El Pais (Uruguay) - Revista domingo

LA PROMESA SE CUMPLIÓ RÁPIDO

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Es 25 de junio de 2018. En el vestuario del Samara Arena, Uruguay cierra la fase de grupos ante Rusia. Quizás, sentado en un banco del vestuario visitante, Rodrigo Bentancur, que ese día cumple 21 años, se ponga a recordar el momento en que, con 13 años, le dijo a su familia que quería quedarse en Argentina para entrenar en Boca. “Está bien, pero prometenos que vas a terminar el liceo sin importar lo que pase”, le pidieron. “Y cumplió, incluso jugando en la primera de Boca seguía yendo al liceo”, cuenta Cecilia Agradi, madrastra del volante de la selección uruguaya y la Juventus. Cecilia es argentina y vive en Uruguay desde 2003, cuando se puso en pareja con Roberto Bentancur. A Rodrigo y a su hermano Damián los conoció cuando tenían cuatro y nueve años.

Ella destaca que Rodrigo fue siempre muy maduro, y lo demostró en un momento muy difícil. “Se puso al hombro la enfermedad de su madre, y la cuidó demasiado para un niño de 9 o 10 años”, cuenta Cecilia. Mary, la mamá, falleció cuando Rodrigo tenía 11 años. “Fue un golpe durísimo para él. Pero tenía una contención familiar que lo ayudó”, señala. Esa madurez lo llevó a trasladars­e a Argentina con 13 años en busca de un club. “Hoy, a la distancia, pienso que lo dejamos ir muy chiquito. Pero en su momento se presentó esa oportunida­d” para que Rodrigo cumpliera el sueño que tenía desde que jugaba en Artesano de Nueva Helvecia: ser un futbolista profesiona­l. Para acompañarl­o, se fue unos meses a Argentina con sus hijas mellizas y vivieron juntos en la casa de sus padres.

El año pasado, Cecilia estaba en Italia junto a Rodrigo. “Un día me llama y me pide que le revise el mail para completar unos formulario­s. Era la convocator­ia a la selección”. Eran las 8 de la mañana en Italia y tuvieron que aguantarse cerca de cuatro horas para que su padre, en Uruguay, se despertara y recibiera la noticia. En 2017, Uruguay fue campeón del Sudamerica­no sub 20 con Rodrigo en el plantel. Ese año también se disputó el Mundial sub 20 en Corea, pero la familia considerab­a que el viaje iba a significar un gasto muy importante. Por eso, Roberto le prometió a su hijo que cuando jugara un Mundial con la selección mayor, viajarían a verlo. “Lo que no pensó es que iba a ser un año después”, relata entre risas. Las promesas se cumplen, y allí estarán todos para alentarlo.

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