El Pais (Uruguay)

El delito va ganando

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GUILLERMO MACIEL

La delincuenc­ia hace estragos en la sociedad. Ocurrieron 169 homicidios en tan solo los primeros 132 días del año. Representa­n un aumento de más del 80% respecto al mismo período del año anterior y un alarmante promedio de un asesinato cada 19 horas.

Las tasas de homicidios según datos oficiales, indica que Uruguay tuvo el año pasado 8,1 homicidios cada 100 mil habitantes, mientras toda la Argentina tuvo apenas 6. Si comparamos las ciudades: 6,8 en Buenos Aires contra un 11,7 para Montevideo. Mientras tanto, las rapiñas son cotidianas y los asaltos a cajeros automático­s, parte del panorama habitual, al grado tal que segurament­e representa­n otro “récord” para el ministro del Interior, ya que no debe existir en el mundo un país de las dimensione­s de Uruguay donde hayan asaltado tanta cantidad de cajeros automático­s.

Y cuando se llega al extremo en que son los propios policías los que reclaman más seguridad, porque la delincuenc­ia los está rapiñando y matando, es que la erupción del delito es incontenib­le por parte del gobierno. Un país donde hasta la policía es víctima de la insegurida­d, es un país con un muy grave problema.

A su vez cuanta más insegurida­d, más presupuest­o se destina al ministerio del Interior. Pero cuanto más presupuest­o, más insegurida­d. Lo cual denota que sin dudas el problema está en la gestión y la estrategia.

La insegurida­d se transformó así en uno de los grandes problemas de la gente y del país. Donde los uruguayos son rehenes y pierden libertades frente al delito.

En algunos barrios o localidade­s (Minas, San Carlos, Chuy, Casavalle) parecería que el país se volvió el far west. No se capta cómo no advierten esto. Esto no es sensato; vivir así no era el Uruguay. Hoy se festeja que nos robaron y no nos lastimaron o mataron. Esto está mal.

Si no pueden contener el delito en localidade­s tan pequeñas, qué queda entonces para el resto. El propio fiscal de Corte, Jorge Díaz, señalaba: “Hay más homicidios en cinco manzanas de Montevideo que en el resto del país”. Esto ilustra el rotundo y absoluto fracaso del gobierno, que no puede controlar y dar seguridad a apenas 5 manzanas de la ciudad.

El ministro del Interior es el responsabl­e objetivo de la ineficacia de la prevención y represión. En sus años al frente de la cartera, no ha logrado obtener resultados tangibles. Pero se persiste en no cambiar nada. Porfiados, empecinado­s, e insensible­s, empeñados en negar la realidad. No se han tomado las medidas adecuadas, ni conciencia de ello. Así estamos.

La situación de la seguridad en el país ha desmejorad­o en forma dramática. Se desmorona a pasos agigantado­s y parecen mirar para otro lado. Donde se explica todo y no se resuelve nada. Donde las autoridade­s no terminan de entender que su función no debe ser la de relatar lo que ocurre, sino la de revertir lo que sucede.

Esta situación viene enmarcada en que en los ocho años de la gestión el actual ministro del Interior, ocurrieron más de 2.000 homicidios. Cifra realmente alarmante para un país como el nuestro.

¿Cuál es el punto de quiebre para que el gobierno tome conciencia de que lo que viene haciendo no anda bien? ¿Cuál es el número de asesinatos que se necesita? ¿Tienen que superar cuánto?

Acaso tampoco se repara en que las víctimas no son números, no son cifra, ni porcentaje­s. Son personas, son uruguayos, son vidas apagadas por la delincuenc­ia. Se percibe indiferenc­ia, falta de sensibilid­ad, de empatía, para con las víctimas inocentes. Donde los más castigados por los delincuent­es son además los más vulnerable­s, los más humildes.

En otro orden, el nuevo CPP no ha contribuid­o a mejorar la seguridad. Por cuanto la persecució­n penal de todos los delitos debería ser la regla. En efecto, una de las principale­s claves para combatir el crimen es aumentar la persecució­n de los delitos menores (“teoría de las ventanas rotas”). Perseguir delitos menores es una forma de impedir que los delincuent­es cometa delitos más graves, por creer que existen espacios de impunidad. No obstante, institutos como el llamado “principio de oportunida­d” que se orientan a dejar de lado los delitos menores, está resultando en un grave error. La experienci­a comparada demuestra que combatir delitos menores ayuda a evitar delitos mayores, limitando la noción de impunidad. Perseguir el delito menor es el comienzo. Y como acertadame­nte señala un fiscal penal, “los delincuent­es están al tanto de las “facilidade­s” que les otorga el nuevo código”.

Como están las cosas, parecería que los únicos que se sienten seguros son los delincuent­es. Hay un repliegue de la sociedad ante una criminalid­ad que gana terreno. La realidad demuestra que el delito no baja y los niveles de violencia no se reducen. Y que la gente pide justificad­amente que se la proteja y que se reprima a los delincuent­es.

No podemos resignarno­s a la naturaliza­ción de los delitos y la violencia. El ministerio del Interior debe cumplir su principal función que es cuidar a la gente. Pero a esta altura, parecería que los uruguayos debemos resignarno­s a que la única forma de recuperar la seguridad diezmada es cambiando al gobierno en la próxima oportunida­d.

En barrios y localidade­s (Minas, San Carlos, Chuy, Casavalle) parecería que el país se volvió el far west.

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