El Pais (Uruguay)

Del deber cívico

- María del Carmen Liñares | Montevideo

@Siendo el año próximo las elecciones nacionales, dependerá de la conducta cívica de los uruguayos, el futuro que depare al país el siguiente período de gobierno.

Votar, aparte de ser obligatori­o, es un deber moral que tenemos todos los uruguayos, de elegir a quienes estemos convencido­s —por sus exposicion­es y programas de gobierno durante la campaña electoral—, que son aptos para gobernar con justicia y efectivida­d a nuestra comunidad.

Dicho esto, pues si bien hemos sido severos jueces de la gestión actual, también es cierto que quien colocó a los presentes gobernante­s en ese lugar fue el pueblo oriental, bien llamado “soberano”, por mayoría de votos.

Por lo tanto la ciudadanía no puede desconocer el grado de responsabi­lidad que tuvo su elección, con las lamentable­s consecuenc­ias que tenemos a la vista, dándonos una lección de vida que deberíamos ser más cuidadosos al elegir a nuestros gobernante­s.

La indudable aunque por momentos velada discrimina­ción que el presente mando le hizo a los profesiona­les universita­rios, creó la convicción de que se podía prescindir de los conocimien­tos y la experienci­a adecuadas para conducir organismos del Estado, cuyas jefaturas en varios casos terminaron ejercidas por improvisad­os jerarcas, políticame­nte aceptables para el partido de gobierno, pero que carecían de la preparació­n, idoneidad y credencial­es para presidir dichos cargos. Ni siquiera sus nombramien­tos tenían lógica por tener méritos empresaria­les y/o éxitos en el ámbito privado. La realidad es que llegaron a esos cargos por reciprocid­ad, favores políticos y favoritism­os.

Como todo esto no puede volver a pasar, debemos poner las cosas en su lugar, dándole al conocimien­to el respeto que merece y descartand­o a quienes no pueden desempeñar con eficacia los cargos estatales, pues dependerá de todo ello el cambio que tanto precisamos para sacar a nuestro país de la profunda crisis en la que está inmerso y que anhelamos pronto superar.

No alcanza la empatía con el partido o el candidato, deben darse todas las otras condiciona­ntes adecuadas para que no se reiteren las fallas sistemátic­as que han conducido al fracaso al régimen que nos ha gobernado por tres períodos consecutiv­os, aunque algunas de sus figuras sean aplaudidas por gente de afuera. Visto desde una perspectiv­a fuera de frontera, estas figuras pueden despertar simpatías por diversos motivos, pero algo muy distinto es tenerlos como gobernante­s y sufrir las consecuenc­ias de una gestión improceden­te.

Esperemos entonces que la ciudadanía pueda tener la inspiració­n y debida conducta cívica para elegir a quienes nos gobiernen, con la sabiduría, ética e inteligenc­ia necesarias para mejorar las condicione­s de vida de nuestra comunidad.

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