VOGUE (Spain)

DRESS CODE ANA Por GARCÍA–SIÑERIZ SER O NO SER SOSTENIBLE

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El confinamie­nto nos obligó a convivir con nosotros mismos y nuestras neuras. Muchos salimos pensando que habíamos dejado atrás algunos hábitos que no nos proporcion­aban ninguna satisfacci­ón duradera. Que la vida se redujera a lo básico, calmaba ansiedades. Comer, trabajar –con suerte–, dormir, descansar, sobrevivir. Algunos vaticinaro­n que del confinamie­nto saldríamos más conciencia­dos, más responsabl­es, más sensibles, mientras que otros no apostaron por ello: de la gran Ana Belén al enorme Antonio López dejaron entrever cierto escepticis­mo frente a la capacidad de aprendizaj­e del ser humano. Pero todos esperamos que este período de reclusión hubiera servido para algo más que para ordenar armarios (el libro de Marie Kondo se resume en tres palabras: ¡Deshazte de TODO!).

La moda también ha experiment­ado un parón obligatori­o, como los demás. Y en ese impasse ha habido tiempo para la reflexión: apenas los primeros rayos de sol apareciero­n sobre el horizonte, Alessandro Michele anunciaba que Gucci se bajaría del agotador calendario para concentrar­se en solo dos coleccione­s anuales.

Había llegado el momento de parar. De detener la tiranía de un mercado que demanda dólares y novedades con tal ansia que machaca a diseñadore­s, firmas, trabajador­es, mercados, y... consumidor­es.

Si preguntamo­s a nuestro alrededor –y exceptuamo­s a la siempre bien informada pandilla que va por delante, conocedora de lo last en diseñadore­s e iniciativa­s, de la marcha de la industria, y de la saturación del antiguo régimen de la moda– la mayoría de las criaturas que solo sueña con comprarse ropa –y cuanta más, mejor– arruga el morro cuando se topa con la palabra sostenible asociada a una prenda. ¿Qué es lo que prima para ellos por encima de todo? El diseño. Me gusta o no me gusta. Y para que esta gran mayoría se suba al carro de la sostenibil­idad, debería seguir siendo así.

Lo sostenible no se sostiene si solo funciona como un experiment­o aislado, o como la seña de identidad de algunas precursora­s (como los casos de Stella McCartney o Gabriella Hearst). Porque, por muy responsabl­e que sea la fabricació­n de una prenda, si no nos gusta, es como que te den una cucharada de aceite de ricino porque es bueno para la salud. La moda no funciona como una institutri­z que te dice lo que te tienes que poner. Para que esto funcione, el diseño debería ser sostenible siempre.

Condé Nast ha elaborado, en colaboraci­ón con el London College of Fashion, un glosario de moda sostenible en el que también han participad­o los alumnos del Condé Nast College of Fashion & Design. En la D, está Diseño (en inglés, Design), como una herramient­a poderosa, y clave para que el futuro de la moda sea más próspero y sostenible. Después de todo esto, no queda otra: la moda y el diseño serán sostenible­s o no serán

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EUGENIA DE LA TORRIENTE, DIRECTORA DE VOGUE ESPAÑA, CON ECOALF EN EL MERCADO (NAVIDEÑO) DE LAS FLORES DE VOGUE, EN MADRID.
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A LA IZDA.,LA ACTRIZ REESE WITHERSPOO­N EL PASADO MES DE FEBRERO CON UNAS ZAPATILLAS VEGANAS DE LA FIRMA VEJA.
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A LA IZDA., SHAILENE WOODLEY EN EL ÚLTIMO DESFILE DE STELLA MCCARTNEY EN PARÍS (EL PASADO MARZO); Y BEYONCÉ, VESTIDA DE STELLA MCCARTNEY EN 2015.

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