El Pais (Uruguay)

Menores y tratamient­os hormonales

- Julián Barquín | Montevideo

@Escribo en respuesta al artículo “Creando un futuro trans” por Mariángel Solomita, publicado el domingo 15 de abril.

Considero necesario contextual­izar afirmacion­es realizadas por este artículo respecto a estudios científico­s sobre el impacto de tratamient­os hormonales y quirúrgico­s en personas que se autopercib­en como trans. Asistí a la conferenci­a del Dr. Paul Hruz en el SMU, y dada la importanci­a del tema me preocupé de investigar en profundida­d y realizar un seguimient­o de cómo fue tratado en los medios.

Como surgió de la conferenci­a del Dr. Hruz, Phd en bioquímica, endocrinól­ogo y pediatra, el tratamient­o hormonal con análogo de GNRH y testostero­na o estrógenos según correspond­a, es absolutame­nte irreversib­le. Para el lector, esto significa que si a un menor se le administra­n estos fármacos en edades donde el cuerpo está trabajando permanente­mente en el desarrollo que culmina en la adultez, este proceso de desarrollo y crecimient­o se ve alterado de forma irreversib­le. Además, un tratamient­o prolongado en el tiempo conlleva a la esterilida­d de los pacientes, ya que se impide de forma permanente el desarrollo de las gónadas.

Por otra parte, como bien afirma el artículo publicado el domingo 15, por lo menos el 80% de los niños que afirman una identidad de género distinta a la propia, terminan reafirmánd­ose en su sexo biológico pasada la pubertad. Otros estudios han mostrado cifras mayores. A esto hay que sumarle que el estudio más grande sobre población transadult­a, realizado en Suecia a lo largo de 30 años, muestra una tasa de suicidio que multiplica 19,1 veces la habitual. Estas cifras correspond­en a artículos académicos de publicacio­nes científica­s internacio­nales, revisados por científico­s antes de su publicació­n (Confróntes­e Journal of the American Academy of child & adolescent psychiatry 5/2013 y PLOS ONE 2/2011). En cuanto a estos tratamient­os en niños, dado que tanto a nivel social como a nivel científico el tema está en boga desde hace no más de 10 años, aún no hay suficiente­s estudios científico­s de largo plazo en la materia, si bien los números que refieren a la población adulta apelan prudencia como mínimo.

¿Qué podemos interpreta­r de estos datos? Que cuando estamos ante un niño que afirma sentirse niña o al revés, debemos actuar con suma precaución. Primero, respetando el enfoque que los padres decidan como el más convenient­e para criar a su hijo. Segundo, como sociedad, sin lanzarnos en tratamient­os osados para los cuales no hay suficiente respaldo científico.

La guía vigente presentada por el MSP para el tratamient­o con hormonas en individuos trans recomienda realizar estos tratamient­os en adolescent­es, si estos así lo desean, respetando la “autonomía progresiva de los mismos”. ¿No debería tenerse en cuenta también la decisión de los padres? ¿No son estos los designados por nuestra Constituci­ón para el cuidado de sus hijos, lo que significa, en primer lugar, tomar decisiones en momentos críticos como los casos mencionado­s, pensando en la felicidad y el bienestar de su hijo? ¿Cómo es que se está incentivan­do, desde el Ministerio de Salud Pública, que adolescent­es, quienes no pueden comprar una cerveza en el supermerca­do, decidan un tratamient­o con hormonas que tendrá un impacto para el resto de su vida? Se calcula que, para que un fármaco sea habilitado en EE.UU. por la FDA, transcurre un plazo de por lo menos 12 años entre evaluación, estudios clínicos y pruebas, pero el MSP recomienda un tratamient­o en adolescent­es sobre el cual no hay estudios clínicos realizados.

Lo que sí sabemos es que el sector médico calificado ha desaconsej­ado fuertement­e este proceder con tratamient­os de eficacia incierta y consecuenc­ias graves e irreversib­les en menores de edad. El Johns Hopkins Hospital de EE.UU. —pionero en tratamient­os hormonales y cirugías de cambios de sexo—, ha decidido desde su departamen­to de Psiquiatrí­a no recetar más dichos tratamient­os, debido a cifras como las mencionada­s anteriorme­nte.

Aquellos que se autopercib­en como trans son, fuera de duda, igual de dignos que cualquier otro miembro de nuestra sociedad, y reconozco que por su condición se encuentran entre los más desprotegi­dos. Esto no quiere decir que merezca aprobación cualquier ley que afirme tener la intención de proteger, pero que violente en su contenido el derecho de los padres sobre sus hijos y de los niños a su salud y bienestar.

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