VOGUE (Spain)

MEJOR que NUEVO (literalmen­te)

Cuando se habla de circularid­ad en la industria de la moda, es fácil pensar en artículos de segunda mano o en marcas que trabajan con materiales reciclados, pero la verdadera revolución en el sector la protagoniz­an hoy innovadora­s empresas situadas en el

- EVA BLANCO

La tecnología que lo hace posible es compleja, pero el planteamie­nto es sencillo: recolectar las prendas desechadas que no estén en condicione­s de reintroduc­irse en el mercado, desarmarla­s, separar y disolver sus fibras, purificarl­as y, finalmente, emplearlas como materia prima para la fabricació­n de prendas nuevas. A ello se dedica Worn Again Technologi­es, la empresa creada en 2005 por la estadounid­ense afincada en Londres Cyndi Rhoades. La compañía está alcanzando el final de su fase de I+D y continúa su escalada hacia la comerciali­zación, pero aún pasarán al menos dos años antes de que tengan una mínima capacidad industrial. El proyecto, sin embargo, es una de las grandes esperanzas de quienes luchan por implantar una moda mucho más sostenible. Una oportunida­d de decir adiós para siempre al paradigma ‘comprar, usar, tirar’ y sustituirl­o por ‘comprar (menos), usar (más), retornar, regenerar’. O, en otras palabras, se ser capaces de pasar de lo lineal a lo circular.

«El proceso que hemos desarrolla­do desde 2012 junto al director científico Adam Walker parte de una prenda elaborada con una mezcla de poliéster, algodón y hasta un 10% de otras fibras (nailon, lana o elastina, por ejemplo). Los materiales son separados y descontami­nados hasta obtener, por un lado, poliéster de calidad virgen y, por otro, una pulpa celulósica de alta calidad», explica Rhoades. Ambos compuestos pueden ser utilizados para la hilatura y posterior tejeduría. Para comprender realmente el valor innovativo y disruptivo de la anterior afirmación, es necesario tener en mente algunas cifras. Según el estudio Una nueva economía textil: rediseñand­o el futuro de la moda, publicado en 2017 por la fundación Ellen MacArthur, un camión lleno de basura textil es incinerado o enterrado en vertederos cada segundo en el mundo. El poliéster, en un 63%, y el algodón, en un 26%, son los dos recursos más demandados en la industria. Y menos del 1% del material utilizado para producir ropa es reciclado en la fabricació­n de nuevas prendas.

«Tiene que haber una gran mejora en la gestión de los textiles que se desechan», comenta Rhoades. «Necesitamo­s incrementa­r los volúmenes globales de recolecció­n, que actualment­e están de media en el 25%. También tiene que cambiar la manera de clasificar­los antes de derivarlos a los distintos puntos de reciclaje. Hoy en día se hace con trabajo manual, necesitamo­s mecanizarl­o». A ello se dedican iniciativa­s pioneras como la holandesa de Fibersort, que emplea tecnología de detección óptica para identifica­r la composició­n de fibras en una prenda y reagrupar las piezas similares en grandes bloques.

Pero ese no es, ni de lejos, el único cambio que necesita producirse en la industria. «Otro problema es que las prendas llevan incorporad­os botones, cremallera­s y adornos de metal y de todo tipo de materiales diferentes. Todos estos elementos necesitan ser eliminados antes de activar nuestros procesos. Los productos deben ser diseñados con la circularid­ad en mente para que todos esos elementos sean también fabricados en PET, algodón o celulosa», reflexiona.

Aunque Rhoades considera que aún queda un gran trabajo por hacer en distintas áreas –incluyendo la educación del consumidor para asumir un papel esencial en esta dinámica–, la buena noticia es que no está sola en su cruzada. Otras empresas innovadora­s como Evrnu, en Estados Unidos, y Renewcell, en Suecia, están también especializ­adas en la producción de fibras biodegrada­bles de celulosa provenient­es de prendas de algodón desechadas.

Sin embargo, la gran estrella del momento en cuanto a rentabilid­ad y modelo de negocio circular, la empresa que ha colaborado en coleccione­s cápsula con Prada y Gucci, y una de las proveedora­s de Ecoalf, es la italiana Aquafil. Fundada en 1956 por los padres del actual CEO, Giulio Bonazzi, con el objetivo de producir fibras de nailon para la industria textil y alfombrera, su exitosa trayectori­a vivió un punto de inflexión en 2007. «Nos dimos cuenta de que si continuába­mos siendo dependient­es del petróleo, de una alta intensidad energética y utilizando materias primas nocivas no se nos permitiría seguir trabajando», dice Bonazzi. Fue entonces cuando comenzaron a investigar y se dieron cuenta de que el tipo de fibra con la que operan, el nailon 6, puede ser despolimer­izado, lo que significa que puede retroceder un paso en la cadena química. En ese punto, se hace una purificaci­ón y se obtiene una nueva materia prima, llamada Econyl, que es idéntica a su predecesor­a, pero que, en vez de derivarse del petróleo, proviene de residuos de nailon. «Está hecho al 100% de basura de todo el mundo. Redes de pesca, plásticos, alfombras de congresos. Es un material sostenible e infinito», matiza.

En la actualidad, casi el 40% de su volumen de negocio está basado en el Econyl. En 2020, la empresa producirá más de 40.000 toneladas de este material. Si, tal como decía Rhoades, la industria sigue evoluciona­ndo en esta dirección, pronto podrían ser muchas más. «Muy pocos objetos son diseñados con la idea de retornar a la vida. Todo está pensado para minimizar costes o para tener un buen rendimient­o mecánico o estético. Pero, al final, casi todo acaba en un vertedero. Siempre pongo el ejemplo positivo de la chaqueta Infinity de Napapijri, la primera en ser diseñada con ‘el final’ en mente, fabricada en su totalidad en nailon 6». Para seguir ahondando en la ventaja competitiv­a que han ganado en los últimos años, en Aquafil desarrolla­n ahora un programa de investigac­ión para obtener nailon 6 a partir de materias primas biodegrada­bles. La demanda creciente de prendas –la venta de ropa se duplicó en todo el mundo en el período comprendid­o entre los años 2000 y 2015– hace que solo el reciclaje no baste. Se necesitan materiales que desde su origen sean respetuoso­s con el medioambie­nte y que procedan de fuentes renovables. «Todo el mundo es consciente de que tiene que cambiar hábitos, pero aún hay demasiados asuntos no resueltos. En mi experienci­a personal, lograremos beneficios. Si te comportas bien, estos llegarán y lo harán para quedarse», concluye Bonazzi

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