El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Combate enmascarado
El primer deporte que le dio a Uruguay fama mundial, aunque sigue sin ser masivo ayuda a bajar los efectos del estrés y mejora la autoestima.
Las piernas separadas con la abertura de los hombros y flexionadas, casi como si se estuviera sentado, pero no. Se está parado. Los pies abiertos pero no tanto. El arma en una mano, la otra queda libre y ayuda al movimiento de todo el cuerpo. El cuerpo, que se mueve según esté atacando, según esté defendiendo, según la estrategia, según el combate, según el rival. El cuerpo, que se mueve como en una coreografía en la que todo puede pasar, que se mueve con la fuerza de las piernas y la coordinación de ellas con los brazos. El cuerpo, que está cubierto de forma tal que el arma no pueda alcanzarlo bajo ninguna circunstancia. El cuerpo, que está conectado a una máquina eléctrica para poder contar los tantos, porque este tanto es el único de todos los deportes que va a una velocidad tal que supera a la vista humana.
Todo eso ocurre en una pista de 14 metros de largo y entre 1,5 y 2 de ancho. Todo eso ocurre en un combate de esgrima, un deporte que enfrenta sin lastimar, una disciplina que vive en una dualidad: en un combate (un enfrentamiento) siempre se está solo y ganar, perder o tener un buen desempeño depende del esgrimista, su cabeza, su cuerpo y de la lectura que pueda hacer de su oponente, pero de nadie más. Sin embargo, para entrenarse y preparase para el combate, sí o sí necesita de otra persona, de alguien con quien tirar, como le dicen los esgrimistas a enfrentarse con las armas. Y, claro, de un maestro que lo prepare.
En Uruguay la esgrima es un deporte amateur. Los únicos profesionales son los maestros que lo enseñan, que no son muchos. Además, es una disciplina que se practica solo en Montevideo. Hubo intentos de llevarla al interior del país, pero no ha funcionado; así, en la capital hay entre 100 y 120 esgrimistas (eso sin contar a los que hacen esgrima de forma recreativa pero no participan de las competencias), según Diamante Ariel Peirano, secretario general de la Federación Uruguaya de Esgrima.
Pero, ¿ qué es la esgrima? ¿ quiénes pueden practicarla? ¿es riesgosa? ¿se pelea con una espada? ¿cómo es la protección? ¿en qué cosiste un combate? Aun- que para algunos tiene más que ver con la escena de alguna película que con un deporte olímpico, la esgrima es una de las disciplinas más antiguas del mundo: tiene sus orígenes en los combates con espada más primitivos de la historia. Devenida en deporte convencional, el primer campeón uruguayo del mundo fue un esgrimista, Nicolás Revello en 1898. Hoy hay 11 salas con maestros y esgrimistas que pelean por mantenerlo vivo y transmitir su pasión.
EN GUARDIA. “Lo primero que tiene que hacer alguien que quiere practicar esgrima es leer el reglamento”, dice Peirano. Lo primero que hay que saber es que no hay edad ni contraindicaciones. Desde niños hasta adultos mayores, todos pueden ser esgrimistas. De hecho, explica el maestro Flavio Della Cella, al frente de la Sala MCD, “está recomendado por la Organización Mundial de la Salud ( OMS) como uno de los pocos deportes que se puede empezar a cualquier edad. La diferencia está en el objetivo al que tú quieras llegar. Si empezás a los 50 años no vas a ser campeón olímpico, si empezás a los 4, capaz que sí”.
Della Cella llegó a la esgrima de casualidad, cuando era un adolescente y le dijeron que tenía que hacer deporte para corregir un problema de columna. Natación
HAY TRES TIPOS DE ARMAS CON NORMAS DISTINTAS: LA ESPADA, EL SABLE Y EL FLORETE
o esgrima, esas eran las opciones. Y él eligió las armas. Primero lo hizo en el club Neptuno, donde conoció a su maestro, Cándido Domínguez, quien fue catalogado como uno de los mejores profesores del mundo. Se formó con él 20 años. Se fue a estudiar a Alemania, hizo una maestría y se convirtió en el competidor que representó más veces a Uruguay en torneos de esgrima. Menos en Juegos Olímpicos, tiró en todos: campeonatos nacionales y federales, sudamericanos, panamericanos, preolímpicos, mundiales y copas del mundo (que en esgrima no son lo mismo: hay un mundial por año, se tiran todas las armas y el que gana ese día es el campeón mundial, las copas del mundo, en tanto, se tiran varias veces durante el año; el campeón de la copa el mundo es una sumatoria de los puntajes todas esas pruebas).
Sin embargo, hay algunos aspectos básicos que es necesario saber en primera instancia y antes de seguir explicando cualquier otra cosa. Por ejemplo, que hay tres tipos de armas: espada, florete y sable, y que quien no tenga experiencia, primero aprenderá lo esencial de la esgrima para luego decidirse por una de las tres.
“Cada una de ellas tiene particularidades desde el punto de vista estético y funcional y a su vez tienen reglas diferentes”, dice Della Cella. Por un lado, están las armas convencionales, es decir, que responden a normas específicas, y son el sable y el florete. La espada, en tanto, es no convencional: algo así como un vale todo, es decir, es válido tocar en todo el cuerpo y se juega al que toque primero.
Las reglas principales de las convencionales son dos. La primera es “la restricción del blanco: a diferencia de la espada, no tocan en todo el cuerpo, tocan donde se puede, en el blanco válido”, explica Della Cella. “En el sable es de la cintura para arriba y las piernas no cuentan. La careta, sí. En florete es el tronco, el pecho, la espalda y una línea que va por la entrepierna y cierra por detrás a la altura de la cintura. Los hombros también valen”, agrega. La segunda norma es la prioridad de ataque: “El que ataca tiene derecho a meter el tocado y el otro para poder atacar está obligado a defenderse primero, o sea, a efectuar un movimiento de bloqueo que produce una parada y una respuesta”, dice el maestro.
De esta forma, la esgrima es un deporte en el cual trabaja el cuerpo, pero también la mente. Enfrentarse a un rival no requiere solo de la potencia de las piernas y los brazos, sino de estar totalmente enfocado leer su juego y saber qué estrategia plantearle.
La concentración, dice Peirano, maestro y dirigente de la Federación, es una de las habilidades que más se trabajan y practican. Es por eso que hay gente que no lo hace para competir, sino como una terapia: “Porque son tantas las cosas en las que te tenés que focalizar y mentalizar para tirar que te tenés que abstraer de todo lo demás”, sostiene Peirano. Y entonces, el mundo queda afuera y solo existe el cuerpo, el arma y el rival.
Pero además, practicarla ayuda a las personas con problemas de autoestima, brinda seguridad y mejora la capacidad de razonamiento y la toma de decisiones. En la esgrima no se camina de forma natural ni su posición habitual es como natural. “Entonces el primer desafío está en poder caminar, después en lograr la coordinación de las piernas con el cuerpo, son todos pasos que van logrando y venciendo. Y después tiene la etapa de empezar a trabajar con las manos o con armas y ahí empieza la coordinación de todo lo que es el tren superior”, explica el maestro Peirano. De esta forma, cada paso es un logro que ayuda a mejorar el autoestima, especialmente en los niños.
“Al ser básicamente un deporte individual, (en un combate) dependés de ti mismo, entonces te aporta eso, la seguridad de que lo que tú hacés te beneficia o no a ti mismo”, cuenta Alejandra Papuchi Santestevan (36), que practica esgrima desde los 17 años y que es alumna de Della Cella desde hace once.
Pero también requiere de una buena preparación física, e incluso, es gran parte del entrenamiento. “La parte física”, dice Della Cella, “en la carga del trabajo, es casi un 40%. El otro 60% es técnico táctico. Es un deporte que basa su actividad en lo aeróbico anaeróbico: es necesario entrenar la resistencia, la explosión, la velocidad. Porque en la esgrima todo empieza lento y termina rápido” (aunque hay armas en las que los combates son más rápidos que en otras). Es por eso que el entrenamiento no consiste solo en agarrar el arma, sino que también se trabaja con aparatos, tanto a nivel general como con músculos específicos.
NO SE PUEDE EXPLICAR. “Una vez que se entra a la esgrima y te empieza a apasionar, no te desvinculás más, si te vas en algún momento y de alguna forma volvés. Es difícil de explicar, pero es así”, dice Peirano, que se acercó a la esgrima en la escuela militar, luego hizo un curso para poder ejercer como docente y desde entonces nunca más se fue. Hoy está al frente de la sala del Club Andresito.
“A veces me lleno de cosas y no puedo ir a la sala por unos días y es como que lo necesito. Después vuelvo y me digo que no voy a pasar tanto tiempo sin ir. Cuando estoy muy loca o estresada, voy al plastrón (un muñeco que está pegado a la pared para poder practicar) y me descargo, es como terapéutico”, cuenta Victoria Coto, actriz, que conoció la esgrima en su escuela de teatro hace dos años y no quiso dejar de practicarla. Aunque como sostiene Della Cella, su maestro, no es habitual que las mujeres tiren sable, ella es el arma que prefiere, en la que se especializó y por la que compite.
En su sala, Della Cella intenta que sus competidores puedan tener experiencia a nivel internacional, porque en Uruguay hay solo dos campeonatos para compe- tir: el Federal y el Nacional. Por eso prepara a sus alumnos para que puedan tirar en el exterior.
Eso es lo que está haciendo ahora con Victoria Domingues, brasileña que vive en Uruguay, campeona del Federal en la categoría mayor en espada, que participó en los Sudamericanos y se prepara para poder clasificar a los Juegos Olímpicos de 2024. Eso es lo que hizo (lo que hace) con Fabián Aldunate, que participó en el Campeonato Mundial de China, compitiendo en espada, el arma que practica. “Mi experiencia en el mundial fue sumamente gratificante, primero que nada porque tuve la oportunidad de ir a China y conocer una cultura distinta a la occidental. Además pude competir y conocer a esgrimistas profesionales, que viven de la esgrima y que además son los mejores de sus países”, cuenta Fabián, licenciado en bioquímica de 27 años que reparte el tiempo para poder entrenar entre su trabajo y sus estudios de maestría. Lo mismo le ocurre a Alejandra Papuchi: “Para hacer deporte renuncio a muchas otras cosas en la vida. Salgo muy poco con mis amistades, el tiempo libre que tengo se lo dedico a la esgrima y lo hago porque es una actividad que me gusta, es algo recreativo también”.
Como siempre, como para casi todo, ser esgrimista lleva tiempo, requiere de dedicación, de compromiso y sobre todo de paciencia. Como dice el maestro Della Cella, “tener un esgrimista en condiciones de competición es como plantar un árbol: lleva mucho tiempo hasta que el árbol da sombra”.