El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La primer ministra que da cátedra de liderazgo

Elegida tres veces para estar al frente de Nueva Zelanda, Helen Clark es una feminista de pura cepa y política de vocación que revela su método para mantenerse en primera línea 40 años.

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Helen Elizabeth Clark, 68, se crió en una granja de ovinos y vacunos en los campos de Hamilton, Nueva Zelanda. Creció, lejos de los centros urbanos, como la mayor de tres hermanas con padres campesinos. Otros tiempos en la Cuenca del Pacífico.

Hoy, cuando ella ostenta un rol histórico en su país como la única neozelande­sa que ha sido elegida tres veces Primera Ministra y la primera en encabezar el poderoso Partido Laborista, vuelve a su infancia para buscar las profundas raíces de su éxito. Con una carrera política brillante que cruza más de cuatro décadas, Clark fue elegida, en 2009, como administra­dora del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, proyectand­o su carrera al mundo internacio­nal.

Feminista de cepa que, con su ejemplo, ha dado testimonio de liderazgo en todo el mundo — la actual Primera Ministra Jacinda Ardern ha reconocido que se inspiró en Helen para dirigir a su país—, confiesa que fue en la granja de sus padres donde aprendió a forjar el carácter que la catapultó en su carrera política.

“Si tú crecés en una granja de un lugar recóndito en Nueva Zelanda, como yo, te conviertes en una persona resiliente. Porque estás viviendo una vida continuame­nte afectada por las fuerzas de la naturaleza y en medio del aislamient­o, tienes que desarrolla­r resilienci­a interna. Yo, como no tenía hermanos hombres — el trabajo campesino está muy marcado por el género—, tuve que aprender, con mis tres hermanas, a hacer de todo”, recuerda.

Desde pastorear hasta ordeñar y desde marcar ovejas a esquilar, las tareas campesinas esculpiero­n su determinac­ión. Probableme­nte, si hubiera habido hijos hombres en la granja de los Clark, otro hubiese sido el destino de esta líder. Contrarian­do a su generación y sin competenci­a masculina, ella creció sintiéndos­e que podía hacerlo todo. — ¿ La marcó vivir en un mundo femenino?

—Mi padre era el único hombre en la familia, y además fui a un colegio de puras mujeres, el Girls Grammar School. Así es que, durante 18 años de mi vida viví en una burbuja femenina, y esto es muy importante. No competí con hombres ni tuve presión. Pude crecer a mis anchas y sentir que todo estaba a mi alcance.

—Su infancia fue clave. ¿Qué lecciones ha aprendido en sus cuarenta años de vida política y liderazgo?

—La mayor lección es la importanci­a de la autenticid­ad. Tienes que ser auténtico, no pretender ser lo que no eres. Se te debe ver como alguien que defiende una causa y va hasta el final, con consistenc­ia. Y estar preparado para trabajar muy duro. Debes decidir junto a otros, por eso, aunque te topes con gente distinta, busca un camino hacia el entendimie­nto. Sobre todo, tuve que ser tolerante. Aprendí una regla de oro: jamás apartarme de mis propios valores. — ¿ Y qué consejo les daría a otras mujeres?

— Sé auténtica y no trates jamás de hacer tus cosas a la manera de un hombre. Tienes que ser lo que eres. Eso pienso yo.

MENTORÍA. Su pensamient­o y sus lecciones de infancia han marcado el camino de Clark. Se recibió con honores en la Universida­d de Auckland y se convirtió en Máster en Ciencias Políticas antes de los 25 años. Su carrera despuntó pronto, fue lo que siempre le interesó, es un ani- mal político. Hoy reconoce a algunos maestros universita­rios que la estimularo­n porque, en su generación, no se estilaba la mentoría estructura­da.

En el Partido Laborista brilló desde el principio. No solo encabezó el gobierno de su país entre 1999 y 2008, marcando nueve años como primera ministra, sino que también fue varias veces ministra: de Vivienda, Conservaci­ón, Trabajo y Salud. Ahora, cuando camina hacia sus 70 y mira hacia atrás, Helen Clark asegura que ningún honor recibido en su trayectori­a logró despegarle sus pies de la tierra. —¿Por qué es tan importante la autenticid­ad para un líder?

— Porque la gente palpa la falta de sinceridad. No se pierde: sabe cuando alguien miente y no merece su confianza. En mi país, cuando yo me convertí en primera ministra, la gente juzgaba con mucho cinismo a los políticos, veía que no cumplían sus promesas. Por eso yo siem- pre dije al asumir: es más importante prometer poco y entregar mucho, que prometer mucho y entregar poco. Y siempre decir lo que en realidad quieres decir. —Usted entró al Parlamento de su país a los 31 años, en 1981. Y se convirtió en la segunda mujer primera ministro. ¿Tuvo algún método para acceder al poder? —Estas profesione­s exigen mucha fuerza interna y mucha resilienci­a, porque las carreras políticas tienen muchos altibajos. Tienes que tener una visión de largo plazo, saber por qué haces lo que haces y tejer una red de apoyo. Esa fue mi experienci­a. Además, enfocarte y prepararte. — En 40 años, ¿ cambió su método? Ha sido bien exitoso.

— No. Para mí fue importante guiarme por mis valores personales. Desde ahí puedes elegir tus causas con consistenc­ia. La estructura interna te permite defenderla­s. Eso he hecho.

Pero en sus altos cargos políticos esta neozelande­sa ha cruzado muchos vendavales. A todos les ha hecho frente, no siempre sin costos. Uno de los principale­s que le produjo daño político fue el intento de transforma­r el alcance de una ley. Decidió, como primera ministra, que su gobierno apoyaría una nueva ley para criminaliz­ar los malos tratos infantiles. La ley neozelande­sa, heredera de la británica, considerab­a el maltrato hacia un niño como un delito, a excepción de sus padres, quienes lo disciplina­ban. Esta ley, como estaba, permitió muchos abusos: hubo muchos niños severament­e golpeados, hasta con leños. “¡ Y esos padres no tenían responsabi­lidad penal hasta hace diez años!”, sostiene.

Clark emprendió una de las tareas más difíciles de su carrera política. Tratando de cambiar la ley del abuso infantil, fue denostada, incomprend­ida, acusada por las fracciones conservado­ras de ser una líder que intentaba dar lecciones de crianza sin tener hijos propios. Pero finalmente ganó, con los votos de la oposición. “Pero me causó mucho daño. Daño político. Reforzó la imagen de la mujer fuerte mandona, esa que te dice cómo vivir. Fue duro”.

Aun así, esta ex Primera Ministra no acostumbra a quedarse en los episodios negativos de su vida.

—Thomas Coughland, un periodista de Nueva Zelanda, observó en usted su urgencia de ir hacia adelante, en vez de reflexiona­r sobre el pasado. ¿Cree que a las mujeres se nos acabó el tiempo para mirar hacia atrás?

—(Se ríe). Cuando yo era Primera Ministra y las cosas no iban bien, siempre decía: ‘Partamos de nuevo, desde aquí’. No hay que mirar hacia atrás sino siempre hacia adelante. Yo jamás he perdido mi tiempo agonizando sobre decisiones tomadas, ni qué pasó con ellas. No hay tiempo para eso. ¡ Dale para adelante! Aprende de lo que te ocurrió y sigue. Eso es parte de mi personalid­ad.

—¿Sería un consejo para las mujeres?

— Sí. Que tengan la confianza para avanzar, confianza en su propio juicio y que actúen en consecuenc­ia. ¡Claro que se cometen errores! Pero en vez de llorar, hay que seguir. El Mercurio/GDA

TENER UNA VISIÓN A LARGO PLAZO, APOYO Y UNA RED SON CLAVE

“NO HAY QUE MIRAR PARA ATRÁS SINO SIEMPRE ADELANTE”, DICE

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