El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La impostura militante

- WASHINGTON ABDALA

Me tienen harto con lo que se puede decir, lo que no se puede decir, lo que dicen que es inclusivo, lo que es políticame­nte correcto, el

free speech, el límite al free speech, los que se creen vivos y hablan en códigos, los que discrimina­n de cayetano, los sutiles, las nenas-bien que posan de feministas new age, los revoleta de ayer devenidos en depredador­es capitalist­as de hoy, las “hembristas” gruñendo, los “machistas” que no advierten que se les cayó el piano… las barras dogmáticas me agotaron, basta con la “verdad”. Basta, me bajo del murito. (¿Somos bobos —las mayorías— pero no tanto verdad? ).

Lo que pasa es que nos tienen jaqueados, a nosotros, justamente, a los libertario­s, a los que peleamos por el derecho de las minorías eternament­e— pero para que las respeten— no para que se armen grupos con mentalidad casi nazi y salgan a la calle a “matar al macho”. O alegorías de ese calibre repetidas sin pensar. No, eso no es tolerancia. Alguna gente piró.

Hay mucha locura por allí. Demasiada y hay que resistir. No voy a hablar con el lenguaje inclusivo que me ordenan porque entiendo que es banal semejante distracció­n, es una escapada a lo central: se trata igualar en lo fáctico y no en la retórica los derechos de las mujeres. ¡No se coman bulones chicas! ¡La igualdad tiene que ser de veras! No se trata de deconstruc­ción idiomática el debate, no es desmontar dispositiv­os comunicaci­onales, el asunto requiere acción ymenos retórica. Y hechos, hechos, no palabras. ¡Hechos!

Y el pesadeo (patoterism­o) del discurso de las supuestas minorías, elaborado casi con derecho porcentual a representa­ción parlamenta­ria, a esta altura resulta ofensivo. Y estoy consustanc­iado firmemente con los géneros igualados pero de allí a seguir engrosando las filas de los reclamante­s por nuevas causas, no sé, un día vamos a terminar aplaudiend­o el derecho a representa­r a los dueños de perros pequineses (?). Presten atención a cuanto quiosco anda por allí y observarán que cada uno cree que su micro- mundo es la clave para la existencia universal, y así vamos desde temas que hacen a la convivenci­a real hasta imbecilida­des planteadas por cualquier cosa. Y no discutimos en voz alta porque seríamos violentos verbales. ¡Minga! ¡Somos garquetas, pero en el fondo pensamos que mucho planteo es tilinguerí­a barata! Esa es la verdad, pero ponemos cara de Demóstenes con la toga porque tememos que nos tilden de “retrógrado­s”. No deberíamos temer a ser lo que se crea correcto sin ofender a nadie. ¿Es una democracia no? Cobardía por intimidaci­ón es decadencia y flaqueza. No se hace un país así. Arrinconan­do de pesuca no vale (eso sí que es ser retrógrado y facho). ¿Quién decide qué vale y cuándo vale? Todos, la sociedad, la democracia es eso. Alguna vez planteé por allí que el método del referéndum consultivo, adherido a los actos eleccionar­ios, sin naturaleza vinculante pero con fuerza moral para ordenar debates sociales, era una idea interesant­e. Los suizos los hacen “vinculante­s”. Y dale que va. Es una opción sencilla, es un papelito, son preguntas, se contestan y listo. Se mapea la voluntad ciudadana con legitimida­d. Es algo más valioso que preguntarl­e a las encuestado­ras, aunque el resultado sea muy similar, digamos. Democracia directa pero formal.

¿No sería constructi­vo orientar problemas de la gente con la voluntad explícita de la gente? No entiendo cómo esta modalidad no es más usada. Grecia adorados, Grecia siempre. Vox populi, vox dei.

Hace unos años (apenas dos décadas atrás) daba clases sobre el modelo de C. B. Macpherson de Democracia liberal. La clave era solo una: el pueblo participab­a de todo. Cuando él lo planteó no existía ni el voto electrónic­o, ni los

smartphone­s (era delirio futurista.) Solo planteo una miserable hojita con diez preguntita­s cerradas (sí o no), y organizarí­a múltiples desafíos y nos haría madurar en vez de debatir sobre la estupidez cotidiana. Va pelota, si alguno la quiere, tuya mago omaga. ¿No ves que es imposible hablar así?

“¿No sería constructi­vo orientar problemas de la gente con la voluntad explícita de la gente?

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