Hermès se adentra en el siempre seductor universo de los rubores, con sus nuevos coloretes.
Porque es el gran aliado de la buena cara, HERMÈS apuesta por el colorete para la segunda creación de su ‘métier de beauté’ y lanza una colección de rosas impregnada del refinamiento innato de la casa.
El nuevo objeto de deseo de Hermès se lleva en el rostro y convierte el colorete en algo más que una simple herramienta para dar rubor a las mejillas. Rose Hermès, que así se llama la colección, inaugura el segundo capítulo del más reciente métier de la marca, el de la belleza. Nada en este desmerece al resto de los otros quince oficios.
Como ya hizo con los labiales el pasado año, el equipo abanderado por Pierre-Alexis Dumas y Jérôme Touron, director artístico y director creativo de belleza, respectivamente, puso toda la carne en el asador para condensar en estas pequeñas piezas cosméticas los principios a los que la firma se ha mantenido fiel desde su origen. Se ha puesto tanto empeño y esmero en el desarrollo del colorete como en la creación de un carré de seda. «Este nuevo gesto, dice Dumas, abre la sutil revelación del tono de piel, es un paso natural en la expresión de la belleza en Hermès» y rinde tributo a dos elementos tan ligados a la marca como la seda o el rosa. En el universo cromático de la firma, este color expresa optimismo, feminidad, suavidad extrema o intensidad absoluta, según el tono. «Es su savia inspiradora, el soplo de la belleza de Hermès», definen desde la compañía. Bajo esta perspectiva, explica Touron, se ha seleccionado «una paleta de tonalidades evanescente, evolutiva, casi borrosa, para perfilar los contornos sin congelarlos; animar el rostro y darle movimiento. Rose Hermès se presta a todas las metamorfosis. Podemos derretirlo, difuminarlo, intensificarlo. Es como la vida. Revela las emociones». Eso en cuanto al color. También la textura, liviana y a la vez compacta, se ha desarrollado con devoción artesanal. «Es la analogía material entre el polvo y la seda. Misma delicadeza, misma suavidad, misma luminosidad». ¿Algún otro as en la manga? El perfume. Creado por Christine Nagel, lleva notas de árnica y madera de sándalo moduladas magistralmente con acordes de té verde y no es, ni mucho menos, secundario