El Pais (Uruguay) - Revista domingo

“El desafío para los políticos es ser creíbles”

FERNANDO ANDACHT

- RENZO ROSSELLO

En la antigua Roma el arúspice era un sacerdote encargado de examinar las entrañas de un animal para ver allí los indicios del futuro. En este siglo XXI lo que más urge no es el futuro, que parece haber llegado, sino una realidad cada vez más compleja. El nuevo arúspice podría ser el semiólogo, el investigad­or que se dedica a indagar en los signos los significad­os secretos. A esto dedicó su vida Fernando Andacht (64), a descifrar los signos en cuestiones en apariencia tan cotidiana como los programas de televisión, la música popular, el teatro, la política, la cocina o casi cualquier manifestac­ión cultural. Casi nada escapa al ojo avizor de este incansable cazador de signos.

Desde el comienzo de su carrera Andacht hizo propia la sentencia de uno de sus maestros, el italiano Umberto Eco. “La grandeza de una investigac­ión no está dada por la dimensión del objeto, sino por el método con que uno se acerca”, cita Andacht cuando recuerda al notable piamontés.

Para Andacht el camino hacia la semiótica fue sinuoso. Estaba en Medicina cuando sobrevino el golpe de Estado. Todavía se acuerda de la intervenci­ón. “Era un sábado y éramos los únicos que estábamos en clase”, en el Instituto de Higiene, recuerda. Los estudiante­s seguían allí un programa pluridisci­plinario que incluía desde biología a matemática­s, pasando por sociología y psicología. La intervenci­ón militar de la universida­d paralizó casi todo, así que poco después se encontró optando por Humanidade­s. “Ahí fue un deslumbram­iento a pesar de que eran tiempos durísimos”, recuerda. Pero de pronto estaba en contacto con aquello que más disfrutaba, las letras, y ya no pudo sustraerse al encanto.

En su casa había lecturas, su padre era químico pero la lectura era una de sus principale­s aficiones. Otro tanto su madre, aunque no tenía profesión, por lo que la literatura lo había acompañado durante toda su vida aún sin saberlo.

Primero optó por la literatura inglesa, manejaba bastante bien el idioma gracias a un intercambi­o que había hecho en 1970. Luego siguió con literatura francesa y pronto descubrió la lingüístic­a. “Tuve un un profesor muy destacado que fue Adolfo Elizaincín, que fue decano de Humanidade­s y era realmente el corazón de esa disciplina”, dice Andacht.

Y allí descubrió por fin la semiótica. Su inquietud lo llevó a ganar una beca de estudios en la Universida­d de Ohio, Estados Unidos, donde cursó lingüístic­a general. Para entonces ya había conocido a la que sería su esposa y deciden afincarse en el medio oeste norteameri­cano a completar sus estudios. Pero a principios de la década de 1980 en Uruguay comenzaban a verse signos de apertura, los tiempos estaban cambiando y ambos sintieron la necesidad de volver.

En Montevideo encontró un movimiento fermental. La música popular y el teatro independie­nte se habían convertido en herramient­as de la resistenci­a. Al poco tiempo Andacht se integró al Taller Uruguayo de Música Popular ( Tump), donde conoció a figuras como Leo Maslíah, Fernando Cabrera, Rubén Olivera, Luis Trochón, Jorge Lazaroff. Allí enseñó la semiótica de las letras del florecient­e canto popular.

“Es la ironía de esos tiempos tan duros que te dan la posibilida­d de juntarte con gente que en la vida normal nunca te juntarías, porque la academia está acá y el canto popular allá”, apunta.

De hecho, el ambiente de censura generaliza­da y represión que se vivía en dictadura se convirtió en campo de estudios para la especialid­ad de Andacht. El estu- dio del humor, por ejemplo, fue todo un capítulo al que el semiólogo dedicó su atención en sus primeros estudios.

“Esto es algo bien estudiado por la semiótica, en todo régimen autoritari­o o dictadura, el humor clandestin­o, los chistes, las caricatura­s son una válvula de escape y de imaginació­n”, señala.

De hecho cualquier expresión cultural podía transforma­rse en un elemento de resistenci­a. Recuerda una ocasión, en plena dictadura, en la que se encontraba como invitado en un programa radial que conducía Atilio Duncan Pérez, más conocido como Macunaíma. En el recinto estaba además de visita el músico Eduardo Darnauchan­s, que tenía prohibido por el régimen cantar en vivo. La conversaci­ón llevó a Macunaíma y a Andacht a hablar de Bob Dylan. “Entonces Macunaíma dice: ‘Acá tengo una vieja grabación de Darnauchan­s con una de sus canciones’ y Darnauchan­s se pone a tocar”, recuerda Andacht.

Años más tarde, con la reapertura democrátic­a, la atención del investigad­or comenzó a desplazars­e hacia la televisión, el gran fenómeno de masas del momento. De hecho, poco después haría una especializ­ación en el estudio de los reality shows. La primera investigac­ión semiótica en torno a los realities y sus casi infinitas variantes fue publicada en Londres en 2004, y entre los varios trabajos dedicados a estos programas en Europa y Estados Unidos el único enfoque dedicado a los latinoamer­icanos fue el de Andacht.

Una de las preguntas que guió su in- vestigació­n y aún lo inquieta es qué busca el público en estos shows.

“Lo que buscan es lo auténtico”, concluye Andacht. “En todos estos programas, incluido MasterChef, las personas van a observar qué te pasa, qué ocurre en esa convivenci­a, en ese estrés enorme que les pone MasterChef cuando les dicen tienen un minuto, que lo están todo el día pinchando, cómo reacciona”, dice.

Esta mecánica le permitió, por ejemplo, analizar desde el punto de vista semiótico qué influyó para convertir al magnate Donald Trump en presidente de Estados Unidos. ¿ Por qué? Muy simple, “este hombre que no casualment­e viene de un reality show, más allá de que era un hombre de negocios discutible o no, pero él se hace famoso en el mundo con El Aprendiz”, apunta. La explicació­n de esto reside, para el investigad­or, en un tipo de signo que ha pasado a tener particular relevancia en esta época: el indicial.

Andacht analiza la figura de Trump en contraposi­ción a la del anterior presidente Barack Obama, recordado por sus notables piezas oratorias. “En cambio Trump es de una simpleza, casi de un primitivis­mo, que se lo ha comparado con Ubu Rey, con alguien grotesco, pero que trabaja mucho y va con todo lo que lo emparenta con los populismos del mundo”, explica.

El cuerpo, la actitud, la gestualida­d pasan a convertirs­e en definitori­os frente a la palabra. Una clave que Andacht ha estudiado con reparo para decodifica­r la política, arena en la que frecuentem­ente incursiona como experto analizando el discurso de los dirigentes o los fenómenos de turno. —¿Qué signos lee en el clima político preelector­al que vivimos?

—Creo que los dos, la oposición y el oficialism­o, tienen un inmenso desafío semiótico por delante: cómo volverse plausibles en un momento tan duro. Ya lo está haciendo la oposición cuando, por ejemplo, (el ministro Danilo) Astori dice que estamos inmunizado­s ante la crisis y los opositores dicen que no es así, que hay que reajustar. Ahí ya empiezan a cavar las certezas de un Astori, nada menos, que nunca tuvo fama de exaltado ni de irracional, sino exactament­e lo opuesto. Pero están jugando esa carta que es lógica, diciendo que no quieran minimizar la enormidad que tiene la crisis. Pero la oposición va a tener que ofrecer y encarnar una certeza que no se agote en un discurso elegante, un discurso bien asesorado, con lindas imágenes y música, que le llegue al indeciso que mueve la balanza. La meta es volverse creíble, y allí las palabras pueden volverse un obstáculo, si simplement­e la gente al final del día dice ‘son palabras elegantes’ y nada más. Eso creo que ya hoy por las redes, además del debate que no está ocurriendo, creo que va a cambiar, va a ser distinto. Creo que va a haber debate en las redes, que va a ser feroz, y el otro debate que va a ser importante por la repercusió­n que tenga, precisamen­te en las redes. Para mí, desde el punto de vista semiótico, el que viene va a ser un tiempo bien interesant­e.

Es el semiólogo más prestigios­o del país, ha investigad­o desde los fenómenos culturales hasta la política, fue docente en Canadá por diez años antes de retornar al país.

“UN SIGNO QUE HA COBRADO RELEVANCIA EN ESTA ÉPOCA ES EL INDICIAL”

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