ADICCIONES DEL SIGLO XXI
TANOREXIA, VIGOREXIA, BLONDAREXIA... Y OTROS DESÓRDENES QUE TIENEN QUE VER CON LA IMAGEN, LA ALIMENTACIÓN O LAS CONDUCTAS SOCIALES. CONOCE LOS NUEVOS TRASTORNOS ADICTIVOS.
Son palabras del siglo XXI cada vez más presentes en nuestro vocabulario. Y siguen apareciendo términos: drunkorexia, el último trastorno alimentario (no comer para compensar las calorías del alcohol), taturexia (obsesión por dibujarse cada centímetro del cuerpo) o smartphorexia (necesidad de estar 24 h conectada al móvil). Todas describen desórdenes de nuestro estilo de vida que pueden acabar en adicción. Pero, ¿por qué vivimos un aumento de los trastornos psicosociales? ¿Cuáles son los más comunes?
El peso de la imagen Abundan especialmente los conflictos que tienen que ver con la imagen y la percepción de nosotros mismos.
«La apariencia ha sido una constante en la historia, pero hoy, debido a los modelos sociales, la industria de la moda, la publicidad... el aspecto se ha convertido en un medio para mejorar el estatus laboral, las relaciones personales y, en definitiva, tener éxito personal», explica Miguel Ángel Ramos, vicepresidente de la Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales. Expertos en psicología y psiquiatría aseguran que esta equiparación entre imagen y éxito es una bomba de relojería, sobre todo, cuanto menor es la autoestima de la persona.
Consumismo y Estilo de vida «Cada día son más las psicopatologías que llevan al extremo el hecho de conseguir una
imagen socialmente aceptada», asegura Ramos. Y las que persiguen conseguir más y mejores bienes de consumo. De mayor a menor incidencia, podríamos dividirlos por trastornos de imagen (de alimentación o estéticos), seguidos de los psicosociales, que en una sociedad como la nuestra, que prima el consumo, suelen afectar a las compras, al trabajo o a internet.
El diagnóstico: ¿Es trastorno o adicción? ¿Quién no ha dicho alguna vez que es adicta al chocolate, al shopping o a internet?
Pero, cuidado, porque hay que distinguir entre los trastornos o alteraciones, y la auténtica adicción. Como explica la psiquiatra Marina Díaz-marsá, «un trastorno –ya sea de personalidad o de alimentación...– es algo que condiciona la vida de quien lo sufre, impidiéndole realizar las tareas vitales y haciéndole daño con dicha conducta. Pero solo podemos diagnosticar que hay adicción si, además de todo lo anterior, existe el síndrome de abstinencia». Esto englobaría las adicciones químicas (drogas y alcohol), además del sexo, el juego, las compras y el trabajo. O sea, que prefieras la comida orgánica está bien, pero saltarse un día de trabajo y conducir hasta Castilla-la Mancha para comprar un queso específico es un problema y seguramente un trastorno (ortorexia, que es la obsesión por la comida sana). Otra cosa es que la clasificación internacional de trastornos –como la DSM– no incluya algunas nuevas conductas en su listado. «Es importante reconocerlas. En el caso de la adicción al trabajo, por ejemplo, si no se diagnostica como tal se puede confundir con la ansiedad y eso dificulta el tratamiento», explica Mario del Líbano, de la Universitat Jaume I de Castellón.
perfil del adicto Los psicólogos coinciden: detrás de una adicción, siempre suele haber un trastorno de personalidad.
La inestabilidad emocional, impulsividad, falta de proyectos vitales y un alto grado de ansiedad son rasgos comunes a las personas adictivas. También es frecuente que sufran un déficit de habilidades sociales, además de intolerancia, frustración y una baja autoestima.