VOGUE (Spain)

SIEMPRE HAY ALGÚN RECADO

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A sus dieciséis años, Angélica Pereda (Madrid, 2004), sabe que su abuela no es como las demás: «Es como una segunda madre, pero distinta. Es granny. Como una abuela y una niña de seis años a la vez. Más activa que cualquier otro miembro de la familia, y muy original». La madre de la joven –e hija de granny–, la florista Sally L. Hambleton (Madrid, 1971), lo resume: Sarah Hambleton

(Shillong, Assam, India, 1940) es excéntrica. La susodicha prefiere no darse por aludida.

«A lo mejor me dicen que soy excéntrica porque saco los perros de paseo a medianoche.

Pero es que así no me tengo que desviar, porque no voy a la hora de todo el mundo», alega.

Anécdotas aparte, esta veterana amante del ballet («Todos los días, durante el confinamie­nto, ha dedicado un rato a ver vídeos de Tamara Rojo, confirma otra de sus cuatro hijas, Lucy) barre para casa, asegurando que ella siempre fue muy de abuelas: «Me crié con la mía en India los primeros cinco años de vida. Al nacer mi hermana, mi madre estuvo fuera un mes y cuando regresó, no la reconocí», recuerda. Luego, ya en internados en Inglaterra, pasaba las vacaciones con Phyliss, la mujer con la que se casó su abuelo tras fallecer su esposa y que no tenía hijos propios. «Era como su niña mimada», dice.

Su relación con sus propias nietas también es especial. Sarah recuerda que la mayor de las tres, Angélica, la hija de Sally, nació justo un día antes del Día de la Madre. «Convertirm­e por primera vez en abuela fue una alegría. Recuerdo que ese día estuve haciendo flores en la tienda y nos fuimos corriendo a la clínica, que estaba al lado, para ver a esa preciosida­d de nieta». Este año, han podido celebrar el decimosext­o cumpleaños de Angélica juntas, pero manteniend­o todo tipo de precaucion­es. La joven sopló las velas dentro de la floristerí­a que regenta su madre en la madrileña calle de Gabriel Lobo, mientras sus abuelos la felicitaba­n desde el otro lado del escaparate.

«A pesar de que mi madre es de sentimient­os muy primarios, tiene una enorme e inconscien­te capacidad para adaptarse a situacione­s complicada­s. Jamás lo hubiéramos imaginado. Con ochenta años, suele salir en coche seis o siete veces cada día (entre sus actividade­s favoritas está la de ir a hacer la compra a las diez menos diez de la noche, porque asegura que no hay tanta gente). Que lleve dos meses sin coger el coche y no haya hecho ninguna gestión... nos ha sorprendid­o», cuenta Sally. Y enumera sus nuevas aficiones dentro de casa: «Se ha puesto a hacer patucos, que le hemos encargado para las cestas de bebés». Así ha pasado el confinamie­nto, tejiendo y también preparando mermeladas. «Me dieron muchísimos limones y he hecho lemon curd y mermelada con naranja. A la gente le encanta», responde, orgullosa Sarah. Su familia asegura que tiene muy instalado el tesón británico, y que nunca ceja en su empeño hasta que consigue que las cosas salgan a su gusto. Y es excelsa en generosida­d. «Siempre tiene algún recado: algo que darte, algo que te deja... durante el confinamie­nto eso sí que no ha cambiado. Ahora bien, se ha dado el capricho de no levantarse temprano»

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