DRESS CODE EL FALSO FEMENINO
Nos hemos reído mucho con los memes sobre las elecciones norteamericanas; de repente, hasta el último gato en nuestro país dominaba los caucus y el enrevesado sistema de colegios electorales. Aiowa y Güisconsin. Doménech y Ferreras. Y, como cierre, ese I WON BY A LOT, pedazo de tuit para esculpir en mármol y pasar a la Historia junto al Four Seasons Total Landscaping.
En 2021, el mundo va a dejar atrás muchas cosas que no echaremos de menos, no solo en política, sino también en la estética de esa política, que durante cuatro años ha impuesto unos códigos a los que diremos adiós, con el corazón, que con el alma... nos puede.
Adiós al maquillaje masculino mal empleado. Desaconsejado el uso del tono naranja, combinado con corrector blanco en la zona ocular. Precaución en el uso del spray capilar para camuflar el clareo de la coronilla, combinado con hipersudoración. No hacía falta ser Alfonso Guerra y haber visto Muerte en Venecia en bucle para evitar ese fatal error.
Adiós también a una feminidad mal entendida: maquillajes cargados, tintes rubios a cascoporro, zapatos de tacón alto hundiéndose en el césped de la Casa Blanca y ajustados vestidos monocolores de pronunciado escote tentador. Porque se puede ser feminista y femenina, ¿no? Modo ironía on, of course. Ivanka, Laura Ingraham, Kellyanne Conway, o cualquiera de las clónicas presentadoras de Fox News han impuesto un nuevo/ viejo tipo de mujermujer que bebe
en el trasnochado modelo
Barbie de los años 80 del siglo pasado, perpetrado a base de fajas de contención, pestañas, dientes, prótesis y pelo falso. El antifemenino.
Sorprendentemente, la oposición más implacable a esta estética, y a la ética que tiene detrás, ha llegado desde las trincheras de la moda. Concretamente de entre ese 0,001%, que, por pertenecer a un mismo privilegiado círculo económico –el de los afortunados poseedores de más de 1.000 millones de dólares, para esos pequeños gastos–, se le presuponía que lo suyo, sería cerrar filas con el establishment.
Si ha habido una opositora implacable contra la first family, la antiIvanka, su némesis tuitera, ha sido Lauren Santo Domingo, o TheLSD, nombre de guerra en Twitter: el que ha sido el BOE de la política norteamericana de estos últimos cuatro años. Ahí donde las minúsculas o las mayúsculas marcaban la diferencia, con sentido del humor, pero sin piedad, la fundadora y directora de la web Moda Operandi, ha librado una batalla incansable contra el modus operandi de la actual administración saliente (quieran, o no) y sus ubicuos vástagos. Ricas, rubias y famosas, Ivanka y Lauren no tienen nada más (y nada menos) en común, pero las diferencias son tan grandes como el mensaje que nos transmiten sus armarios. En el de Lauren Santo Domingo, la única prenda que no entraría JAMÁS (así, a priori) es una gorra con la inscripción MAGA, el acrónimo de Make América Great Again, fetiche de los seguidores de Trump.
Apunte final: del misterio Melania, ni hablamos. ¿Saldrá de la Casa Blanca con aquella chaqueta que rezaba I really don’t care, do u?