El vestir masculino a través de Mans, la firma ganadora de WON.
Ganador de la edición 2020 del premio Vogue Who’s on Next, el diseñador sevillano JAIME ÁLVAREZ quiere hacer de su marca el nuevo faro del vestir masculino. En un momento en el que cuestionar el género –también de la ropa– manda, MANS es la etiqueta, de alcance foráneo antes que nacional, que apela específicamente a un destinatario que ya sabe que las reglas de la indumentaria están para saltárselas.
Alejandro Palomo en 2018. Carlota Barrera en 2019. Jaime Álvarez en 2020. Por tercer año consecutivo, la indumentaria masculina se lleva de calle el premio gordo de la moda española. Ganador de la última edición de Vogue Who’s On Next, el concurso que (en colaboración con Inditex) desde hace nueve años apoya/fomenta el talento emergente en nuestro país, Álvarez se reconoce además «diseñador de hombre», sin medias tintas, sin neutralidad que valga. «Yo diseño para el hombre, me inspiro en los hombres que veo por la calle, pienso en el hombre», proclama. «Que mi marca trascienda los géneros es otra cosa. La prenda es la prenda, y luego la persona, del sexo o género que sea, le da su personalidad».
La marca que le ha ganado a Jaime Álvarez el prestigio –y los 100.000 euros de dotación– del certamen de cabecera internacional para (más o menos) jóvenes diseñadores es Mans, la empresa con la que lleva a gala su idea de la nueva masculinidad, «más libre, sin prejuicios en el vestir». He ahí el concepto, hasta no hace mucho integrado en su propio nombre comercial. «No, ya no somos Mans Concept Wear. Al principio quería que mi intención fuera reconocible incluso desde la misma etiqueta. Ahora que el mensaje está transmitido ya no es necesario. Además, es una manera de complicar menos el nombre, que tampoco era fácil de pronunciar», admite. Mans, por cierto, no tiene nada que ver con los destinatarios de su producto: es una derivación de Demans, apellido materno de origen alemán, aunque le viene al pelo.
Formado para la moda en el Istituto Europeo Di Design de Madrid, de donde salió en 2017, Álvarez (La Luisiana, Sevilla, 1994) es ese tipo de creador empujado a la acción por motivos íntimos y personales. Porque la verdad es que comenzó a estudiar con las mujeres en mente. «Tenía un evento [la boda de su hermano] e iba en busca de un traje que me representara, moderno pero respetuoso con la tradición sartorial, y no lo encontraba. Entonces me di cuenta de que había un vacío enorme. Era o lo más extravagante o lo más clásico en plan grandes almacenes», recuerda. «Y así decidí recuperar la sastrería para llevarla por nuevos caminos estéticos», remata. Al final, acudió a David Delfín para hacerse aquel traje ideal, una experiencia que fue más allá de la mera confección: «No éramos amigos, pero sí establecimos una relación de cariño». El taller con el que trabaja es el mismo que confeccionaba para el malogrado diseñador malagueño. «Él también me descubrió la pasarela 080 Barcelona y me animó a participar. Yo había presentado un proyecto para desfilar en Ego, pero me dijeron que tenía que incluir algún modelo femenino, que no podía ser solo hombre. Y dije que no, claro. Que si un día me apetece diseñar ropa de mujer lo haré, pero no porque me lo imponga nadie».
De esa determinación salieron tres victorias consecutivas en el certamen de nuevos valores de la plataforma independiente barcelonesa, tras debutar en 2018. Tres triunfos que, sin embargo, tampoco le supieron a mucho. «Gané tres veces, pero no sentía que en España la marca tuviera aún suficiente tirón, quizá porque no se conocía demasiado», admite. «Es verdad que aquí tampoco ha tenido un boom, sino que hemos ido evolucionando poco a poco. Fue después de desfilar en la Mercedes Benz Fashion Week Madrid, el pasado enero, cuando de alguna forma sentí ese reconocimiento de mi trabajo, al menos en mi fuero interno». Resulta que el alcance de Mans siempre ha estado fuera, desde el principio. «Sí, hemos funcionado mucho más en el extranjero, tanto en Europa como en América y Asia. En España no tuvimos demasiada prensa hasta este último año». ¿Significa eso que su futuro también es internacional? «Es posible, pero tampoco me gustaría perder las raíces ni el hacer en España», concede. «Aunque estamos intentando entrar ya en el calendario oficial de desfiles de hombre de París, porque aquí no existe una pasarela masculina diferenciada, como sucede allí, en Milán o en Londres. No sé si es que mi ropa se entiende mejor en otros países, pero desde luego es donde se vende. Ahí están nuestros datos: el 95 por ciento de los pedidos son de fuera. A pesar de lo mucho que ha cambiado España en mentalidad, le sigue faltando cultura de moda».
Mans no se queja. En el empeño por maximizar el alcance internacional, la marca ha establecido también una agencia de comunicación en la capital francesa. «La respuesta es sensacional, incluso más allá de Londres y París. Nos compran hasta desde Irak y otros países árabes. No me preguntes por qué». Pues solo faltaría. A ver, por qué. «Supongo que allí, al igual que en Asia, se valora más el concepto que la prenda en sí, cómo está realizada, qué tejidos se han utilizado, antes que si es un diseño más o menos moderno, extravagante o estrambótico. La buena confección es fundamental», responde el diseñador, el dardo en el aire, mientras remite al sentir –«la cultura», dice él– indumentario japonés, una de sus referencias. «No se miran ni el logo ni la marca, sino las hechuras, los materiales o la versatilidad, para que esa prenda te dure en el armario 20 o 30 años, que eso para mí es la verdadera sostenibilidad». Dice Álvarez que en su firma se trata cada diseño como si fuera único, con el mimo de la alta costura. Hablamos, pues, de un producto de imagen moderna con fondo (la manera de trabajar de la sastrería tradicional) clásico. «Necesitamos volver a la elegancia, al amor por los buenos tejidos. Eso es lo que da valor a una prenda, no un logo por el que se va a vender por mil de euros», sentencia. Claro que el buen hacer sartorial también se paga. Y eso, a una etiqueta joven, puede costarle caro, especialmente en unas circunstancias extremas como las actuales. Sorpresa: en Mans –tres personas en la empresa– tampoco hay queja al respecto: «Bueno, el proceso se ha ralentizado en general, pero lo curioso del caso es que nosotros tuvimos una subida muy fuerte de pedidos online durante el confinamiento, superando incluso en número los de antes de la pandemia. A mí me pilló en mi pueblo y tuve que venirme a Madrid para poder gestionar tal cantidad de compras, de blusas, abrigos, chaquetas... Teníamos órdenes de Nueva Zelanda, de Sídney, de Irak... Parece que la gente se está arreglando en casa por ahí».
Por supuesto, lo que pase mañana está por ver. Pero que un certamen como WON haya vuelto a premiar el diseño de moda masculino dice mucho de por dónde van los tiros/intereses de la industria en estos momentos. «Desde hace ya unos años está claro que es en la indumentaria masculina donde surgen las ideas más novedosas e interesantes, donde hay más que descubrir. La prueba más reciente es la entrada en Givenchy de un creador como Matthew Williams, que viene del hombre, para diseñar la colección de mujer», apunta Álvarez, ahora mismo centrado en el desarrollo de la presentación digital de su próxima colección, en la MBFWM. «No poder organizar un desfile físico, presencial, te abre a otras posibilidades», concluye. «Y eso es lo que me interesa, seguir explorando opciones». Palabra de inconformista declarado