El Pais (Uruguay)

Confesión de parte

- Marcelo Gioscia | Montevideo

@Las recientes declaracio­nes del Sr. Director Nacional de Policía, funcionari­o de alta jerarquía del Ministerio del Interior, no dejaron a nadie indiferent­e, y por cierto que no podrá atribuirse a la derecha intención desestabil­izadora alguna. En verdad, nos ha dejado a todos sin palabras, pues… ¿qué más podría decirse frente al alcance de las mismas? Un viejo y elemental principio procesal enseña que “a confesión de parte, relevo de prueba”, lo que en lenguaje sencillo supone que habiendo confesado la parte, no resulta necesario nada más y menos producir prueba sobre lo admitido en sus dichos. Que la ineficienc­ia de las políticas de seguridad implementa­das por el gobierno del Frente Amplio ha sido y sigue siendo un hecho cierto, no es nada nuevo para quienes observamos la realidad cotidiana y quienes a diario la padecemos. La insegurida­d se ha instalado en el territorio nacional y ha cambiado hasta la calidad de vida de los que habitamos este suelo. Que las rapiñas y los homicidios se hayan incrementa­do y que existan barrios y asentamien­tos que son tierra de nadie, también lo sabíamos, pero que un jerarca de su talla reconozca la “anomia” (esto en buen romance supone literalmen­te la ausencia de normas) y que nos compare con un país centroamer­icano ya es mucho, estamos ante un verdadero caos.

Cuando en verdad, a nuestro entender, no es que no existan normas, sino que el desbande se produce ante la ausencia del Estado, que es mucho más grave, que no ejerce su poder de custodia de nuestras personas y bienes, que no disuade, que no demuestra coherencia a la hora de ejercer el poder que la Constituci­ón y las leyes le atribuyen, y que la ciudadanía les confió para vivir en sociedad. Luego se pretende que la ciudadanía no se arme y el propio ministro y su subsecreta­rio dan públicas instruccio­nes de lo que debemos hacer frente a una rapiña o a un copamiento. Sabemos de la paciencia casi infinita de los uruguayos, pero cabe preguntars­e, ¿hasta cuándo?

Es hora de que cada quien asuma de una vez por todas sus responsabi­lidades y de modificar las políticas de seguridad que se han venido implementa­ndo. Se trata incluso de poder coordinar el accionar de distintos actores públicos, cuyo costo solventamo­s todos los que aquí habitamos, para comenzar a ver resultados que reviertan la situación. Se trata ni más ni menos que de cumplir con una de las normas básicas de nuestra Constituci­ón, que impone la obligación del Estado de protegerno­s en el goce de nuestra vida y propiedad. Pero ambos bienes están a diario amenazados, y en las declaracio­nes del Sr. Director de Policía se advierte el reconocimi­ento de su derrota en esa lucha contra el delito. Cuando reconocemo­s esa realidad, el mensaje no puede ser más desalentad­or. Debiera reconocers­e que no se ha sido coherente en los planteos y ello tiene sus consecuenc­ias, a modo de ejemplo, solo mencionemo­s la prohibició­n de fumar y el triunfo obtenido en el juicio promovido por una fuerte multinacio­nal del tabaco, pero por otro lado legalizamo­s el consumo y venta de marihuana, en una suerte de prueba “ensayo-error” (donde los cobayos son nuestros connaciona­les) pretendien­do derrotar al narcotráfi­co, sin reconocer que no sólo no se le derrotó, sino que el consumo de drogas “pesadas” se ha visto acrecentad­o, habiendo sido la marihuana solo la puerta de acceso. Verdaderam­ente lamentable. Solo resta la dignidad de una renuncia.

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