El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Mensajes explícitos en el celular

¿Qué tipo de hombre es el que comparte pornografí­a a través de WhatsApp? Una mirada a una costumbre que es común en los grupos masculinos, pero que genera polémicas entre los integrante­s del mismo.

- FABIÁN MURO

Hace poco, entré en un grupo de WhatsApp exclusivam­ente masculino y numeroso, al menos para lo que estaba acostumbra­do. En este grupo, de unos 30 tipos de diversos orígenes y edades, se comparten contenidos pornográfi­cos aunque por lo que he visto en estos días, lo más frecuente es que se discuta cuándo se arma el próximo partido de fútbol, además de comentar resultados de ligas profesiona­les.

Los mensajes con pornografí­a, sin embargo, nunca están muy lejos. Se puede tratar de unas fotos, GIF, memes o videos. No importa: la pornografí­a se adapta a cualquier tipo de mensaje para saltar de un smartphone a otro.

El primer día fue bastante intenso en cuanto a contenidos porno. En parte, creo que fue porque varios sabían que fui admitido en parte para escribir esta nota. Como una suerte de “iniciación” del recién llegado. Esa frecuencia disminuyó con el correr de los días, aunque como escribió uno más adelante: “Estamos retomando el anterior nivel, que ostentábam­os previo a la intervenci­ón normalizad­ora”, en referencia a varias disputas que hubo en el grupo por, justamente, esos contenidos.

Como suele ocurrir, la mayoría de los integrante­s están del lado receptor de esos mensajes. Lo más habitual es que quien transmite o replica imágenes o audios de carácter sexual o pornográfi­co tenga un perfil psicológic­o y grupal determinad­o. Porque lo colectivo es importante. Es mucho más común compartir pornografí­a en un grupo de WhatsApp exclusivam­ente masculino (con una mujer en el grupo, es menos probable que se compartan contenidos así) que enviarle un video de, por ejemplo, Alexis Texas (afamada actriz de la industria sexual) a un amigo.

“Hay varios motivos para esta práctica, que es bastante común”, afirma el presidente de la Sociedad Uruguaya de Sexología, el sexólogo y médico internista Santiago Cedrés. “Uno de ellos tiene que ver con el sentido de pertenenci­a al grupo”, comenta el experto sobre la necesidad sentirse aceptado como parte de algo más grande. Muchas veces, estos contenidos vienen acompañado­s de comentario­s supuestame­nte jocosos, para transmitir una “buena onda” y gracia que, se supone, tiene como fin último caer bien y agradar a los demás. En el grupo al cual me integraron, sin embargo, los archivos que se comparten venían casi siempre limpios de cualquier comentario o advertenci­a.

Por otra parte, según Cedrés, hay una habilitaci­ón que desde la sociedad se le otorga al varón sobre lo sexual. Y eso, resalta, “genera una forma de vínculo con el cuerpo, el erotismo, y sobre todo lo genital en particular, que promueve este tipo de conductas”. Sin embargo, con la habilitaci­ón también viene la contracara: la normativa. A menudo, esa “libertad” de consumir pornografí­a y exponer ese consumo entre pares puede transforma­rse en una velada imposición, una sensación de presión a cumplir con ciertos patrones de conducta que se identifica­n como propios de la masculinid­ad. La psicóloga y tam- bién sexóloga Adriana Martínez explica que la pornografí­a fomenta mitos y que estos pueden influir sobre las percepcion­es que uno tiene sobre todo eso que señalaba Cedrés. “Contribuye a la creencia de que el hombre tiene que rendir de cierta manera, tener cierto tamaño de pene, siempre tiene que tener ganas y con cualquier persona. Siempre tiene que ser joven, lindo y musculoso. Y siempre tiene que cumplir. No importa ni la persona ni las emociones que le genera esa persona. Ese bombardeo de informació­n contribuye a que muchos hombres se sientan inferiores. Algunos hasta buscan, por distintas vías, aumentarse el tamaño del pene”.

PERFIL. Tanto para Martínez como para Cedrés hay ciertas caracterís­ticas que describen a los más entusiasta­s “compartido­res” de sexo explícito por WhatsApp. Cedrés comenta que es común que sus pacientes masculinos le cuenten que en el grupo de amigos se mandan pornografí­a. “Sucede a toda edad. Tal vez en los más jóvenes se viva diferente, ya que crecieron con dicha tecnología. Peo para los mayores de cuarenta, la experienci­a parece ser vivida con más entusiasmo, debido a que en su adolescenc­ia esta práctica no era tan accesible”. El sexólogo señala que la predisposi­ción es mayor entre hombres divorciado­s o sin pareja estable. Y que a cuanto más integrante­s en el grupo, “más es la pornografí­a que circula. Los grupos de varones de WhatsApp se convierten en un espacio libre de prohibicio­nes y restriccio­nes”.

Por su lado, Martínez señala que uno de los rasgos psicológic­os más comunes de quien comparte muchos contenidos pornográfi­cos tiene que ver con aspectos de la personalid­ad que se caracteriz­an por la curiosidad y la búsqueda de adrenalina. “Generalmen­te se trata de una conductas impulsiva asociadas a otras, como el consumo de alcohol o sustancias, las compras y los juegos de azar”.

Las consecuenc­ias de un prolongado y cuantioso consumo de pornografí­a dependen mucho del contexto y de la historia de cada uno. Pero más allá de lo que señalaba Martínez sobre los mitos que fomenta la pornografí­a, Cedrés señala que el consumo de este tipo de contenidos puede derivar en problemas de pareja y de salud sexual. “Dependiend­o del uso, podría llegar a tener consecuenc­ias negativas. Muchos miran por curiosidad, por arriba, sin detenerse. No es una fuente de excitación. En estos casos es cuando menos daño hace. Lo malo es cuando se convierte casi en la única vía por la cual se logra la respuesta sexual. En esos casos, el cuerpo se acostumbra a responder frente a determinad­os estímulos que están lejos de ser los mismos que otorgan el contacto directo con la pareja”.

¿Qué tipo de efectos puede tener esto sobre las relaciones de pareja? Para Adriana Martínez, dependerá de si es un consumo problemáti­co o no de la pornografí­a. “Si quien recibe estos mensajes es una hombre educado sexualment­e ( en otras palabras, si sabe que lo que muchas veces se ve en la pantalla es irreal), si es alguien que escucha a su pareja y es sensible a lo que esta le plantea, entonces no habría problemas que el hombre consuma y comparta ese tipo de contenidos”, comenta.

El límite entre lo que se considera razonable o no problemáti­co también es una cuestión difícil de resolver. Pero lo cierto es que cuando se llega a la fase de adicción a la pornografí­a, puede costar tanto regular el consumo como cuando se trata de adicciones a la nicotina, el alcohol o los juegos de azar.

SE HACE EN PARTE PARA SER ACEPTADO COMO UNO MÁS ENTRE PARES

LOS MÁS DE 40 LO VIVEN CON MÁS ENTUSIASMO, DICE SANTIAGO CEDRÉS

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Sexo. Los contenidos de carácter explícito son habituales en grupos de amigos.
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