Juan de Simón y Lluís Pitarch
«La vida no puede ser más irónica ni darte más lecciones a tiempo», recuerda Juan, abogado de 28 años que cumplía 13 cuando el Congreso de los Diputados aprobó la Ley del matrimonio homosexual. «En mi entorno no se compartía la aprobación de esta ley. Es más, mi yo inconsciente y sin ideas propias acompañó a algunos familiares a la manifestación que organizó el Foro Español de la Familia en defensa del matrimonio conservador. Hoy querría poder mirar a los ojos a aquel niño y explicarle que empezaba para él un largo camino», relata, para saltar hasta mayo de 2016, cuando conoció a Lluís (politólogo de 32), hoy responsable de políticas públicas de Uber en España. Ambos coinciden en que la asignatura pendiente es la aceptación de aquello que se escapa de los estándares. «Gente a la que parece enfadarles la existencia de la diferencia, la homosexualidad e incluso la pluma. Y lo más triste es que algunos lo defiendan como una guerra de ideologías, cuando se trata de la defensa de derechos humanos que nadie tiene por qué reconocernos, porque son inherentes a todos. Es en concienciar sobre esa realidad donde creemos que aún queda mucho camino por recorrer».
El arroz que aquella tarde teñía la calle Mayor de Madrid tenía un simbolismo aún más especial que el del resto de ceremonias que suele acoger el salón real de la Casa de la Panadería. Al otro lado del muro, el enlace civil entre el concejal socialista Pedro Zerolo y su pareja Jesús Santos, suponía uno de los primeros matrimonios en celebrarse desde que España fuera, a ojos del mundo y de sus propios habitantes, un país algo más libre para todos los que la habitan. La celebración era, a la vez, el culmen de una relación sentimental y el de un proyecto de ley que llevaba años fraguándose en las faldas del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: tres meses antes, el 1 de julio de 2005, el Congreso de los Diputados aprobaba con mayoría absoluta la modificación del Código Civil que permitía contraer matrimonio a parejas del mismo sexo y les otorgaba los mismos derechos que tenían las uniones heterosexuales, incluida la adopción. Un triunfo que, según recuerda el entonces presidente, terminó de culminar en la boda del hoy fallecido diputado. «Pedro fue la figura más visible y conocida del movimiento LGTB, poniendo su vida al servicio de los demás. Era valiente, apasionado, didáctico, alegre. Hoy recordamos 15 años del matrimonio igualitario, pero también cinco de la marcha de Pedro, que nos dejó a todos un poco huérfanos», recuerda Zapatero.
En 2005, España se convirtió en el tercer país del mundo –tras Bélgica y los Países Bajos– en reconocer abiertamente la unión homosexual en los mismos términos que la heterosexual. «Recuerdo aquel día con mucha emoción. Intervine en la sesión final del congreso, y había una gran alegría entre el público invitado al hemiciclo. Por supuesto que había muchos países que ofrecían alternativas al matrimonio pero, para mí, no existía tal alternativa: todos los ciudadanos tenían el derecho de ser iguales ante la ley. La igualdad era eso», razona Zapatero sobre la decisión que tomó España.
Por aquel entonces, una joven madrileña, a punto de cumplir la mayoría de edad, observaba la votación emocionada frente al televisor. «Tengo una imagen clavada de ese día», recuerda la actual ministra de Igualdad, Irene Montero. «Es una foto en la que aparecen la actual directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno, con Boti García Rodrigo, hoy Directora General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI de la Dirección general LGTB, con Pedro Zerolo. Creo que hay algo de justicia en el hecho de que ellas ocupen esos lugares ahora en la primera línea de la representación política, porque es a ellos a quienes tanto debemos». Otro adolescente de 13 años, Eduardo Fernández Rubiño, recuerda con certeza el impacto que aquel punto de inflexión tuvo en él. «Fue un motivo de liberación personal, fue oxígeno para mis propias dudas sobre mi orientación sexual y un acontecimiento importante: aquellas imágenes corroboraban, negro sobre blanco, que querer a alguien de tu mismo sexo era una posibilidad y que no había nada de malo en ello». En 2015, Rubiño se convirtió en el diputado más joven de la Asamblea de Madrid y su discurso recoge el testigo de aquellos que pelearon por sus derechos. «Tenemos una deuda con esos años y con intentar salir de esta crisis que estamos viviendo, protegiendo esos derechos y no retrocediendo en ellos», replica Montero.
«Aquel julio de 2005 parece lejano y cercano a la vez», recuerda la activista Boti García Rodrigo. «Conservo intacta la emoción de esa fecha y veo cómo ha cambiado la sociedad española. Los datos hablan por sí solos: si en 1975 un 83% de la población decía ‘hay que hacer desaparecer la homosexualidad’, en el año de la aprobación de la ley, era un 64% el porcentaje de la ciudadanía que la aprobaba. Ahora ronda el 90%, lo cual da una idea de la pedagogía que hacen las leyes». Ella fue una de las primeras personas en contraer matrimonio gracias a aquel recién estrenado derecho –lo hizo con Beatriz Gimeno– junto a mujeres como Mili Hernández, propietaria del primer negocio abierto en Chueca para el público homosexual, la emblemática librería Berkana. «Recuerdo que el día que se aprobó la ley, entré en directo con mi pareja, Mar Griñó, en el programa Hoy por hoy, de Iñaki Gabilondo. Cuando supimos que la votación había sido exitosa, me sentí muy patriótica y dije: «Hoy me siento, por primera vez, orgullosa de ser española. Viendo la situación actual, no lo volvería a decir», sentencia.
Gracias a discursos descarnados como el suyo –que defiende desde 1979–, la orientación sexual es, para generaciones venideras, un asunto cada vez menos polémico y tabú. «Ellos, que incansablemente batallaron siendo vanguardia en procurar una sociedad mejor para todos, sentaron los cimientos para todos los demás», razona el dúo sentimental y creativo formado por Juanjo Oliva y Jeff Bargues. «Nosotros decidimos casarnos al poco tiempo de que la ley se promulgara pero tardamos seis años más en organizarnos para celebrarlo. El colectivo LGTB ha obtenido algo clave: la seguridad. No hay que dejar de luchar, porque esta siempre se puede ver amenazada», rematan Oliva y Bargues. Los secunda el también diseñador Moisés Nieto, casado con el arquitecto Valerio Canals. «Ahora lo vemos como algo natural, pero detrás ha habido mucha batalla y demasiado sufrimiento, así que nunca se puede dar nada por conquistado. Algunos comportamientos actuales, desgraciadamente, nos lo están recordando». Los datos acompañan, irrefutablemente, su palabra: según el informe Homofobia de Estado, publicado el año pasado por la ILGA (Asociación Internacional de Gais, Lesbianas, Bisexuales e Intersexuales), el peligro de morir por el simple hecho de ser homosexual –y/o manifestarlo– está lejos de extinguirse. Aunque Costa Rica se convertía el pasado mayo en la primera región de Centroamérica en legalizar el matrimonio igualitario, seis países siguen castigando las prácticas homosexuales con la pena capital: Arabia Saudí, Irán, Yemen, Sudán, Nigeria y parte de Somalia. En otros 26, la condena por actos asociados a la homosexualidad oscila entre los diez años de cárcel y la cadena perpetua, y en 31 estados de todo el mundo la pena puede alcanzar los ocho años. España ha encabezado la disputa por la igualdad, pero muchísimas naciones siguen peleando por conquistar (algunas, huelga decir, a la contra) derechos fundamentales del colectivo LGTB. «La democracia es siempre la lucha por los derechos, por la defensa», reflexiona Rodríguez Zapatero. «Aunque la gran mayoría de las fuerzas políticas y sociales de nuestro país respaldan hoy –no todas lo hicieron cuando se aprobó la ley– el matrimonio entre personas del mismo sexo y lo que él representa, todavía tenemos que lamentar en el tiempo presente manifestaciones y actitudes hostiles hacia las personas LGTBI, quizá porque ellos sean o encarnen la expresión social más nítida de la tolerancia. Porque ellos, en esencia, representan la tolerancia».
Aquel primero de julio de 2005 colocó a España a la vanguardia en materia de derechos civiles, añadiendo un triunfo a una lucha trufada de victorias como la primera manifestación gay en nuestro país en las ramblas de Barcelona (el 26 de junio de 1977), la despenalización de la homosexualidad (1979), la retirada de esta de la lista de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud (1990) o las múltiples voces de estrellas e iconos culturales que, haciendo pública su orientación sexual, exhortaron a millones de jóvenes a hacer lo propio. «De todos estos acontecimientos ha pasado mucho y muy poco tiempo», recuerda Boti García trazando una metáfora tan lúcida como la que Zerolo expresó en una de sus últimas apariciones en público antes de su fallecimiento a causa de un cáncer de páncreas, en junio de 2015. «Hemos sufrido una injusta y cruel represión que nos condenó a las cárceles, a los psiquiátricos, a la burla, al ostracismo de los armarios... solo por ser como somos. No olvidemos nunca de donde vinimos»