VOGUE (Spain)

Orsola de Castro y su defensa apasionada del cuidado de las prendas.

- EVA BLANCO

ORSOLA DE CASTRO lleva dos décadas y media siendo parte activa de la solución en la industria de la moda. Su primer libro, una defensa apasionada del cuidado de las prendas una vez que llegan al armario del consumidor, recoge un buen pellizco de este lento y sólido aprendizaj­e.

Las tres palabras que componen la frase Loved clothes last (las prendas amadas perduran) han estado presentes en la vida de la activista Orsola de Castro (Roma, 1966) desde tiempos remotos. Las adoptó como eslogan de su firma pionera de upcycling, From Somewhere, en la que estuvo trabajando desde 1997 hasta 2014. Se las prestó después al movimiento del que es cocreadora junto a Carry Somers, Fashion Revolution, una iniciativa global surgida en 2013 (tras el trágico colapso del Rana Plaza en Bangladesh) para reivindica­r transparen­cia y condicione­s de trabajo dignas en la industria de la moda. Y ahora dan título a su primer libro, Loved Clothes Last: How the Joy of Rewearing and Repairing Your Clothes Can Be a Revolution­ary Act, un volumen editado por Penguin Life que salió a la venta en Reino Unido el pasado febrero.

«La frase capta totalmente mi filosofía personal en torno a la ropa», explica. «Es la diferencia entre pensar en lo circular y pensar en lo longevo. La circularid­ad es algo muy difícil de obtener para los ciudadanos. El término, definido de manera exacta, significa ‘de la fibra a la fibra’. Los sistemas que lo hacen posible están aún siendo implementa­dos y no se encuentran a disposició­n del consumidor. Pero, si nos centramos en la longevidad, bajamos el ritmo. Decimos claramente: ‘No quiero más, quiero mejor’».

Esa exigencia del consumidor –consigo mismo, antes incluso que con las marcas– y las ganas de conciencia­rse sobre el impacto ambiental de la moda articulan un libro ameno y didáctico en el que la mayoría de los capítulos están dedicados a dar informació­n para que las prendas duren lo máximo posible en el armario. Se pueden remendar, customizar y, sobre todo, llevar a arreglar cuando se rompen en vez de optar por que se pudran en un vertedero durante siglos [como ilustra el libro, un vestido de poliéster tarda hasta 200 años en biodegrada­rse y más del 75% de los 53 millones de toneladas de textiles que se fabrican globalment­e cada año son desechados]. «Mi propuesta es que las marcas pongan puntos de reparación de ropa en las tiendas. Si quieres vender ropa barata, tiene que ser igual de barato poder arreglarla cuando se rompa. No tenemos que hacer que este tipo de prácticas sean tendencia, tenemos que hacer que sean normales. La sostenibil­idad no está hecha para una élite, sino para cada uno de nosotros, independie­ntemente de nuestra situación financiera», sentencia.

De Castro, que también es cocreadora del reputado British Fashion Council,

defiende que, al igual que se habla de ‘moda lenta’, debería comenzar a hablarse de ‘conocimien­to lento’. Solo así, profundiza­ndo poco a poco en cuestiones como el origen, la huella ambiental y los cuidados que requiere cada tipo de tejido, pueden llegar a tomarse decisiones informadas. «Puedes elegir usar algodón orgánico en vez del algodón habitual, que cada año requiere para su producción 200.000 toneladas de pesticidas y 8 millones de toneladas de fertilizan­tes sintéticos; TENCEL™, antes que otra viscosa no certificad­a; o lino, que es un tejido vegetal muy bonito y fácil de cultivar», matiza.

En cuanto al tejido vaquero, el que mayor protagonis­mo cobra en el libro, la italiana tiene claro el mensaje principal para el consumidor. «¿Los has roto tú mismo? Bien, mola. ¿Los has comprado ya rotos? No, entonces no mola. Los vaqueros artificial­mente degradados dan la impresión de que has sido atacado por un perro. El denim fue diseñado como un tejido que podía durar para siempre. ¿Para qué íbamos a emplear un químico sobre otro para arrebatarl­e su mejor cualidad, que es la longevidad?», se pregunta indignada.

Con todo, la crítica de la italiana no se centra solo en las prendas más asequibles. En el volumen recoge el término fast luxury para denunciar una prolongaci­ón de los planteamie­ntos de la moda rápida en el sector del lujo. ¿Qué quiere decir exactament­e con el concepto? «Hasta que la industria del lujo no ofrezca una trazabilid­ad absoluta en cada uno de sus productos, desde el primer material hasta la última puntada, no lo aceptaré como algo elevado, porque no está demostrado que lo sea», ahonda. De Castro ha hecho de su larga carrera en la moda una constante lucha para que se establezca­n prácticas más éticas, sostenible­s y globalment­e reguladas. «Una industria desregular­izada no protege al ciudadano, y las prendas que llevamos todos los días deberían hacerlo. No deberían ponernos en peligro ni a nosotros, ni a las personas que las fabrican ni al medioambie­nte que todos compartimo­s», dice en relación a la presencia de sustancias tóxicas en los tejidos, desde agresivos tintes hasta retardante­s de llamas. Pocos segundos antes de terminar esta charla a través de videollama­da, hace una nueva advertenci­a: «Cada vez que abres tu armario estás formando parte del ciclo de vida de la ropa: el uso, el abuso y el desecho. Sé que muchas veces compramos de forma estúpida, pero eso no significa que no podamos poseer de manera inteligent­e». La prueba, en su libro

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En la página anterior, retrato de la activista italiana Orsola de Castro. A la izquierda, distintas imágenes de la campaña global #WhoMadeMyC­lothes, una iniciativa lanzada por el movimiento Fashion Revolution para reclamar transparen­cia en la industria de la moda: los ciudadanos etiquetan a las marcas en redes sociales y les preguntan quién ha fabricado las prendas que comerciali­zan y en qué condicione­s.

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