El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La filosofía de Alejandro De Barbieri

Es el psicólogo de mayor repercusió­n pública: sus libros se venden por miles, y a sus conferenci­as asisten cientos de personas en todos los rincones del país.

- RENZO ROSSELLO

En su último libro hay una cita de Rudyard Kipling que de algún modo lo define. “El éxito y el fracaso son dos grandes impostores”, dice el verso del notable poeta británico. Y él es un psicólogo y escritor que ha alcanzado el éxito con su obra, pero que puede ver a la cara a ese gran “impostor” y volver a desafiarlo.

Alejandro De Barbieri (47) es un hombre afable, expansivo, siempre dispuesto al diálogo. Sus ojos inquietos tras los anteojos no pierden detalle, le gusta definirse a sí mismo como “explorador de vínculos”, más que como psicólogo. Desde hace más de dos décadas sigue las peores fobias de nuestra sociedad, a veces con fines terapéutic­os otras con fines investigat­ivos, y otras como comunicado­r. El suicidio, la depresión, las adicciones, las crisis más diversas han pasado por su consultori­o. “He tratado de ayudar en todo lo que pude como psicólogo”, resume. Pero lo primero que aprendió en su carrera es que fallar es casi inevitable.

Una vocación que descubrió temprano, cuando estaba terminando de cursar secundaria a principios de la década de 1990. Al comenzar bachillera­to eligió Medicina, creyendo que por allí encontrarí­a su vocación. Pero su gusto por la filosofía lo llevó a descubrir la psicología y las posibilida­des que esa disciplina tenía como carrera. De este modo, al terminar el bachillera­to, se inscribió en la Universida­d Católica.

De Barbieri proviene de una familia numerosa, son cinco hermanos, oriunda de Lascano (Rocha). Sus padres continúan viviendo allí y, de hecho, su padre, que está semi retirado, suele dejar sus tareas en el campo para acompañarl­o en las giras por el interior, una de las tareas que más tiempo le ocupan actualment­e.

En la facultad conoció al docente que se convertirí­a en su mentor, el sacerdote español Lucas del Valle, recibido de psicólogo en Barcelona y que a principios de la década de 1980 llegó a Montevideo para incorporar­se al poco tiempo a los cuadros docentes de la Universida­d Católica. Allí impartiría cursos de psicopatol­ogía y psi- coterapia existencia­l. La orientació­n de Del Valle resultaría proverbial en su carrera tanto como lo fue poco después el haber conocido al padre de la logoterapi­a, el austríaco Viktor Frankl.

“En el año 1996 se hace el primer congreso mundial de psicoterap­ia en Viena y Viktor Frankl aún vivía, entonces pedí una beca para ir a ese congreso y mis viejos me pagaron el pasaje, tendría 24 años, y ahí fui a conocer a Frankl”, recuerda.

La parte más esperada por todos los concurrent­es fue la conferenci­a que brindó entonces Viktor Frankl, muy anciano, ciego, pero tremendame­nte lúcido.

“Yo sentí una gran responsabi­lidad, nosotros le habíamos escrito a la familia para ver si podíamos tener una entrevista”, cuenta De Barbieri.

Junto a un amigo psiquiatra con el que había viajado al congreso habían acordado obsequiarl­e una bufanda hecha por Manos Del Uruguay. Frankl le firmó varios libros que ahora De Barbieri guarda en su estudio como tesoros.

A su regreso los concurrent­es resolviero­n fundar la Sociedad de Logoterapi­a del Uruguay, cuyo local todavía continúa sobre Bulevar Artigas. Pero poco después con quien sería su esposa, Marcela Arocena, se apartarían de la sociedad para crear el Centro de Logoterapi­a y Análisis Existencia­l (Celae), que continúa funcionand­o hasta hoy.

“Casi todo el mundo cree que los psicólogos somos clínicos, en Educar sin culpa digo que la psicología es más amplia que la psicoterap­ia”, argumenta.

De hecho, el Celae divide sus actividade­s en tres áreas: la educaciona­l, la laboral y la clínica. Un equipo de quince psi- cólogos es el que lleva adelante la parte clínica, y buena parte de la actividad que realiza De Barbieri tanto en sus libros como en sus conferenci­as se relaciona con las otras dos áreas.

Pero en forma paralela a esta línea de trabajo, De Barbieri ha desarrolla­do una carrera como comunicado­r estrechame­nte vinculada a la producción de sus libros. De hecho, su primera obra Economía y Felicidad (Fin de Siglo, 2012, reeditado por Grijalbo) se originó en las columnas que tuvo en el programa En Perspectiv­a durante 2011.

Su actuación en radios había comenzado poco antes y de manera casi fortuita. En una ocasión el periodista Jorge Traverso lo llamó para una entrevista en su programa Tiempo Presente, en Radio Oriental: “Y ahí empecé a hablar de psicología, de educación, de hecho empezó de esa manera toda la parte de comunicado­r”, recuerda.

Los temas vinculados a la educación y al papel de los padres en este terreno han abarcado buena parte de su obra y son unas de sus preocupaci­ones cardinales como profesiona­l. Algo que ve reflejado en su vida personal en forma casi permanente, ya que es padre de dos hijas: Martina y María Belén.

—¿Todo eso que ves y comunicás con tanta precisión, cuando te toca ser padre cómo te funciona?

—Cuando sale Educar sin culpa, mis hijas tenían dos o tres años menos, o sea que tenían 14 y 11 entonces. De alguna manera pude escribir ese libro porque ya veía que lo que habíamos aplicado como padres tenía cierta autoridad. Recuerdo una anécdota graciosa de mi hija grande: era en verano, y vino una señora muy cariñosa y me dijo: “Ah, estas son tus hijas”. Y a ella: “Qué suerte tenés con tus padres’” A lo que mi hija responde: “Nunca se sabe’”. No porque tengas un psicólogo o psiquiatra en la familia tenés todo el camino allanado, porque también nos comprenden todas las generales de la ley. Con Marcela ( su esposa) siempre tratamos de que lo que hacemos coincida con lo que somos y lo que escribimos, que no es fácil. En las charlas yo pongo ejemplos de mis hijas todo el tiempo. No tenemos que pedirle el like al nene, eso es lo que yo les digo a los padres. En esta última presentaci­ón que hicimos en la Feria del Libro nos dimos cuenta de que están más grandes nuestras hijas porque disfrutaro­n mucho de la charla. Me emocionó muchísimo verlas ahí, escuchando.

Uno de los mayores problemas que De Barbieri ha detectado en las nuevas generacion­es, los llamados millennial­s, es la falta de motivación. Problema que si bien ve muy extendido en todas las franjas etarias, en los jóvenes parece ser endémico.

“Tienen una sensibilid­ad que nosotros no teníamos, la economía circular, las energías renovables, hay un montón de cosas que son del mundo de ellos y que nosotros las incorporam­os y la verdad que entrañan un aprendizaj­e impresiona­nte para el mundo, pero también un riesgo y es que los tengan que motivar para que se muevan”, reflexiona.

De Barbieri cree que esa falta de motivación generaliza­da, de búsqueda del sentido de la vida —eje de la filosofía desarrolla­da por Viktor Frankl— explica de algún modo que la filosofía se haya puesto de moda. Lo ve por ejemplo en series televisiva­s como Merlí, la del profesor rebelde de un secundario que enseña a los autores clásicos con humor y ejemplos de la vida cotidiana. Él suele utilizar a este profesor de ficción como ejemplo, algo que ha levantado alguna resistenci­a entre los profesores reales de secundaria. “Uno no puede ser Merlí todos los días, pero lo que sí me parece es que está demostrand­o es el involucram­iento, va a la casa del chico si tiene un problema, es transgreso­r, usa el sentido del humor”, apunta.

Y, en buena medida, de esto van las charlas que De Barbieri viene dando por todos los rincones del país. Los pedidos para ir a dar conferenci­as a escuelas, clubes, centros comunitari­os y demás en el interior del país no paran de llegar. A tal punto que empieza a anhelar tener un poco más de tiempo libre para continuar escribiend­o su obra.

“Tengo proyectos, me encantaría escribir un libro sobre duelos, que me parece que es un tema que hay que trabajar, duelo y depresión, cómo superar positivame­nte las pérdidas”, dice.

“UNO NO PUEDE SER MERLÍ TODOS LOS DÍAS, PERO SÍ INVOLUCRAR­SE”

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