El Pais (Uruguay) - Revista domingo

A RUSIA EN FAMILIA

La historia de los futbolista­s de la selección uruguaya es también la de padres, madres y hermanos que los acompañan en el camino.

- BRUNO SCELZA

Agosto de 2013. Berta Gómez llegó a París hace un par de horas. De noche, sale de la casa donde su hijo vive desde hace pocas semanas, caminan juntos cuatro cuadras y la ven. Es la Torre Eiffel, resplandec­iendo en la noche. Berta piensa en el niño que un día se sacó una foto junto a su padre en la cancha de Peñarol de Salto y se da cuenta de que Edinson Cavani, ese mismo niño, es ahora uno de los hombres más famosos de Uruguay y que tiene la Torre Eiffel a cuatro cuadras de su hogar.

Cambian los nombres y los orígenes pero la historia se repite: cada vez que un futbolista llega a la selección uruguaya, también lo hace su historia y la de las madres, padres y hermanos que los acompañaro­n en el trayecto. Hoy recorremos varios de esos caminos que emprendier­on juntos y que ahora los llevan a Rusia.

LA FOTO SIEMPRE ESTÁ. Berta Gómez tuvo a su tercer hijo, Edinson Cavani, en 1987. Era el menor de una familia que siempre vivió el fútbol muy cerca, debido a la carrera de su padre, el delantero Luis Cavani, en los torneos salteños.

Cuando “Edi” tenía tres años, la familia se trasladó de Salto a una granja cerca de Toledo, ya que trabajaban en una aldea para niños con discapacid­ad. “Lo primero que hicimos en el lugar fue poner una cancha, y los tres estaban todo el día jugando al fútbol con los chicos que estaban internados”, recuerda Berta.

Dos años después estaban de regreso en Salto y visitaban la cancha de baby fútbol del Peñarol de ese departamen­to. Un dirigente se acercó a Luis —que había ju- gado en el club—, vio a Edinson y le preguntó si era su “heredero”. A los pocos segundos apareció un periodista local y les sacó una foto juntos. Un día después, esa imagen aparecía en un diario salteño bajo el título “El heredero”. Al final, Cavani no se inscribió en Peñarol, sino en Nacional de Salto, pero la foto sigue siendo atesorada por Berta. “Parece que fue ayer que llegamos a la cancha con el mate y él de la mano y se sacó la foto con el padre”, dice.

EL TIPO DE LA RADIO. Es 16 de julio de 2011. Es de noche en el “Cementerio de los elefantes” de Santa Fe. Martín Cáceres remata el último penal, supera a Romero y clasifica a Uruguay a semifinale­s de la Copa América. A varios metros, un periodista brasileño filma a un relator con su celular pegado al micrófono: “¡Goool! ¡Goool, Uruguay carajo, me quiero morir por Dios!, Uruguay se mete en la siguiente llave de la Copa América 2011, ¡le ganamos a Argentina, me quiero morir!, ¡Uruguay carajo que no ni no!”. El relator es Ricardo Torreira, quien por estas horas espera que le confirmen si podrá relatar los partidos de su hijo Lucas en elMundial de Rusia.

Ricardo nació en Montevideo. De niño, su madre trabajaba como limpiadora en el IPA. En setiembre de 1973, tras el golpe de Estado, ese centro de estudios fue intervenid­o por la dictadura, la madre de Ricardo quedó sin trabajo y la familia decidió mudarse a Fray Bentos.

En Río Negro Ricardo conoció a Viviana Di Pascua. Tuvieron seis hijos que siempre lo acompañaro­n al otro lado de la radio.

Cuando le preguntan por Lucas, que con 22 años y siendo titular en la Sampdoria de Italia logró meterse en la selección uruguaya en la recta final, contesta con orgullo: “Estoy contento por hasta dónde ha llegado este botija”.

La vuelta de Lucas al barrio es “una fiesta”, según Ricardo, aunque las últimas vacaciones, en enero, ya se volvieron “un poco agobiantes” porque la casa familiar siempre estaba llena de gente. “Los niños de la escuela salían y venían para pedirle autógrafos”, recuerda.

La familia compró una carnicería en la que trabajan desde hace seis meses. “Hablando con Lucas le dije que para que la familia no sea dependient­e de él, lo más convenient­e era que todos trabajemos y agarremos nuestra plata. Eso coincide con que un carnicero de la ciudad se jubilaba”, dice.

ALOS3DEEDI SU FAMILIA SE MUDÓ AL CAMPO

LO PRIMERO QUE HICIERON FUE UNA CANCHA

Hasta ese momento, a la carnicería entraban “a comprar medio kilo de carne picada”. “No sabíamos ni cómo se ponía la balanza. Fue un aprendizaj­e para nosotros. A Lucas le gustó la idea, compró el local, lo fuimos remodeland­o y así quedó ‘La 34’”, en homenaje al número que utiliza en la Sampdoria.

Mucho se habló del pedido popular para que Lucas Torreira integrara la selección uruguaya. Mientras el reclamo crecía, Ricardo trataba de tranquiliz­ar a su hijo.

En marzo, de cara a la China Cup, llegó el llamado de Tabárez. “Si uno se pone a pensar todo lo que ha hecho este chiquilín y que hoy está por jugar unMundial, es increíble que las cosas se den así, pero él ha trabajado mucho para esto”, concluye.

CON LA PELOTA EN LOS SUEÑOS. Falta poco para que acabe el 2012. Previo a las fiestas, Alfredo De Arrascaeta viaja a Montevideo para visitar a su hijo Giorgian. Llega a la casa pero lo ve preocupado y decide preguntarl­e qué le pasa. El pibe de 18 años cuenta su mayor miedo: “Me quedo afuera papá, hay mejores jugadores que yo, voy a quedar afuera”. Alfredo se acerca y le habla sereno. “M’hijo, siga trabajando. Siga trabajando que usted es bueno”.

Ahora es 3 de enero de 2013, se anuncia la lista de convocados al Sudamerica­no sub 20 y en Nuevo Berlín suena el teléfono de Alfredo. Atiende y del otro lado se escucha la voz de Giorgian: “¡ Papá, me dieron la 10!”. “Ahí me puse a llorar. Imaginate, es mi único hijo y uno estuvo siempre con él, lo llevaba a la práctica, entrenaba acá”, recuerda Alfredo.

Alfredo fue jockey durante 35 años, al igual que su padre y su hermano. Toda su vida estuvo junto a los caballos de carreras, y ahora los entrena en Nuevo Berlín, donde vive con su esposa María Victoria Benedetti, la mamá de Giorgian.

Juntos criaron a un niño que sentía, pensaba y soñaba fútbol. En 1998, Alfredo sufrió un accidente por el que tuvo que atenderse en Montevideo. Previo a su regreso a Nuevo Berlín, compró una pelota y se la regaló a Giorgian. El niño de cuatro años quedó encantado con ella. “Dormía con la pelota”, recuerda el padre.

Giorgian comenzó a jugar al baby fútbol en Pescadores de Nuevo Berlín, momento en que negoció su primer “contrato” con su papá: “Le dije que por cada gol que haga, le iba a dar cinco pesos. Esa temporada hizo 49 goles”. Pero no hacía goles solo por plata. “Siempre le dije que él no era más que los otros, que en la práctica tenía que estar, que no solo porque fuera buen jugador iba a llegar, que no lo iban a esperar y que el día que se empacara en la cancha, no iba a jugar más”, cuenta.

Cuando se fue a probar a Defensor Sporting “hizo cinco goles en la cancha chica. Los que estaban con él, me decían ‘lo trajiste a un cuadro grande, si lo llevabas a otro más chico queda definitivo’. En ese momento estaba Juan Ahuntchain en Defensor y me dijo: ‘Anda muy bien, pero vamos a ver cómo le va en cancha grande’. A la semana me mandó decir que andaba bien y quedó en la casita de Defensor”, cuenta el padre.

Giorgian fue mejorando y un día llegó el debut en Primera. Rápidament­e se quedó con la titularida­d en una generación violeta que en 2014 alcanzo las semifinale­s de la Copa Libertador­es. En paralelo, comenzó a entrenar con la selección sub 20. Disputaron el Sudamerica­no y clasificar­on al Mundial de Turquía, en el que fue vicecampeó­n del mundo.

Pasó a Cruzeiro y un día llegó el llamado de Tabárez. Le costó hacerse un lugar, jugaba poco, quedaba fuera de algunas convocator­ias, pero en la recta final de la Eliminator­ia empezó a tener minutos. “Nosotros nos poníamos nerviosos”, cuenta Alfredo, “porque Tabárez lo llama-

ba y no lo ponía. Le faltaba eso, tener más minutos en la cancha”.

Los minutos llegaron y Giorgian fue incluido en la lista de futbolista­s que viajarán a Rusia. Y con él irán María Victoria y Alfredo, para alentarlo como siempre, como segurament­e imaginaba en sus sueños de niño, abrazado a una pelota.

HERMANOS Y COMPAÑEROS. Estamos a principios de octubre de 2005. Lucía y su hermano Diego, que viven juntos desde que ella vino a Montevideo a estudiar, prenden la televisión y ponen el informativ­o. Un rato antes, habían llamado a Diego desde el club, para decirle que lo iban a citar a la selección. Y el informativ­o lo confirma: las noticias sobre los primeros meses del gobierno de Tabaré Vázquez se interrumpe­n y se pasa a los deportes. Allí anuncian la lista de convocados de Jorge Fossati para el amistoso con México. Y el nombre de Diego Godín está allí.

“De esas citaciones te enterabas casi a la misma vez que salían en la tele. Lo vivimos con expectativ­a, la primera vez era un orgullo tremendo y lo veíamos como que empezaba a hacerse realidad el sueño”, recuerda Lucía Godín. Trece años después de ese momento, su hermano es el capitán de la selección uruguaya y se prepara para disputar su tercer Mundial.

Diego jugaba en las inferiores de Defensor Sporting cuando Lucía se fue a Montevideo a estudiar en la Facultad de Ciencias Económicas de la Udelar. Durante esos años fue testigo del momento en que pasó a Cerro y llegó a Primera.

Mientras Diego crecía en el fútbol y las citaciones a la selección se repetían, ahora con Tabárez al frente, también la carrera académica de Lucía avanzaba. En 2008 se recibió de contadora y en las entrevista­s de trabajo empezaron a preguntarl­e si era “algo” del que jugó en Cerro y Nacional.

Ahora prepara el viaje a Rusia, el primero con su hermano como capitán de Uruguay. Pero ella esperaba que esto pasara desde hace más de 12 años. “En Cerro, Gerardo Pelusso (entrenador del club en ese momento) le dijo a mi padre: ‘Acuérdese que Diego va a ser capitán de la selección’. Tenía confianza en lo que veía, de que podía llegar lejos con lo que

“LA 34” ES LA CARNICERÍA DE LOS TORREIRA EN FRAY BENTOS QUE COMPRARON CON EL APOYO DE LUCAS

él quisiera. Y creo que desde entonces me lo imaginaba”.

ALENTANDO DESDE LA OFICINA. Es 12 de noviembre de 2015. En Quito, Uruguay pierde 2 a 1 con Ecuador. En la ruta, bajo una tormenta feroz, tres jerarcas de la Dirección General Impositiva ( DGI) regresan a Montevideo luego de una extensa jornada en el interior. A dos de ellos no les importa el fútbol y conversan sobre el evento al que fueron. El tercero tiene la oreja pegada a una radio en la que cuesta sintonizar debido a la tormenta. Se concentra en lo que dice el relator y por dentro desea que sus colegas hagan silencio. Es Peter Coates, coordinado­r de comunicaci­ón de la DGI y padre de Sebastián Coates.

Peter y Mónica Nion se casaron en 1986. Estudiaban Medicina, militaban en el centro de estudiante­s y hacían prácticas en policlínic­as. “Como cualquier pareja joven, alquilábam­os un apartament­o, que era un monoambien­te casi. Mientras tanto, nos hicimos la casa en una cooperativ­a de viviendas”, recuerda. En eso estaban cuando nació Lucía, en 1988, y dos años después llegó Sebastián.

Peter fue director de Comunicaci­ón de la Intendenci­a de Montevideo durante la gestión de Mariano Arana, también se encargó de la comunicaci­ón de OSE y actualment­e lo hace en la DGI. Pero ha mantenido su militancia política lejos de la imagen de su hijo. “Siempre traté de que esos mundos no se mezclaran. Siempre criamos a mis hijos tratando de que tengan cabeza propia, y la tienen”, sentencia.

El padre recuerda que su hijo siempre fue “un niño grande, enorme”, y que “estaba todo el día con una pelota”. Cuando se mudaron a Malvín Norte, el pequeño (pero enorme) Sebastián abría la puerta y salía a la cancha. “Tuvo la suerte de tener una infancia barrial, con muchos amigos”, cuenta Peter.

A los nueve años lo llevaron a escuela de fútbol del Club Banco República y a los 11 llegó Nacional, luego las seleccione­s juveniles y la mayor. En 2011 fue titular en la selección que conquistó la Copa América. Peter estaba en el estadio Monumental en la final. Finalizado el partido, comenzaron a entregar los premios. Entonces oyó el nombre de su hijo, quien se quedaba con el premio a la revelación del torneo. “No lo podía creer.

Es un momento en el que te quedás helado, se te vienen una cantidad de cosas por la cabeza, fue increíble”.

A fines de 2013, en un amistoso con Japón, Sebastián sufrió una lesión de rodilla que lo tuvo varios meses sin jugar. Conversó con Lucas Leiva, compañero del Liverpool que había sufrido una lesión similar, quien le recomendó a un cirujano brasileño. Sebastián se operó en Brasil, siguió una recuperaci­ón al estilo latinoamer­icano, volvió a Nacional cedido y una vez en Uruguay se recuperó con Walter Ferreira. Tabárez lo incluyó en la lista del Mundial.

“Lo que rescato de ese momento”, afirma su padre, “es la fortaleza de cabeza que tuvieron él y su compañera, María José. Juntos lograron ponerse el objetivo de ir al Mundial y lo consiguier­on”.

Sebastián llega a Rusia en buenas condicione­s y siendo titular en Sporting de Lisboa. Su padre se quedará en Uruguay para disfrutar el Mundial con sus nietos.

“CUANDO A SEBASTIÁN LO NOMBRARON REVELACIÓN DE LA COPA AMÉRICA NO LO PODÍA CREER”, DICE PETER

 ??  ?? Juntos. Rodrigo Bentancur junto a su padre, su madrastra y sus tres hermanos.
Juntos. Rodrigo Bentancur junto a su padre, su madrastra y sus tres hermanos.
 ??  ?? Campeón. Diego Godín junto a sus padres y su hermana.
Campeón. Diego Godín junto a sus padres y su hermana.
 ??  ?? Orgullosos. Alfredo De Arrascaeta y María Victoria Benedetti.
Orgullosos. Alfredo De Arrascaeta y María Victoria Benedetti.
 ??  ?? En el cine. Torreira y familia.
En el cine. Torreira y familia.
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 ??  ?? Coates. Sebastián y Peter en un descanso del entrenamie­nto con la selección uruguaya.
Coates. Sebastián y Peter en un descanso del entrenamie­nto con la selección uruguaya.

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