La inmigración desconocida: en 10 años llegaron 900 africanos
Acorde creció el comercio, también lo hizo el movimiento de población
Steve José Hillman dio un mordisco de uruguayez ni bien llegó a Montevideo. Venía de volar varias horas desde Camerún, con el hambre de un adolescente de 16 años en plena etapa de crecimiento. Por eso cuando pasó por el carrito de avenida Italia y Centenario, por sugerencia de su anfitrión, se comió un chorizo al pan. Aquel sabor fue su primer acercamiento a un país al que solo conocía por la novela Muñeca Brava, que protagonizaba la uruguaya Natalia Oreiro, y por el fútbol, el motivo de su viaje a tierras tan lejanas de su África natal.
Para varios cameruneses el fútbol es su pasaporte de salida. Es como el ballet para los jóvenes cubanos, el criquet para algunos indios o el ajedrez para los armenios. Por eso cuando a Steve José le llegó la oportunidad de probarse en las inferiores de Huracán Buceo, no dudó en dejar a la familia y en tomarse aquel avión. Llevaba años corriendo detrás de la pelota y esa propuesta era su salvación. Excepto por un detalle: una vez en Montevideo se enteró que el equipo que lo contrataría se acababa de fundir.
El intermediario que lo había traído lo apadrinó, se hizo cargo por si le pasaba algo al menor de edad y le consiguió una oportunidad en otro club. Esto fue hace diez años y, desde entonces, nada lo movió de Uruguay.
En esta década en la que Steve José lleva en Uruguay, han inmigrado unos 900 ciudadanos de países africanos. La cifra es aproximada porque nadie ha estudiado en profundidad a este colectivo. Pero los datos de la Dirección Nacional de Migración confirman que, desde enero de 2008 hasta agosto de 2018, vinieron más africanos de los que se fueron (salieron 19.225 por puestos migratorios y entraron 20.083).
No solo por el fútbol migra el africano. En estos años han aparecido empresarios —de países como Senegal, Egipto y Sudáfrica—; llegaron polizones —dos tercios de ellos de origen nigeriano—; pasajeros en tránsito