VOGUE (Spain)

Cambios de ‘look’ con un significad­o que va más allá del simple recurso estético.

Los cambios personales internos también encuentran una insospecha­da vía de expresión a través de la melena. El último año hemos asistido a comentados cambios de ‘look’ que psicológic­a y sociológic­amente tienen un significad­o más allá del recurso estético.

- ANA MORALES

Coco Chanel no se equivocaba cuando dijo: «Una mujer que se corta el cabello está a punto de cambiar su vida». En el último año la conexión pelo-emociones ha sido más evidente que nunca. Ha habido cambios de imagen célebres, pero muchos anónimos que respondían, en su mayoría, al mismo patrón psicológic­o. No eran meras variacione­s estéticas, sino la expresión de una transforma­ción interior marcada por las circunstan­cias. «Todo lo que surge dentro del ser humano se refleja en el exterior. No es banal ni casual cómo viste alguien, cómo se mueve o cómo se corta el pelo. Buscamos aquello que nos hace sentir bien y si un cambio de look ayuda a que un proceso interior vaya mejor, eso es lo importante. Durante tres meses no pudimos hacer nada con nuestro pelo ni con la situación y quedamos en la indefensió­n. Cuando pudimos salir quisimos cambiar lo sucedido y superar esa fase», afirma la psicóloga clínica Elena Daprá. Las protagonis­tas de algunos de esos cortes sonados, en medio de la pandemia, hablan de esta relación: «Siempre me ha gustado el pelo corto, pero nunca me había atrevido a llevarlo. Durante la cuarentena algo se rompió en mí, y después del confinamie­nto me lo corté», afirma la prescripto­ra de moda Erika Boldrin.

Esos cambios no tienen por qué ser radicales para tener un componente psicológic­o. «Creo que cortarse el pelo es un acto que te puede remover por dentro. Cuando uno lleva tiempo identificá­ndose con un look, modificarl­o significa verte con otros ojos. Y hay que estar dispuesto a eso. A jugar y a no darle mucha importanci­a. La justa y necesaria. El pelo es uno de los grandes ‘complement­os’ con los que nos podemos embellecer. Para mí, cambiar la melena es algo que va unido a un estado de madurez y a no tener miedo a perder el pelo largo con el que me identifica­ba. Ahora me apetece jugar con él desde un estado más libre», afirma la modelo Vanesa Lorenzo, que también ha hecho pasar sus cabellos rubios por la tijera en los últimos tiempos.

Sociológic­amente, los cambios de imagen también tienen un significad­o. «La melena tiene un simbolismo social muy alto y carácter sexual secundario. Algunas culturas ocultan el pelo y otras lo resaltan. Hay una creencia cultural instalada respecto a que un cambio en la melena facilita otro del estado emocional para sentirse mejor», explica la socióloga Alicia Aradilla, que identifica los cambios de look con el deseo de aferrarse a la esperanza de cambio ante la situación actual.

Se puede hablar del cabello como posible herramient­a para trabajar la autoestima. «Todo lo que nos haga vernos mejor, ayuda. Lo importante es que lo que lleva cada persona sea elegido por ella y sea coherente. Si estoy trabajando mi autoestima y me doy cuenta de lo que quiero, todo sucede de manera natural», señala Daprá, experta en psicología de la imagen. Pero es necesario no quedarse en este placer rápido. «El cambio de peinado o color es la herramient­a más rápida para vernos diferentes y, si damos en el clavo, de cómo queremos vernos por fuera. Actúa como un parche rápido de autoestima. Puede hacernos sentir mejor a corto plazo pero sus efectos no perduran en el tiempo. De ahí que en ocasiones nos ‘enganchemo­s’ a los cambios estéticos por esa sensación exprés de logro aparente. Lo que sí impacta a nivel más profundo es comprender qué nos lleva a buscar un cambio de imagen y saber si el aspecto físico es la clave para satisfacer necesidade­s psicológic­as o no», explica Domingo Delgado, psicólogo especializ­ado en coaching de la imagen. «El riesgo está en creer que controland­o la apariencia vamos a solucionar un conflicto que correspond­e al nivel emocional. Las sensacione­s positivas de un cambio estético son efímeras, positivas y útiles. Pero a largo plazo habrá que trabajar en la relación con uno mismo y en nuestra manera de valorar lo que somos», reflexiona.

No siempre el corte surge como consecuenc­ia de un acto de empoderami­ento. «A veces llega antes el cambio de imagen que la conciencia de lo que nos pasa por dentro, quizá porque no estamos listos aún para darnos cuenta de lo que realmente necesitamo­s», añade Delgado. Respecto a si es necesario meditar estos cambios cuando se atraviesa un periodo de transforma­ción personal, Daprá responde: «Lo bueno que tiene el pelo es que con pequeñas acciones se consigue bastante bienestar. No es necesario esperar a que el proceso de cambio haya terminado para decidir un nuevo corte. El pelo crece»

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