El Pais (Uruguay)

La asfixia de los tamberos

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EDITORIAL

CASALAS

FUNDADO EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1918

Tiempos difíciles, de incertidum­bres y penurias se viven desde hace años en Conaprole. La semana pasada hubo una asamblea de productore­s (sus verdaderos dueños) en Florida: el 50% está pensando en dejar la actividad. Otros más desesperad­os llegaron incluso a manejar la necesidad (o la posibilida­d) de vender Conaprole. Para Agustín Sojo, tambero de Durazno, por ejemplo, “esto es una clara expresión de los tamberos que han tocado fondo. Segurament­e no sea un deseo de los productore­s, sino una clara expresión de desesperac­ión”.

Cuatro grandes rubros son protagonis­tas en este panorama:

1) Los altos costos de producción. Uruguay tiene el dudoso privilegio de poseer los combustibl­es más caros de la región; en materia de energía eléctrica los costos que tiene el sector lechero significan unos US$ 20 millones por año. Además todo se ha agravado en los últimos meses porque los productore­s tienen sus insumos en dólares: alimentaci­ón de las vacas, agroquímic­os, semillas, pasivos.

2) El bajo precio del litro de leche remitido a planta. Con leves caídas en el medio, en estos últimos cuatro años el precio que recibe el productor es de $ 10 por litro.

3) Las dificultad­es de mercados a nivel internacio­nal. Desapareci­da Venezuela (con deuda impaga a Conaprole y Pili incluida), solo queda como destino fuerte el Brasil. Hay enormes dificultad­es para acceder a los buenos mercados por la falta de acuerdos internacio­nales. Este gobierno desprecia los tratados y así nos va. El país debe pagar aranceles para vender en el exterior, mientras que la competenci­a tiene mercados libres.

4) Los interminab­les conflictos sindicales. Han transforma­do el trabajo en un martirio y es el factor que más repercute en el productor. La despiadada presión sindical, la voracidad de sumar más privilegio­s cansan y muchos empiezan a ver como una liberación, dejar de estar financiand­o a quienes conspiran contra ellos. Y no es un tema de opinión, son los números que cantan.

La plantilla de funcionari­os de Conaprole son unos 2.000 (1.825 efectivos y unos 200 zafrales), mientras los productore­s son menos de 1.900. El sueldo promedio de los empleados es de $ 57.000, trabajan seis horas y media, seis días a la semana, cobran aguinaldo y medio, su sueldo se incrementa con una prima por antigüedad muy superior a la laudada, la cooperativ­a aporta dinero a un fondo de retiro que permite cobrar una prima al empleado al momento de jubilarse; mientras la mitad de los tamberos —que en su mayoría son familias— cobraron en promedio $ 31.000 en el mes de julio. De allí debieron deducir salarios, en caso de tener empleados, y bancar el establecim­iento. Hace unos 2 años que 300 tamberos no cobran nada porque se han endeudado con la cooperativ­a en espera de tiempos mejores. Y muchos de ellos han perdido toda capacidad de financiami­ento. La deuda del sector lechero ronda los 400 millones de dólares.

En los últimos meses, Conaprole sufrió un prolongado conflicto porque su directiva planteó incorporar una cláusula de paz en el nuevo Convenio, mala palabra para el sindicato. Hartos, los tamberos le pidieron a las autoridade­s que se mantuviese en una línea dura, cansados de la prepotenci­a sindical. A duras penas se logró parcialmen­te un acuerdo y se levantaron las medidas de fuerza. Pero a los pocos días, otra vez a la pelea, ahora por la pretensión sindical de modificar el sistema

Lo de Conaprole no es un hecho aislado; antes fue con el campo en su totalidad, con los autoconvoc­ados, con Un Solo Uruguay. Al gobierno, a su partido y a su central sindical, no les gusta el Interior y menos el sector agropecuar­io.

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