Pero los grandes tesoros del país se encuentran más allá de la capital. Después de unas horas de viaje, a algo más de 400 kilómetros de Sofía, encontramos unas joyas de incalculable valor artístico y antropológico: las tumbas de los tracios. Herodoto decía de estos antiguos pobladores de la región, que se distinguían por su valentía, su amor a los caballos y su visión de la vida como mero tránsito hacia la inmortalidad. Por eso daban tanta importancia a su última morada. Un ejemplo de ello es la tumba Sveshtari, del siglo III a.c., un monumento único por su arquitectura y decoración. Destacan las diez cariátides que sustentan la cúpula con sus manos. A unas dos horas de la anterior se encuentra la tumba de Kazanlak, del siglo IV a.c., con frescos y murales que representan escenas de los rituales de entierro y de la cultura del pueblo tracio. Estos monumentos funerarios están en pleno valle de la rosa, donde la corte decidió, en el siglo XVIII, que se celebrara el Festival de las Rosas para amenizar los meses de recogida de la flor en la región. En la ciudad de Kazanlak se pueden visitar dos museos que muestran los atractivos turísticos de la zona: el de Historia, donde se hace un repaso a las distintas culturas que han convivido en el país, y el de las Rosas, en el que se desvelan los secretos de su cultivo. También merecen una escapada las ruinas de Perperikon, un enorme santuario megalítico, ciudad sagrada y fortaleza.