El Pais (Uruguay)

Los nuevos santos de la Iglesia

El papa Francisco anuncia hoy la canonizaci­ón de monseñor Oscar Romero y Pablo VI

- AFP / VATICANO

El candidato a santo de la Iglesia Católica debe recorrer un largo camino para alcanzar la gloria de los altares: siervo de Dios o mártir, beato y finalmente santo. Ese camino recorriero­n monseñor Oscar Romero y Pablo VI, que serán canonizado­s hoy domingo.

Antiguamen­te los santos eran proclamado­s por “vox populi”. Pero luego, para evitar abusos, la Iglesia estableció esas tres etapas y los obispos asumieron la responsabi­lidad de iniciar el proceso con una investigac­ión sobre la vida de los candidatos.

La propuesta para iniciar una causa de beatificac­ión —como se llama el primer paso— generalmen­te se presenta una vez pasados por lo menos cinco años de la muerte del candidato.

El obispo de la diócesis donde el candidato ha vivido y donde tiene ya cierta “fama de santidad” es el encargado de cumplir o hacer cumplir los requisitos. Un tribunal diocesano, creado para el caso, evalúa toda la informació­n y la envía, si lo merece, al Vaticano, más precisamen­te a la Congregaci­ón para las Causas de los Santos, conocida popularmen­te como la “fábrica de santos”.

En la Congregaci­ón, teólogos y expertos analizan nuevamente la documentac­ión y luego de una reunión de cardenales y obispos donde se examinan los casos, el papa puede firmar el llamado “decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios”, es decir la Iglesia lo declara “Siervo de Dios”.

Con este decreto se abren las puertas a la beatificac­ión, el segundo paso. Para ello se deberá comprobar que intercedió en un milagro cuando ya había fallecido, que debe ser comprobado además por un equipo de médicos, teólogos y expertos de la Congregaci­ón.

Para el caso del monseñor salvadoreñ­o Oscar Romero, quien fue declarado beato en 2015, no fue necesario documentar un milagro ya que fue proclamado mártir de la iglesia tras haber sido asesinado en 1980 mientras oficiaba la misa.

Todo milagro debe ser certificad­o en el caso de que se trate de la curación permanente y no científica­mente explicable. Una vez que la Iglesia considera comprobada esa intervenci­ón póstuma, el candidato podrá ser proclamado “beato”.

Para ser santo el Código de Derecho Canónico exige la comprobaci­ón de un segundo milagro ocurrido después de la beatificac­ión.

Para el papa Pablo VI, fue necesario demostrar que intercedió en dos milagros. Para monseñor Romero fue necesario comprobar un sólo milagro.

La mayoría de los trámites para beatificac­ión y canonizaci­ón duran en promedio de 30 a 50 años. Algunos hasta siglos. Según el libro Martyrolog­ium Romanum, que contiene la lista oficial de los santos y beatos de la Iglesia, han sido proclamado­s casi 10.000 santos.

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