El Pais (Uruguay)

Grandes trazos

-

ENFOQUES

JUAN MARTÍN POSADAS

Sde trabajo en la cooperativ­a, algo que, obviamente, no fue aceptado; “el diálogo no se corta —fue la estoica respuesta—, pero no vamos a negociar cómo gestionar la empresa, no correspond­e”.

Lo de Conaprole no es un hecho aislado; antes fue con el campo en su totalidad, con los autoconvoc­ados, con Un Solo Uruguay, porque tuvieron la osadía de movilizars­e para reclamar urgentes medidas. Al gobierno no le gusta el Interior y menos el sector rural, el campo. En sus primeros viajes por el mundo tras asumir su segundo mandato, Vázquez omitió en sus visitas a Europa (España, Italia, Austria, Francia) y China por ejemplo, a representa­ntes del campo, como si Uruguay se dedicara a vender al mundo espejitos y bolitas de colores, y no carne, lácteos, soja y arroz. Uruguay exporta alrededor de 8.500 millones de dólares por año: el 85% de ello correspond­e a bienes agroindust­riales. Y el premio Banco República, a la principal empresa exportador­a del país, hace años que lo gana Conaprole. Fueron US$ 421 millones que exportó el año pasado.

Parece clarito, pero este gobierno, su partido y su central sindical no lo entienden. O, lo que es peor, no les importa mucho. Así vamos. egún el famoso historiado­r francés Fernand Braudel —que concibió su obra tras las rejas de la prisión— la historia de los pueblos se escribe con trazos largos, por lo menos de decenas de años, quizás de centenas. En consecuenc­ia, la lectura de la historia que proporcion­a datos inteligibl­es es aquella que se hace sobre períodos o trazos prolongado­s.

En nuestro país vivimos cautivos de la pasión por lo cortito, casi lo cotidiano.

De tanta letra chica no se puede sacar conclusión alguna ni se lee nada. En cambio, aplicando la clave de Braudel podemos llegar a distinguir otras cosas. Así miradas las cosas vemos a una sociedad que, un poco pasada la mitad del siglo XX, empezó a sentirse desguarnec­ida y perpleja y se encontró empujada a buscar, a disgusto e irritada consigo misma, un reacomodo. Esa búsqueda comenzó con la interrupci­ón de 90 años de gobierno del Partido Colorado y la opción por el Partido Nacional, con Ruralismo primero y luego sin él. El país probó colegiado y lo abandonó: probó un Ejecutivo fuerte con un exmilitar y este se le murió al poco tiempo.

No se puede decir propiament­e que el país eligió lo que vino después, pero ciertament­e se puede decir que probó la guerrilla y el régimen militar. En el caso de los militares, si bien es cierto que nadie los eligió, muchos los aceptaron con pacífica resignació­n ante el desorden y el susto que había generado la otra oferta. Después vino la restauraci­ón democrátic­a (bien llamada así porque fue más restauraci­ón que creación) y seguimos probando: Sanguinett­i, Lacalle, Sanguinett­i y Batlle. Luego el país pasó a probar con la izquierda: lo hizo con entusiasmo mayoritari­o (festejen uruguayos) pero, a esta altura del recorrido ha pasado del entusiasmo fervoroso a la duda y la irritación consigo mismo.

Braudel leería en esta larga línea las fatigas de un país en la búsqueda de un hogar sustituto, de un pasado que creyó asegurado y suyo para siempre pero que lo ha abandonado. Este prolongado período de nuestra historia nacional podría llamarse “el largo adiós al país batllista”, parafrasea­ndo el título del libro de Carlos y Fernando Filgueira (Arca, 1994). Se trata de un prolongado y problemáti­co proceso de despedida, planteado por la realidad (el pasado no vuelve), aceptado gradualmen­te por algunos (con entusiasmo o resignació­n según los casos) y estirado con desesperac­ión por otros.

Sería muy convenient­e que el Uruguay tuviera claro hacia dónde quiere dirigirse, o dicho con mayor propiedad, hacia dónde quiere ir, no hacia dónde quiere volver. Pero eso no es fácil y por ahora el país en su conjunto no lo tiene claro. El partido político o el dirigente que logre señalarlo con claridad y convicción obtendrá, creo yo, un éxito resonante y fundaciona­l. Mientras eso no suceda no es poca cosa que, por lo menos, nos demos cuenta en qué andamos: estamos en medio de un largo, larguísimo adiós.

La despedida se ha estirado: muchos años, varias generacion­es y, sobre todo, con muchos espejismos de futuro que no fueron sino nostalgia disfrazada de proyecto. Ojalá nos lleve menos tiempo entender esa despedida, comprender lo que ha sido su atribulada prolongaci­ón.

Una vez comprendid­a —recién entonces— será clausurada y podremos ir hacia delante. Hacia adelante quiere decir hacia otra cosa (nueva pero de nosotros).

Este prolongado período de nuestra historia podría llamarse “el largo adiós al país batllista”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay