Un héroe atípico y mordaz al que le soltaron la correa
La secuela del mercenario gana acción y humor, pero pierde subversión
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Estados Unidos, 2018. David Leitch. Rhett Reese, Paul Wernick y Ryan Reynolds. Simon Kinberg, Ryan Reynolds y Lauren Shuler Donner. Jonathan Sela. Craig Alpert, Elísabet Ronaldsdóttir y Dirk Westervelt. Tyler Bates. Ryan Reynolds, Josh Brolin, Morena Baccarin, Julian Dennison, Zazie Beetz, T.J. Miller, Brianna Hildebrand y Jack Kesy. de aire fresco en 2016, un año en el que los superhéroes se pusieron extremadamente serios y se dedicaron a pelear entre ellos.
Es innegable, de todas formas, que lo que Deadpool 2 perdió en innovación lo ganó en entretenimiento. Es difícil dejar de reír en una película que tiene tantas bromas como balas y personas desmembradas y, tras una escena inicial sombría y un montaje que muestra al mercenario “bocazas”, como se lo conoce en las historietas, a través de un sinfín de delirantes enfrentamientos con pandillas criminales que terminan en un final trágico, es difícil poder adivinar con qué seguirá la historia que tiene a Reynolds como uno de sus tres guionistas.
Desde que el propio Deadpool advirtió al final de la primera parte que la secuela contaría con la aparición de Cable —un mutante con un brazo cibernético del futuro interpretado por Josh Brolin— era de esperarse que la película abrazase por completo el tono ridículo y exagerado con el que Deadpool fue concebido en las historietas en la década de 1990, donde todos los personajes eran presentados con armas tan exageradamente grandes como sus músculos.
Y lo hace.
Deadpool 2 tiene sorpresas por doquier, desde apariciones inesperadas de celebridades involucradas (y no) en la saga de películas de los Xmen, al igual que una trama que mezcla el enfrentamiento contra Cable con la conformación de un superequipo lleno de personajes peculiares, entre los que se destacan la mutante con la habilidad de “tener suerte” Domino (Zazie Beets, una de las figuras de Atlanta) o Peter (Rob Delaney), un tipo regular que se apuntó al trabajo armado solo de su buena voluntad.
La principal sorpresa de Deadpool 2, sin embargo, es la falta de personalidad en la ejecución del director, David Leitch. El cineasta, un especialista en acrobacias y en el trabajo con dobles de acción, se volvió una figura candente en el cine de acción gracias a su trabajo en la dirección de las dos electrizantes entregas de John Wick, y la subvalorada Atómica.
En Deadpool 2 hay escenas de acción contundentes, rápidas y sangrientas, como Leitch acostumbra construir. Sin embargo, la crudeza y el despliegue físico que sus personajes mostraban anteriormente acá es reemplazado por cuerpos que se doblan como plasticina, y combates sobrecargados de efectos especiales (de los que el propio Deadpool se burla), cuyo despliegue es empeorado por la edición a tres pares de manos. De todas formas, no hay momentos para ponerse puntilloso con lo que se está viendo. La historia se mueve a un ritmo veloz, casi como las divertidas intervenciones que Deadpool y los suyos hacen en cada diálogo.
Hay una especial dedicación en el humor hacia los fanáticos, tanto de X-men como de cualquier fenómeno de la cultura pop de alcance masivo. Star Wars, Frozen, Robocop y Stranger Things son algunos de los objetos de los dardos de insultos del protagonista.
Referencias aparte, el principal problema es que Deadpool nunca se decide por lo que quiere ser: un nuevo y probable éxito de taquilla de superhéroes repleto de humor y acción (algo ya visto incontables veces), o una comedia mordaz capaz de reírse con suspicacia del género al que pertenece.
Reynolds, por lo pronto, tiene un camino largo por recorrer con la máscara roja puesta, y con dos películas en su haber (una muy buena y la otra no tanto), todavía merece una nueva oportunidad. Además, nada puede ser peor que Linterna Verde.