descubre por completo a la actriz que la ha creado. Musa de Chanel, ¿su papel más inesperado? Nos reunimos con ella una tarde de febrero, antes de que la crisis del coronavirus paralizase el planeta, en su sala de estar y a la vez despacho, en medio de patinetes y tablas de skate.
¿Qué representa para usted Chanel Nº5? El Nº5 es a la vez un mito y una obra de arte que atraviesa las distintas épocas por su extrema singularidad. Es su modernidad lo que lo ha convertido en un gran clásico. Tiene una gran historia, de casi un siglo, cuando en 1921 Mademoiselle Chanel pidió al perfumista Ernest Beaux que le crease un alter ego olfativo. Quería una fragancia abstracta y única, nunca antes imaginada. A lo largo del tiempo la han encarnado personalidades excepcionales, y estoy muy feliz de tener la oportunidad de compartir un momento de su historia.
¿Cómo conoció Chanel? Yo he usado Coco. Ese fue mi primer encuentro con Chanel. Y mi primera historia con la marca fue una película, Las cosas bellas, de Gilles Paquet-Brenner, en 2001, para la que Chanel prestó joyas a mi personaje. Me invitaron a sus desfiles, que causaron una gran impresión a la novata en moda que era entonces, y me sentí fascinada por el aura de Chanel y la magia que la rodea. La maison también me acompañó en toda la aventura estadounidense de La vida en rosa.
El cine y la creación de historias es su vida. ¿Nos podría hablar de Anette, el musical de Leos Carax? Rodar con un cineasta tan particular, singular y creativo da la sensación de formar parte de una obra de arte. Ha sido una aventura única. En esta película he hecho cosas que nunca había hecho y que seguramente nunca volveré a hacer. Él tiene una visión del mundo y una forma de hacer cine muy propia. Y un humor excepcional. Nada le parece un detalle menor. Magnifica hasta el más mínimo instante, hace trascendentes los momentos triviales, que a veces podrían rozar lo ridículo, para convertirlos en sublimes. Con él, nos sentimos impulsados siempre por una intensidad y una exigencia que nos llevan a superarnos. Trabajar con un cineasta así no tiene precio.
¿Qué ha hecho tan especial este rodaje? Anette es una película totalmente cantada. Interpreto a una cantante de ópera, y la singularidad de este musical es que Leos quería que se cantaran todas las canciones en directo en el set. De este modo, no hubo un playback con canciones pregrabadas antes de filmar, como suele pasar en este tipo de
proyectos. De repente, nos encontramos cantando en todo tipo de situaciones, incluidas posiciones físicas que no facilitan para nada el canto. Para Leos, el directo no era una apuesta, sino simplemente una necesidad. Tuve dos meses de preparación antes de filmar, es poco... Esa fue otra peculiaridad de esta aventura. Todas las piezas musicales no son líricas, pero las que lo son requieren un trabajo colosal. Pasamos por momentos de locura y de gracia. Pocas veces he experimentado tanta complejidad e intensidad.
Al grabar en vivo, ¿le daba la impresión de que Carax estaba buscando la verdad del instante presente?. No diría que Leos buscara una verdad, pero seguramente sí algo auténtico en un universo que a veces está lejos de cualquier forma de realismo. Comparte sus sentimientos sobre lo que lo rodea.
¿Es posible que si hubiese tenido cinco años para prepararse se habría divertido menos? Si un gran cineasta como él me dijera que tengo cinco años para preparar un papel de cantante, me dedicaría totalmente a ello. Leos me ofreció este papel hace dos años, pero estaba embarazada y no quería volver a trabajar justo después del parto como lo había hecho antes, porque habría sido una fuente de fatiga y, en cierta forma, frustración. Porque, aunque mi bebé podía estar permanentemente a mi lado, trabajar me hubiese impedido pasar cada segundo con él.
¿Es particularmente complicado conciliar los rodajes y la maternidad? En cualquiera que sea la profesión, es complejo ser madre trabajadora. Tengo la suerte de tener un trabajo con muchos privilegios, incluyendo poder llevar a mis hijos a todas partes. Una mujer que vuelve a trabajar después de su baja maternal se ve obligada a estar mucho menos con su hijo que yo, que además me puedo permitir el lujo de tener ayuda. A veces es difícil conciliar todo en una sociedad que ha evolucionado hacia la ruptura de las ‘tribus’ y en la que muchos han tenido que elegir vivir lejos de la familia y no poder contar con esa solidaridad y ayuda mutua entre generaciones.
Es curioso que el papel con el que consiguió el Oscar y la fama global también sea el de una cantante... ¡Sí, es verdad! Pero en La vida en rosa no canto. ¡No es mi voz, es la suya [la de Piaf]! La dificultad residía en otra parte. Era necesario lograr un playback perfecto para que el espectador no sintiese que había falta de veracidad en la película. Es un trabajo ‘ultrameticuloso’, minucioso y repetitivo, no muy estimulante, pero bastante gratificante al final, cuando se acerca a la perfección técnica.
¿Qué representaba para usted Leos Carax antes de conocerlo? Era una actriz muy joven cuando se estrenó Los amantes del Pont-Neuf y me sentí abrumada por la pasión y la fogosidad. Me pareció también conmovedor presenciar esa relación tan intensa entre una actriz que admiro, Juliette Binoche, y un cineasta. La idea de tener algún día la posibilidad de vivir una aventura donde pasión y exigencia se combinan para dar a luz una obra me parece algo muy inspirador. Tenía ganas de dedicarme por completo a una película y, en ese filme de 1991 esta devoción entre los actores y el cineasta es muy vibrante. El resultado es de una absoluta belleza.
¿Le sorprende su propia trayectoria? ¿Qué soñaba cuando era una joven actriz? Quería participar en grandes obras, en grandes películas. Por supuesto, la necesidad de reconocimiento habita en cada actor. Pero observar nuestra relación con esta necesidad te invita a hacer un recorrido muy interesante y enriquecedor.
¿Le gustan los retos? Me los veté durante mucho tiempo, como una forma de ego mal entendido quizás... Pero sí, me gustan. Y me atraen las películas que me enfrentan a lo desconocido. El hecho de no estar segura de estar a la altura creo que es un motor. Cada proyecto da una sensación de primera vez; cada vez, una nueva historia, nuevos personajes, nuevas relaciones, un nuevo mundo y la exploración de lo desconocido.
¿Qué es lo que ha resultado más difícil de interpretar? Cuanto más se parece el personaje a mí, más difícil me resulta comprenderlo. Me costó mucho sentirme cómoda con el personaje de Pequeñas mentiras sin importancia (Guillaume Canet, 2011), porque se me asemejaba en algunos aspectos en un momento de mi vida. Asimismo, seis años después, en Cosas de la edad Guillaume [Canet] se divirtió filmándome mientras yo me preparaba para el rodaje de Solo el fin del mundo, la película de Xavier Dolan, en la que hablaba con acento canadiense. Pues me resultó más complicado estar al frente de la cámara de Guillaume, a pesar de no tener que poner acento.
Su compromiso con la ecología forma parte de su vida, desde sus comienzos. El pasado mes de enero participó en una misión de Greenpeace en la Antártida... Me uní a la última parte de esta misión ‘de polo a polo’ que comenzó hace un año en el Polo Norte. El objetivo es investigar el estado de la situación en zonas de alta mar, que son un bien público global y objeto de codicia, e incluso saqueo, ya que son áreas que escapan a cualquier legislación al no estar bajo la autoridad de un estado. Mi rol en esta expedición ha sido observar y testificar sobre lo que he visto, lo que he sentido y lo que he aprendido de los científicos que acompañan la misión; ser una especie de transmisor. Los científicos recomiendan preservar el 30% de alta mar para 2030. La idea no es prohibir la perforación, la extracción de minerales o la pesca, sino regularla y conservar como santuarios estas áreas remotas. La naturaleza necesita tiempo para regenerarse, y creo que tenemos el deber de darle ese tiempo. Es, simplemente, una necesidad.
¿Qué tipo de hábitos ha ido cambiando en su vida cotidiana? Llevo años evolucionando y tomando conciencia del impacto que mis acciones tienen en el medioambiente; aprendo todos los días. Las grandes personas que han compartido su transición a una forma de vida más respetuosa con la gente y lo que nos rodea me resultan muy inspiradoras. Hay innumerables acciones relacionadas con el medioambiente y todas están vinculadas. Hoy en día, no es fácil tener una huella de carbono intachable o un nivel de residuos insignificante, pero todo el mundo puede hacer algo. Ahora bien, hay ciertas medidas que deben adoptarse a nivel político y es importante presionar a los estados para que respeten los acuerdos que han firmado y obligarlos a encontrar soluciones para detener el calentamiento global. Es fundamental que se oiga la voz, cada vez más alta, de la gente, porque existe una conciencia profunda y masiva de la situación.
¿Qué opina del camino recorrido por las mujeres tras dos años de #MeeToo y el estallido del asunto Weinstein? Se ha recorrido un largo camino, pero no ha acabado. Es una verdadera revolución. La subordinación de la mujer simplemente no tiene sentido. Y la evolución de algunas prácticas debería haberse realizado de forma radical y desde hace mucho tiempo. Es lamentable que todavía estemos luchando por la igualdad salarial, por ejemplo. Ciertos comportamientos hacia la mitad de los seres humanos de este planeta son un insulto a nuestra inteligencia. Esto también está evolucionando y las conciencias están despertando. Las mujeres hablan de ello cada vez más. Ser capaz de reconocerte en las historias de otras personas libera a muchas. También genera mucha esperanza y fuerza.
¿Va mucho al cine? Veo muchas películas. El cine francés es en este momento de una gran riqueza. Este año he visto producciones maravillosas como Los miserables, de Ladj Ly, y Retrato de una mujer en llamas de Céline Sciamma, una película magistral