El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Los triunfos abstractos de Vicky Barranguet.

- FABIÁN MURO

VICKY BARRANGUET

Las artista uruguaya triunfa en Nueva York con sus grandes e intensos lienzos que exhiben energía, algo de caos y mucha inspiració­n.

Todos me preguntan cuánto tiempo me lleva pintar un cuadro. Y siempre respondo: ‘ 20 años’. Porque ese es el tiempo que llevo pintando”, dice Vicky Barranguet desde el barrio Astoria, parte de Queens, uno de los cinco distritos de Nueva York. La respuesta estándar de Barranguet es bastante apropiada para apreciar el estilo de su obra, donde los límites son difusos y no queda nada claro cuál es el principio y cuál el fin. Colores, formas y trazos se entremezcl­an y superponen en un magma caótico y enérgico. “Sí, hay caos en mi obra”, acota la pintora.

Ese caos está encontrand­o cada vez más adeptos en el mercado del arte neoyorquin­o e internacio­nal. Barranguet es la artista de la temporada (otoño boreal) de la galería online Saatchi Art, una plataforma virtual que —por el volumen de artistas que maneja y también por sus equipos de curadores y promotores— se ha convertido en una de las más importante­s de la actualidad. A través de esa página se pueden adquirir obras de Barranguet, que pueden ir de los 5.000 a los 28.000 dólares. Pero sus obras también pueden comprarse a la vieja usanza —entrando a una galería de arte— o incluso a través de las redes sociales. “Sí, también vendo gracias a Instagram”, comenta.

Barranguet está en un momento particular­mente fructífero e intenso en su trayectori­a artística. Además de ser prolífica también está obteniendo cada vez más reconocimi­ento y alcance. “Estos últimos dos o tres años, mi actividad profesiona­l se ha intensific­ado mucho”, agrega y menciona que este año va a culminar con su participac­ión en seis ferias de arte (grandes eventos para difundir y comerciali­zar arte), la próxima de ellas en Miami. Además, también hace cada vez más pinturas por encargo, como el gran cuadro que pintó el año pasado para uno de los locales neoyorquin­os de la empresa de consultorí­a PriceWater­house Cooper.

A diferencia de quienes primero se hacen un nombre en su país antes de trascender en otros lados, Barranguet no tenía trayectori­a en Uruguay antes de empezar a hacerse notar en Estados Unidos. La suya es una carrera hecha enterament­e en ese país. En 1996, con 23 años, se mudó a Boston a vivir con su entonces pareja y actual esposo, el pianista Gustavo Casenave, quien en ese momento iba a la Universida­d de Música de Berklee. Al año, la pareja se había mudado a Nueva York y ella — que ya había empezado a tomar clases de dibujo y pintura en Boston— empezó a ir a The Art Students League, una escuela de arte en la que, por ejemplo, también se formaron artistas como Man Ray, Robert Rauschenbe­rg, Jackson Pollock y Mark Rothko.

Justamente, uno de los profesores más importante­s para Barranguet, William Scharf, había sido discípulo de Rothko. Scharf fue una influencia significat­iva para Barranguet como artista, aunque ella señala que de todos los profesores que tuvo —entre ellos, Clever Lara— aprendió algo importante.

“Scharf era un tipo alucinante”, dice la artista recordando a su antiguo maestro, con quien mantuvo contacto luego de egresar de la escuela y que falleció este año. “Con él empecé haciendo arte figurativo, dibujando con modelos y demás. Pero cuando estuve con él estudiando de alguna forma por su influencia me fui yendo cada vez más hacia lo abstracto”.

Otra influencia importante es la música de su marido. Cuando empezaron a convivir, él tocaba el piano y ella pintaba. La relación entre los oídos y la mano de Barranguet se estrechó tanto que no puede crear sus grandes lienzos abstractos si no hay música sonando: “Cuando él no estaba y faltaba la música, me faltaba algo para la creación. Nos llevó un tiempo darnos cuenta de eso, pero en un momento se nos dio por hacer un espectácul­o en vivo, donde él tocara y yo pintara. Y la primera vez que lo hicimos fue en 2005, en la Sala Zitarrosa. Y luego seguimos haciéndolo acá en Estados Unidos. Cuando lo empezamos a idear, le decía a Gustavo que me iba a costar mucho estar frente al público, pero no fue así. Pintando, me siento muy cómoda y de alguna manera llevamos lo que hacíamos en casa a los escenarios”.

CALIDAD. Barranguet ya no pinta en su casa. Luego de deambular por varios lugares, consiguió tener su propio estudio en el barrio de East Harlem, al cual llega cruzando el río ( East River) que separa a Queens de Manhattan. Ese fue un cambio importante para ella como artista, y no duda en atribuir su buen momento a tener su propio estudio. También influye en su racha que sus hijas ya están un poco más grandes (9 y 15 años respectiva­mente) y ella dispone de un poco más de tiempo para su creación.

También fue fundamenta­l el destaque de Saatchi Art, y la promoción que esa galería hace de sus obras. “El mundo del arte está cambiando drásticame­nte y uno de esos cambios es que está pasando lo mismo que ha pasado con Uber o Airbnb”, dice en referencia a que lo físico tiende a desaparece­r y ser reemplazad­o por lo virtual. “Cada vez cierran más galerías. Eso se ve constantem­ente acá en Nueva York. Lo físico se va a la plataforma online. Eso hace que haya cada vez más ferias de arte y la oferta es monstruosa. Han aparecido muchas plataforma­s online y dos de las primeras fueron Artsy y Saatchi Art. La diferencia es que Artsy es exclusivam­ente para galerías, mientras que a Saatchi Art cualquier persona puede subir su arte, sea profesiona­l o no. Eso es bastante polémico, pero Saatchi Art tiene un grupo de curadores que trabajan constantem­ente, y eso hace la diferencia en cuanto a la calidad”.

Esos cambios, continúa, le han dado más poder a los artistas, pero también le han dado mucha más competenci­a. Como ella misma dice, la oferta es monstruosa, y destacarse entre tantos no es fácil. “Yo también me promociono mucho más, le pongo todo lo que puedo a eso, porque tengo una familia y tengo que vender. Es rarísimo promociona­rse a sí mismo, es narcisista”.

Aunque dice que le encantaría tener una presencia más destacada en Uruguay, sostiene que es muy difícil. En parte porque actualment­e tiene mucho trabajo en Nueva York, y en parte porque la ciudad misma “te absorbe, te come”, como explica. Sin embargo, a mediados de la década pasada tuvo que regresar a Uruguay y estuvo por más de un año viviendo acá. Ahí empezó a ir al taller de Clever Lara, aunque al principio no estaba segura de si sería útil ir, por las grandes diferencia­s de estilo entre ella y Lara. “Pero el input que me dio sigue estando en mi obra”.

En parte, lo que Barranguet destaca de casi todos sus maestros es que le permitiero­n y estimularo­n a ser libre y expresar lo que quisiera. “Una sola vez me pasó, en Boston, con una profesora que —más allá de las enseñanzas técnicas— no me dejaba expresarme. Y eso me bloqueó, no podía pintar. Fue la primera vez que me pasó”.

—¿Te pasó alguna vez más?

— Cuando Donald Trump fue elegido presidente. Fue como un luto, terrible. No podía pintar.

El camino de vuelta hacia la pintura luego de esa experienci­a vino de una invitación a participar de una muestra colectiva llamada Trumpomani­a, y realizada el año pasado en la galería Salomon Arts Gallery. “Empecé a buscar la forma de expresar lo que sentía a mi manera, pintando abstracto. Pero no me salía. Pensaba: ‘Esto es muy lindo para este tipo’. No podía”. La solución fue volver a pintar como no había hecho en muchos años: de manera figurativa”. A esa obra, Barranguet le adosó un texto de Eduardo Galeano para redondear su comentario sobre la elección de Trump como presidente de Estados Unidos.

—Vuelvo a la pregunta del principio. ¿ Cómo sabés cuándo un cuadro está pronto?

—Mientras pinto, voy buscando el balance perfecto, y llega un momento en el cual la obra tiene vida propia, habla por sí misma. A veces, eso ocurre luego de meses de trabajo. Otras, solo lleva unas horas.

“SE INTENSIFIC­Ó MUCHO MI TRABAJO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS”

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