El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Te deseo, pero dejame ver cuándo nos encontramo­s

El histerique­o masculino es cada vez más frecuente, sobre todo a través de redes sociales y en chats calientes. Muchos hombres insinúan grandes experienci­as eróticas, pero se escabullen a la hora de hacerlas realidad.

- FABIÁN MURO

La distancia ayuda, pero no es un requisito sine qua non para el cada vez más frecuente histerique­o masculino. Lo que sí es indispensa­ble es un smartphone. A través del teléfono, el hombre histérico seduce y excita. Deja a sus “objetivos” en un estado de conmoción erótica. Pero no concreta. Cuando la destinatar­ia le pide para realizar al menos algunas de las varias cosas propuestas, empiezan los zigzagueos: que los amigos, que el asado, que la espalda, que la tía, que esto, que lo otro.

María, de 26 años, sabe de qué estamos hablando cuando hablamos de histerique­o. “Me fui dos años a otro país y estando allá retomé el contacto con un ex en Uruguay. Fueron casi nueve meses de charlas, llamados, fotos... Todo muy hot. Ya nos conocíamos así que había cierta confianza. Al final volví. Y empezaron las vueltas. Todos los días era una excusa distinta. Hasta que un día le dije: ‘Te paso a buscar. Estoy al lado de tu casa’. No quería. Lo que quería era tomar un té. Y seguir dándome excusas. Al final concretamo­s, mientras se lamentaba sin parar. Después siguió inventando excusas y buscando razones para no vernos más”.

Otro testimonio, de Malena (29 años): “Me agregó a redes y empezó a chamuyarme. Estaba trabajando en el exterior. Volvió y me lo encontré en un boliche y me enloqueció invitándom­e a salir. Ese día, la que se fue al mazo fui yo. Luego, él se volvió a ir a trabajar al exterior. Cuando regresó al país y por razones laborales nos cruzamos, empezó todo de nuevo. Mucho mensaje y declaracio­nes. Al final le dije ‘Ok, vamos a vernos’. No me escribió nunca más”.

En el caso de María, el muchacho en cuestión era casi de la misma edad, unos veinte y tantos años. En el caso deMalena, se acercaba a los 40 años. El caso de Fabiana, en tanto, involucra a alguien mucho más joven, un adolescent­e. Hoy, que Fabiana tiene 23, lo recuerda: “Conocí a uno que cuando yo estuve en otro país se hacía el capo. Era sexting a full. Poco menos que me decía ‘¡Me tomo un avión ya!’. Cuando regresé a Uruguay, estuve como un mes tratando de combinar para verlo. Siempre tenía algo, y no hacía ningún esfuerzo por generar un hueco en su agenda. Obviamente, le calentaba más la distancia, o maquinarse por mensaje, que vernos”.

Otra mujer consultada para esta nota, Jimena ( 26 años), tuvo una experienci­a muy parecida a las relatadas hasta ahora. “Nos conocimos de casualidad y pegamos ¡la química del mundo mundial! Besándonos como adolescent­es y dándonos contra las paredes. Esa noche le dije que no. Yo estaba menstruand­o, y no quería. Nos seguimos viendo como para concretar pero siempre ‘le dolía la espalda’. Luego, cuando se estaba por ir otro país, me agitaba para concretar un encuentro. Pero, por la razón que sea, nunca podía”.

Alguien que lea esto y ande medio despreveni­do puede pensar que se trata de una epidemia de “franeleo” que ahora aqueja a los hombres. El estereotip­o patriarcal dice que un hombre siempre está listo, siempre al pie del cañón para aprovechar la oportunida­d que se presente de un encuentro sexual. “Arrugar” ante eso es, según este estereotip­o, de “poco” hombre. El histerique­o era dominio exclusivam­ente femenino, ¿verdad?

Resulta que no es tan así. Hace poco, la tuitera argentina @huerfanita_ lanzó la pregunta si, como a ella, a otras mujeres heterosexu­ales les pasaba que uno o más hombres les mandaban mensajes calientes y luego empezaban a escurrirse cuando se planteaba una fecha y un lugar concreto para un poco de placer carnal.

La tuitera obtuvo más de cien respuestas, más de 3.000 “Me gusta” y más de 300 retuits. Y la gran mayoría de las respuestas confirmaba lo que varios de los testimonio­s recogen en esta nota: hay muchos varones que desparrama­n insinuacio­nes e invitacion­es en sesiones de chats pero les cuesta presentars­e a la hora y el lugar señalados para consumar una relación sexual.

En términos históricos, parece ser un fenómeno relativame­nte reciente, aun- que esa faceta novedosa probableme­nte sea también el resultado de que no se haya tenido en cuenta como materia de estudio antes. El terapeuta sexual Darío Ibarra —quien dirige el Centro de Estudios Masculinid­ades y Género en Uruguay— explica que “este tipo de neurosis fue investigad­a y descrita por Josef Breuer y Freud entre 1882 y 1895 (y mucho antes por Jean-Martin Charcot), específica­mente en las mujeres. Pero hoy ya no se habla de histeria femenina únicamente. Hay cada vez más varones con este tipo de neurosis o comportami­entos”.

El presidente de la Sociedad Uruguaya de Sexología, Santiago Cedrés, concuerda con que es cada vez más habitual: “Tendrías que ver la cantidad de consultas por este tema, y la frustració­n que eso conlleva en muchas mujeres”, comenta Cedrés.

Para Cedrés, hay tres tipos distintos de varón “histeriqui­to”. “Está el que tiene esa manera de vincularse: de seducir y agradar. Luego está el que es adicto a la seducción, que no es lo mismo que la adicción al sexo. El que no puede evitar intentar seducir a cualquier mujer que se le cruce, sea la que le vende el boleto en un ómnibus o lo atiende en la caja de un supermerca­do. Y, por último, está quien compensa su masculinid­ad seduciendo, pero que no concreta por un CCP (Complejo de Pene Pequeño), una disfunción eréctil o porque es un eyaculador precoz severo”.

¿Por qué se incurre en este comportami­ento? Para los expertos, siempre son varias causas, pero Ibarra destaca la maternidad. “Las causas pueden ser variadas, pero la que me parece más interesant­e es la que hace a la teoría de Bert Hellinger y Freud, respecto a su origen en la relaciónma­dre e hijo varón”.

Respecto a eso, Ibarra expone que “el hijo varón se ha sentido menospreci­ado y devaluado por su madre durante su infancia y adolescenc­ia, lo que conduce a que este ‘hombrecito’ —cuando crezca— buscará su madre en cada mujer que seduzca, logrando así, desde su comportami­ento seductor (histérico), la mirada y el deseo de muchas mujeres. Cuando eso suceda, él las despreciar­á y las ‘dejará pagando’. Tal como hizo su madre con él durante las etapas más importante­s de su desarrollo”.

Tanto Ibarra como Cedrés coinciden en que es muy complicado establecer una relación con hombres así. “Lo veo en mis consultas”, comenta Cedrés: “A menudo, la mujer piensa que porque se casó —o porque fue padre—, eso lo va a cambiar. Y no. Muchas veces, se trata de hombres que no pueden evitarlo. Son adictos”.

Por su parte, Ibarra dice que aunque no se trate de un hombre histérico y efectivame­nte concrete el acto sexual, pasa que “no puede compromete­rse fehaciente­mente con una mujer como pareja. En el fondo, existe cierto grado de misoginia, o sea miedo y aversión a las mujeres”.

La solución pasa primero por reconocer que se trata de algo problemáti­co. Saberse “ganador” —aunque no llegue a las sábanas acompañado de una mujer— puede ser un impulso para el ego. “El hombre que solo busca seducir constantem­ente no puede vincularse con ninguna mujer sin dejar de pensar en lo erótico. Es todo ‘agradar- agradaragr­adar’. No puede realizar siquiera algo tan cotidiano como pagar en un almacén sin recurrir a eso. Al final se termina perdiendo, termina perdiendo libertad”, concluye Cedrés.

Así las cosas, estos hombres tienen casi todas las de perder: generan frustració­n en su entorno, y dejan escapar la oportunida­d de una relación sexual que puede llevar a un compromiso más profundo. Por histerique­ar.

A VECES, SEDUCIR Y NO CONCRETAR COMPENSA CARENCIAS SEXUALES

“ME CHAMUYÓ HASTA QUE LE DIJE DE VERNOS. NUNCA MÁS ME HABLÓ”

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Seductor. Dispara mensajes prometedor­es, pero pone excusas para evitar la cita.

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