VOGUE (Spain)

La actriz Marta Fernández Muro firma su primera novela, ‘La cabeza a pájaros’.

Durante 50 años, MARTA FERNÁNDEZ MURO ha demostrado ser una de las mejores actrices de nuestro país. Con su novela ‘La cabeza a pájaros’ demuestra lo propio con la literatura. BRAYS EFE habla con ella de su obra y de sus recuerdos cinematogr­áficos.

- BRAYS EFE

Marta Fernández Muro (Madrid, 1950) empezó en el cine a finales de los años 70 con Ricardo Franco y Fernando Colomo y participó en Volver a empezar de José Luis Garci, el primer Oscar español a mejor película extranjera, en 1983. La hemos visto sobre las tablas, poniendo su inolvidabl­e voz al servicio de Mihura, y también en el programa Cajón desastre. De Álex de la Iglesia a madre de Ignatius Farray en El fin de la comedia, pasando por Mario Camus y Juan Piquer Simón. Tras sus dos primeros libros de relatos, Niñas malas (2009) y Azogadas (2011), presenta su primera novela: La cabeza a pájaros, una historia inspirada en su saga familiar, que imagina Madrid como un Macondo cañí y que gira alrededor de la Perfumería Inglesa, el mítico establecim­iento que se encuentra en el número

3 de la Carrera de San Jerónimo.

¿Cómo empezaste a escribir? Cuando era pequeña escribía cartas a mis amigas imaginaria­s contándole­s la vida que a mí me gustaba. Como era un poco cursi ponía: «Querida amiga Gisela: aquí estoy en Biarritz bañándome todos los días», inventaba una vida fabulosa. Con 18 escribía poemas, pero sin estructura ni rima, cosas muy sentidas. Luego empecé a ser actriz, que es algo que lleva mucho tiempo, y alguna vez se me ocurría alguna historia pero lo iba dejando. Siempre he tenido la necesidad de contar algo, desde aquellas cartas.

Habías publicado ya dos libros de relatos, pero esta es tu primera novela. Lo de la novela me lo he pensado mucho. Esta historia la tengo en mi cabeza desde hace muchos años pero no me atrevía a hincarle el diente, porque no tenía ni idea de cómo estructura­rla. Un día decidí lanzarme y dije: ‘Si sale mal, ya veremos’. Y, efectivame­nte, el primer intento salió raro. Entonces volví a empezar y ya le perdí el miedo.

La historia es un ejercicio de memoria, pero también de ficción, ¿dónde está el límite? Todos los hechos son reales y las personas también, excepto una. Tenía algunos datos: sabía que mi bisabuelo era pobre, de Mansilla de la Sierra, y cuando llegó a Madrid empezó a trabajar barriendo tiendas. Al cabo del tiempo, se hizo dueño de la Perfumería Inglesa. Pero yo sabía que mi memoria no daba para tanto, esos datos los he rellenado de ficción. Quería contar la historia de una persona que vive atada a su pasado y decide escribirlo para quitárselo de encima, y cuando lo hace se da cuenta de que esa mochila es muy importante y quitársela le da nostalgia.

Después de la novela, ¿qué consideras que tienes pendiente por hacer? He perdido mucha ilusión por el oficio de actriz, quizá porque lo he ejercido muchos años y las cosas han cambiado. Me gustaría que me llamaran para un papel que tuviera carne, yo creo que las personas de mi edad no estamos muertas. Antes la gente mayor también ocupaba un lugar, más que ahora. Tiene que haber historias con personas de cierta edad con pasado, presente ¡y hasta futuro!

Uno de tus primeros papeles fue con Fernando Colomo en ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?. Yo a Colomo le busqué. Vi Tigres de papel en el Festival de San Sebastián y pensé que eso lo podía hacer yo. Si hubiera visto Yerma o La reina Cristina de Suecia... pero una historia de unos chicos que se sentaban en el suelo, que fumaban porros, que hablaban de cosas... Me puse muy pesada hasta que le conocí y me dijo que fuera a una peluquería a rodar, sin guion ni nada, y cada tanto él me lanzaba alguna frase y yo improvisab­a.

Hasta mediados de los 80, siempre te daban papeles de monja o de chica que no se entera nada... y decidiste irte a estudiar fuera. Ahora me llaman todas esas cosas: ‘la imprescind­ible actriz’, ‘la secundaria icónica’... Todo esto lo sé porque me lo dicen desde fuera. Yo no me sentía así, sentía que tenía que tirar de un burro, que no había productos o imaginació­n para mí. Así que me harté, pedí una beca y me fui a Nueva York, de oyente al Actor’s Studio.

Y allí asististe a las clases de Uta Hagen. ¿Cómo fue? Una experienci­a magnífica. Para ser miembro había que hacer unas pruebas tremendas, pero yo había ido allí no solo a estudiar, también a vivir. Vivir es fundamenta­l, ver las cosas por una misma. Me dediqué a pasarlo muy bien, y me di perfectame­nte cuenta de por dónde iban los tiros. Sentí que con el método del Actor’s Studio habíamos estado jugando al teléfono escacharra­do.

También trabajaste con Berlanga en Todos a la cárcel. Me encantó trabajar con él, era un señor estupendo. Yo le llamaba Señor Berlanga y, cuando preguntaba algo, él me decía: «Tú eres la actriz, hazlo como te parezca». Si no le gustaba te corregía, pero no tenía órdenes que se había estudiado en casa, era sobre la marcha. Yo soy una actriz de intuición y de arranque, quizá no encajo en una baldosa, pero también te puedo dar una cosa que está muy bien. Tantas veces pasa que en el set te piden que hagas lo que se ha imaginado en un despacho... Bueno, eso usted lo imaginó, pero es que ahora estamos todos aquí.

De todas las películas en las que has participad­o, ¿cuál es tu favorita? Me gusta especialme­nte el papel que hice con Miguel Albadalejo en la película Ataque verbal. Y bueno, Arrebato, por supuesto. Y Laberinto de pasiones. Ahí estaba muy bien, comprendí muy bien a esa chica que no tenía moralidad ninguna. Que me acuesto con el padre, ¡pues me acuesto! Que pongo un café, ¡pues pongo un café!

Arrebato es una de las grandes películas de culto del cine español. ¿Lo viviste así durante el rodaje o fue una experienci­a normal? En el momento una no lo vive así para nada. El rodaje tampoco es que fuera normal, porque había un ambiente especial, pero siempre me preguntan si improvisáb­amos y para nada, Iván Zulueta tenía muy claro lo que quería e insistía hasta que lo conseguía, era muy pesado. También estaba Will More, que era un señor disparatad­o y muy divertido. Quizá yo era la más seria que estaba allí.

¿Y en Laberinto...? Me lo preparaba con seriedad, pero no tenía ni idea de a dónde iba a llegar eso. El otro día mis sobrinas me echaron una bronca terrible porque había tirado un abrigo mío de pelos de colores que había usado en la película y me decían que era icónico. Después de 30 años, ahora era icónico. Si hubiera sido tan icónico habérmelo dicho antes. Entonces no voy a poder tirar nada, ¡ni un clavo de mi casa!

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En esta página, Marta lleva abrigo y top de THE 2ND SKIN CO.; pendientes de GRASSY; y zapatos de JIMMY CHOO. En la página siguiente, cazadora de lana y algodón, de MARLOTA; y pendientes y anillo, ambos de SUAREZ.
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