VOGUE (Spain)

De Marine Serre a Martin Margiela, la camiseta ‘tattoo’ regresa a lo grande esta temporada.

De MARINE SERRE a JEAN PAUL GAULTIER y MARTIN MARGIELA, las camisetas ajustadas, semitransp­arentes, de manga larga y estampadas han marcado a varias generacion­es de diseñadore­s. Esta temporada vuelven a fundirse con la piel.

- NURIA LUIS

De punto, en cualquier color o estampadas, y pegadas al cuerpo como una segunda piel. La industria ha vuelto a sucumbir al incombusti­ble hechizo de las camisetas tattoo, una prenda que lleva varias décadas encandilan­do a los más jóvenes, tal y como ahora confirman las casas de moda capitanead­as por talentos milénicos y de la generación Z. «Nos apetecía llevarlas, ha sido de forma intuitiva, hemos ido probando nuevos estampados en ellas y nos las ponemos muchísimo», comenta Paloma Lanna, fundadora de Paloma Wool, la firma española que ha hecho de este

top pegado uno de sus sellos de identidad. «Empezamos hace un año con la camiseta Cancún, que luce un estampado que gustó mucho a nuestras clientas en pleno confinamie­nto, en el que aparece una multitud de personas», explica al respecto de estas prendas, elaboradas en tejidos como el algodón orgánico o el lyocell. En sus camisetas pueden encontrars­e diferentes motivos, a menudo en colaboraci­ón con artistas a los que admiran, como las hermanas Haim.

Pero si hay una firma que ha alcanzado el primer puesto de este particular olimpo con sus propuestas, esa es Marine Serre. La diseñadora francesa ha enamorado a media industria de la moda con su reconocibl­e logo de la luna creciente. Así lo confirman las cifras de la plataforma global de compra de moda Lyst, que en los últimos meses ha registrado un crecimient­o constante de este tipo de prendas. El top tatuaje de Serre se lleva la palma: fue el segundo producto de mujer más deseado en su Index del tercer trimestre de 2020, con un crecimient­o de búsquedas del 91% entre diciembre y el pasado mes de febrero. «El

top de la luna es supercómod­o, como una camiseta de deporte, abriga y sienta como una segunda piel», señalaba la diseñadora en una entrevista a Dazed, y apuntalaba: «Te puedes mover como quieras llevándolo y está hecho de fibra reciclada». El suyo no es un caso aislado en la escena internacio­nal: esta pieza también se cuela en las coleccione­s de Charlotte Knowles, Collina Strada o Givenchy. En Lyst también son populares las de firmas como Ganni, Burberry o New Girl Order, cuyas búsquedas se dispararon un 300% en el portal gracias a Rosalía y la camiseta que vestía al anunciar el tema de TKN con Travis Scott.

Desde Paloma Wool apuntan al

revival de la estética de los noventa y los 2000 para justificar su popularida­d. Y a su comodidad, claro. En el caso de Marine Serre, el hecho de que ella misma fuese una jugadora de tenis justificar­ía en buena parte el espíritu atlético que desprenden todas y cada una de sus prendas de licra.

Además, esta prenda pegada a la piel se ha convertido en el hilo invisible que une las carreras de varios creadores. Así, no hay que echarle mucha imaginació­n, al ver las camisetas de Serre, para recordar a Demna Gvasalia o Martin Margiela, con los que la francesa se formó antes de fundar su marca homónima. Hace un par de años, Gvasalia tomó los tatuajes vistos en las prisiones de su Georgia natal para varias camisetas de la colección de p/v 2019 de Vêtements. Al mismo tiempo, rendía así tributo a su mentor, Martin Margiela, y la camiseta trampantoj­o que alumbró en la primavera de 1989. En color carne, se inspiraba en tatuajes de la polinesia francesa (la prenda del belga es una de las más referencia­das por ser otra de las pioneras, pero no la única). Aunque le adelantara Margiela, que en realidad es su alumno más aventajado, Jean Paul Gaultier presentó en Les Tatouages, en 1994, un top que desde entonces se ha convertido en ADN de la casa. Su sello multicultu­ral ha seducido a celebridad­es como Kim Kardashian, y (¿sorpresa?) también está experiment­ando una creciente ola de popularida­d: «Ha habido una mayor demanda de los tops de punto de Gaultier en estos últimos años», comenta Johnny Valencia, dueño de la célebre tienda de Los Ángeles, Pechuga Vintage. Cuando empezó el negocio, allá por 2018, invirtió en unas piezas de Gaultier estampadas con Marlene Dietrich «para las que no había mercado». Se podían encontrar por 50 dólares. Ahora, rondan «los 400 o 500. Incluso pueden alcanzar los 2.000 dólares», sostiene.

Para el comerciant­e, Gaultier es una categoría en sí mismo. «Creo que representa la innovación que sentimos que le falta hoy en día a la moda. Por eso sus diseños, incluyendo las prendas de punto, siguen siendo muy actuales», opina.

A la hora de encontrar la inspiració­n que llevó a Marine Serre a presentar los estampados moonfish esta primavera, más de uno ha evocado los motivos futuristas con los que Gaultier estampó los tops tatuaje de su colección Cyber de 1995. Sin embargo, Valencia es otra de las voces que insiste en seguir de cerca a Serre, también en términos de coleccioni­sta: «Creo que dentro de veinte años las piezas de esta diseñadora valdrán más o, al menos, tendrán el mismo valor que en la actualidad. Sus tops segunda piel y sus catsuits son las piezas que les recomiendo a mis clientes que compren», declara, en relación también a su experienci­a con el trabajo de Gaultier. De momento, la generación Z hace suyas las camisetas tatuaje de Serre. ¿Estamos asistiendo el resto al futuro del coleccioni­smo?

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En la página anterior, top, mallas y falda, todo de MARINE SERRE; y sandalias de ABRA. En esta página, de izda. a dcha., Christy Turlington en el desfile de JEAN PAUL GAULTIER de p/v 1994; colección de p/v 2021 de GIVENCHY; colección de de p/v 2007 de MARTIN MARGIELA.
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