El Pais (Uruguay)

Brutales y valientes

- ENFOQUES GERARDO SOTELO

El abordaje ideológico de los temas “de género” ha logrado imponerse de una manera tan contundent­e que ni siquiera es posible encontrar artículos o referencia­s medianamen­te contextual­izadas y ecuánimes en los medios de comunicaci­ón.

La ciencia estadístic­a, como el periodismo o las políticas sociales, deberían ser neutrales en su metodologí­a; otro tanto debería ocurrir con la tematizaci­ón de cualquier asunto relevante. La claudicaci­ón de la academia, la política, las organizaci­ones sociales y el periodismo frente a los abordajes ideológico­s de género, logró la invisibili­dad de cualquier dimensión de la violencia interperso­nal y cualquier autor (o autora) que controvier­ta, relativice o simplement­e complejice la explicació­n ideológica dogmática.

Ya no se trata solo de reducir la mirada “experta” a las voces de activistas y excluir todo abordaje científico de especialid­ades tales como la genética, la biología, la psicología, la psiquiatrí­a, la sexología, la neurología, la biología o la antropolog­ía. La tematizaci­ón no contextual­iza la violencia interperso­nal ni acepta los datos de la realidad que maticen o refuten el dogma del “heteropatr­iarcado capitalist­a”. Pero la mala praxis no solo manipula y tergiversa. También engendra injusticia­s.

El sábado 12 de mayo, el joven Dilmar Parejas fue asesinado en el Parque Rodó de Montevideo por defender a dos mujeres: una niña (que era manoseada por un hombre en un ómnibus) y su madre, expareja del agresor. Es el cuarto varón asesinado en lo que va del año por defender a una mujer.

Antes había sido Nicolás Pereira, el delivery del Kinko, quien se lanzó sobre un asaltante armado que amenazaba a una compañera de trabajo.

Y antes que Pereira fueron dos policías: Juan Carlos Oviedo, respondien­do a una denuncia de agresión contra una mujer en Quebracho (Paysandú) y el salteño Fernando Fariña, asesinado por la expareja de la mujer a la que protegía. En estos últimos dos casos, también morirían dos mujeres.

Los cuatro fueron educados para auxiliar a las personas vulnerable­s, especialme­nte si son ancianos, enfermos, mujeres o niñas, aún a riesgo de sus vidas. Estos valores los aprendiero­n en la misma sociedad en la que se educaron sus asesinos. En algún punto y de una forma que desconocem­os, sus entornos familiares, ambientes sociales, historias personales o estructura­s psíquicas, propiciaro­n resultados radicalmen­te diferentes.

En lo que va del año fueron asesinadas en Uruguay cerca de 170 personas. Entre ellas 14 mujeres y 4 hombres por violencia de género o contra mujeres. Las otras víctimas, unas 150 personas, fueron varones. Salvo en un par de casos, los asesinos también fueron varones.

Salvo algún trabajo periodísti­co excepciona­l como el de Leonardo Haberkorn sobre la historia del asesino de Brissa González (que nos conduce a los laberintos de la psiquis individual, más que a patrones impuestos por la cultura dominante) no parece que haya muchos interesado­s en conocer las causas reales y profundas de sus conductas.

La brutalidad masculina se expresa de múltiples maneras y con diversas coartadas, pero en todos los casos debe ser repudiada, castigada y, sobre todo, prevenida.

El resto es ideología y manipulaci­ón, valga la redundanci­a.

Dilmar Parejas fue el cuarto varón asesinado en lo que va del año por defender a una mujer.

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