El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Es quien clasificó a Egipto al Mundial luego de 28 años. Es figura del Liverpool. Es el goleador que juega una carrera contrarrel­oj para estar contra Uruguay. M. Salah más que fútbol

- SOLEDAD GAGO

mensuales para ayudar a las distintas familias de Nagrig. Es tan querido en Egipto que en las pasadas elecciones presidenci­ales obtuvo el segundo lugar en las votaciones, con casi un millón de votos, pues la gente ponía en el tarjetón su nombre, en lugar del elegido Abdel Fattah al-Sisi y del otro candidato Moussa Mostafa.

El fútbol no es solo fútbol. Y nosotros lo sabemos más que nadie. Sabemos que de un partido depende nuestro ánimo, al menos por las próximas horas, al menos hasta el otro día. Que un jugador es más que alguien que patea una pelota, defiende un arco, corre por un lateral o hace goles, que se puede convertir en un héroe en noventa minutos, que puede ser quien nos regale un poco de eso que nos mueve, que nos hace sentir algo, que nos emociona, que nos identifica. Sabemos que un gol es más que el ingreso de la pelota a los tres palos, que se puede convertir en un momento de felicidad colectiva, en un abrazo apretado, en un grito masivo, en unas lágrimas sin vergüenza. Nosotros lo sabemos. Y Mohamed Salah también lo sabe. Por eso sabemos, él y nosotros y todos, que Salah tiene que volver.

Es decir, que tiene que estar para jugar el Mundial de Rusia 2018. Porque Salah no es solo un jugador de fútbol, porque el fútbol no es solo fútbol y sabe que de él depende la felicidad de un país entero. Nos pese o no a los uruguayos, Salah tiene que volver. Se tiene que recuperar de la lesión en el hombro que sufrió el sábado 26 en la final de la Champions League contra el Real Madrid y tiene que volver. Lo vimos, todos, caerse con Sergio Ramos, quejarse y volver a levantarse. Lo vimos, dos jugadas después, volver a caer rendido. Llorar, como llora un niño que no puede creer una injusticia, y salir de la cancha, con todos los hinchas del Liverpool llorando con él. Era casi una contradicc­ión en sí misma: los ingleses, los creadores del fútbol, llorando por un egipcio que era el elegido para darles la copa de la Champions.

Pero no solo los ingleses lloraban. Su lesión también dejó a todo Egipto alerta por su estrella máxima, por su “creador de felicidad”.

Así lo llaman a Salah en su país. Y no es para menos. El 8 de octubre de 2017, la selección de Egipto, con él como estrella máxima, jugaba un partido definitivo y definitori­o contra el Congo para clasificar al Mundial de Rusia 2018. Para ellos, Salah es lo que Messi para los argentinos: si anda bien, las cosas funcionan, de lo contrario, el equipo parece jugar sumido en una lentitud casi depresiva, con jugadas que no salen, con goles que tendrían que entrar pero no entran, como si hubiese una nube negra sobre ellos. Y, como Messi, el astro egipcio de 25 años, lo sabía.

El 8 de octubre de 2017, todo Egipto lloró. Es lógico que un país en una profunda crisis social y económica llore. Pero esta vez, las lágrimas fueron distintas. Iban 62 minutos del partido entre Egipto y el Congo. El estadio Borg El Arab en Alejandría estaba completame­nte de rojo y negro. Salah recibió al borde del área una pelota que venía del lateral derecho. La bajó de derecha. Corrió hasta el área chica. Le pegó de zurda. La zurda de Salah es una de las mejores del fútbol europeo. El arquero quedó en el piso. Gol. Gol de Salah. Las más de 80.000 personas que estaban en el estadio explotaron de emoción. Egipto ganaba uno a cero y clasificab­a alMundial de Rusia 2018.

Pero como toda buena historia tiene que tener un pero que le dé un poco de épica y esta es una buena historia de fútbol, faltando dos minutos para el final del partido el Congo lo empató. Faltaban dos minutos y la clasificac­ión se les iba de las manos. Salah se tiró al piso y le pegó con bronca. Todo el estadio rezaba. Tenía que pasar un milagro que no pasaba, tenía que ocurrir algo que no ocurría, un gol que no llegaba. Egipto estaba quedando afuera de Rusia.

Cinco minutos de tiempo adicional. Faltaban dos y a Egipto se le terminaba la historia. Pero, con un jugador como Salah, la historia tenía que seguir. Y sabemos que va a seguir. Faltaban dos minutos para el pitazo final y el juez cobró penal para Egipto. En ese penal, quizás, esté la razón de ser de esta historia. Gol de Salah. Después de 28 años, la selección egipcia es parte otra vez de la mayor competenci­a de fútbol del planeta. Gol de Salah. Egipto estará en Rusia con o sin Salah ( que tiene que volver) y se enfrentará a Uruguay por la fase de grupos el 15 de junio.

DEL NILO. Mohamed Salah nació en 1992 en Nagrig, una comunidad en el delta del Nilo en donde prácticame­nte no se consumía fútbol. Empezó a patear la pelota desde niño, entre las calles de tierra de una ciudad completame­nte pobre y contaminad­a. En general, todos los niños del mundo sueñan, alguna vez, algún día, con ser jugadores de fútbol. Siempre, en algún momento, los niños quieren ser Messi, Suárez, Maradona o Ronaldo. Eso no pasa en Nagrig. O al menos no pasaba en los noventa.

Sin embargo, entre los niños que solo metían goles para pasar el rato, Salah sí soñaba. Él sí quería jugar al fútbol.

Y lo hizo. Empezó a jugar en una escuela en Basyoun, a media hora de su casa. Luego pasó a otro club en Tanta, que quedaba a una hora y media, pero pronto su talento lo llevó a un equipo de El Cairo, a cuatro horas y medias de su ciudad. Allí, Salah jugaba de lateral izquierdo. “En un partido difícil, que ganamos 4- 0, estábamos todos festejando menos Mohamed, que estaba llorando porque no había metido un gol. Entonces le dije que lo iba a cambiar de posición por su velocidad y pasión por marcar. Cuando pasó al ataque, metió 35 goles en una temporada con la sub- 16 y sub- 17”, dijo en una entrevista Al Shesheni, su entrenador del momento.

Salah empezó a ser figura de las seleccione­s juveniles de su país. En un partido amistoso en 2012 contra el Basel de Suiza, el joven se lució y los suizos le ofrecieron un contrato. Con el primer equipo del Basel, Salah salió campeón de la Super Liga Suiza. Cinco años después, sería elegido como el futbolista del año en África.

De Suiza se fue a Inglaterra, a formar parte del plantel del Chelsea, dirigido por José Mourinho. Fueron pocas las oportunida­des que le dio el entrenador de los ingleses y fue cedido al fútbol italiano. Primero a la Fiorentina y luego a la Roma. Allí, el egipcio hizo notar su presencia: en 83 partidos marcó 34 goles y brindó 24 asistencia­s.

Pronto, otro equipo inglés se interesó por él y Salah se fue a jugar al Liverpool, cuadro del que actualment­e es goleador y figura. Un Liverpool que quedó destrozado por la final de la Champions Ligue, pero que supo aplaudirlo, que supo acompañarl­o y llorar con él mientras caminaba dejando la cancha a sus espaldas. Un Liverpool que sabe que tiene que volver. Como todos, que sabemos que Mohamed Salah tiene que volver para jugar el primer mundial de su vida. Porque sabe, sabemos, que Mohamed Salah no es solo fútbol.

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 ??  ?? Épico. Cuando iban tres minutos del tiempo adicional Salah metió un gol a la selección de Congo y logró que después de 28 años Egipto esté en un Mundial.
Épico. Cuando iban tres minutos del tiempo adicional Salah metió un gol a la selección de Congo y logró que después de 28 años Egipto esté en un Mundial.

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