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La elección de Montse Velasco como la mejor sumiller 2011 demuestra que quedaron lejos los tiempos en los que las mujeres debían alzar la copa a escondidas: el vino era cosa de hombres y su consumo en público estaba penado por ley. En la antigua Roma los varones besaban a sus esposas para comprobar si habían bebido, infringiéndoles duros castigos si el aliento las delataba. ¿La razón? Muchas culturas han otorgado a este elixir el poder de convertir a la mujer más casta en casquivana. Durante siglos, a ellas les cerraron las puertas de las bodegas por considerarlas impuras, debido a la menstruación, y culpables de que los caldos se malograran. Historias como estas quedan reflejadas en la exposición ‘Una copa para dos’ que acoge el Museo Dinastía Vivanco, hasta el 18 de marzo, en Briones (La Rioja). Piezas del antiguo Egipto se mezclan con obras de Picasso para demostrar la presencia femenina en la cultura enológica. A esta muestra se suma la publicación de un libro de relatos bajo el mismo título, que ha sido editado por la escritora Espido Freire. Siete autores, entre ellos, Rosa Regàs o Boris Izaguirre, invitan a comprobar cómo mujer y vino maridan muy bien. Según la Asociación de Mujeres Amantes del Vino, estos son los caldos preferidos por nosotras.
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