El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Peluqueros del poder

- WASHINGTON ABDALA

“¿El peluquero de Vázquez le dirá que vive muerto de miedo por la ciudad?”

Soy de los que habla con el peluquero de todo. Hace mil años que voy almismo peluquero. No sé como hace pero me saca conversaci­ón. Hablo allí, no comprendo la razón pero converso en formato “terapia” (los peluqueros tienen algo de psicólogos). La cuestión es que me distiendo en ese lugar, hago catarsis. Le entramos al fútbol, a la insegurida­d, algo que siempre hablamos los primates masculinos rústicos —o sea el otro género y ese tipo de asuntos centrales para el planeta— (no muy distintos a lo que se conversa en las peluquería­s femeninas, no vayan a creer).

Lo que me pregunto, y es una duda que aún nadie aún ha revelado es: ¿Quién es el peluquero del presidente Tabaré Vázquez? ¡Es excelente ese mozo! Lo saca siempre prolijito al hombre, jopete armado, volumen con forma, algo de un aire juvenil que refresca al personaje —en lo que se puede— y con el corte justo. Ahora, pregunto, perdón: ¿De qué charla el presidente con su peluquero? ¿El peluquero le dirá que vive muerto de miedo por la ciudad? ¿O le dirá —de puro alcahuete— que eso es solo una maldad política de la oposición? ¿Vázquez le cree a su peluquero oruga? ¿El presidente no le pregunta —como sonseando— cómo andan las cosas por su barrio? ¿El peluquero se calla? Vázquez la duerme. Por algo es el uno.

A Pepe —decía Lucía— que ella le cortaba el pelo. ¡Mentira! No vio el título, menos va a ser peluquera. ¡Ay Lucía Lagarde! Lo hizo una vez, ta bien, pero hace mil años que Pepe tiene un pibe emepepé (que es peluquero) que le corta el pelito. Es más, lo afeita al estilo gringo con navaja finita. Y—medicen mis informante­s— que el pibe lo prepotea al Pepe, diciéndole que se deje de cosas y que asuma de una vez por todas el liderazgo porque así como viene la mano, él (el peluquero) se queda sin trabajo. Pepe lo mira y lo relaja. Se gritan algo en una buena. Lucía se ríe mientras oye a Gardel. Todo muy empipí new age.

Está claro que el intendente Martínez nunca tendrá un peluquero. Una pena por él. Son experienci­as humanas que vale la pena transitar. Debe ser jodido no tener que ir a las peluquería­s (paramí que los pelados nos envidian a los que tenemos pelo y tienen complejos por este asunto). Deberíamos velar por nuestra seguridad con algunos pelados que nos observan de forma torva. Sospechoso. Usan lentes negros. No sé, yo les tengo miedo a algunos pelados. Culpa de E. A. Poe. Perdón, no es discrimina­torio, es miedo 2018. Sepan disculpar.

El que no le dirige la palabra a su peluquero es el ministro Astori. Dicen que ingresa en silencio a la peluquería, saluda con caballeros­idad, se sienta, cierra los ojos y se deja ir tipo el rey Jorge III de Inglaterra. Todo sucede como en la película “Whisky” (a esa velocidad lenta y desesperan­te) y todo acontece de forma ritual. Al final paga por el servicio, hace una mueca forzada con el labio superior, eleva los ojos al cielo y dice “gracias” en tono monacal, igual que cuando habla en la tele afirmando que “discrepa con profundo respeto” pero nunca le pega un portazo a nadie.

El que viene cada día peor con su peluquero es Juan Andrés Roballo. Lo mira a Martínez y siente que así viene la mano. Es un tren bala. La presión de la prosecreta­ría de la Presidenci­a con Tabaré se hizo difícil, es que el number one, maneja la autoridad con elegancia pero con fustita alegre. Roballo hace que banca pero lo tienen hecho crema al flaco. Empezó con pelo, buena onda y dúctil. Termina calvo, tono altivo y rigidez retórica. ¡ Se pelea hasta con Sturla! No sé que tiene ese cargo. Intoxica. Diría de irlo eliminando de la Constituci­ón. No parece positivo para el que lo soporta. Solo algunas honrosas excepcione­s salieron indemnes de allí. Me reservo los nombres y se los dejo a libre interpreta­ción del lector.

El que se divierte con su peluquero es el Toto Rossi. Dicen que es un pariente el que le arregla esos mechones de su calva juguetona tipo Larry de “Los Tres Chiflados”. Parece que es un tipazo el familiar y buen asador. Solo eso.

En fin, qué bello todo. Es lo que se sabe de los peluqueros del poder. Gente tocada por los dioses.

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