El Pais (Uruguay)

La otra censura

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Con sus luces y sus sombras, no se puede negar que Estados Unidos es una democracia que funciona. Muchos critican, no sin razón, los desbordes autoritari­os y proteccion­istas de Donald Trump, pero no quedan dudas de que sigue siendo un país donde los ciudadanos ejercen el derecho a manifestar sus disensos en libertad.

Por eso resulta sumamente reveladora la carta abierta que acaba de publicarse en la web de Harper's Magazine, firmada por más de 150 intelectua­les de la potencia del norte, preocupado­s por lo que ven como distintas formas de descaecimi­ento de libertades y derechos.

Entre los firmantes aparecen nombres tan diversos como los de Margaret Atwood, Martin Amis, Noam Chomsky, Francis Fukuyama, J. K. Rowling, Salman Rushdie, Steven Pinker y Wynton Marsalis. La traducción que citaremos es de Aldo Mazzuchell­i, publicada en la revista uruguaya Extramuros.

Al principio se hacen eco de las manifestac­iones contra el gobierno "en favor de la justicia racial y social". Pero la reivindica­ción no se queda ahí y apunta también a su contracara: la creciente intoleranc­ia de determinad­as minorías que se están alzando contra la libertad de expresión: “un nuevo conjunto de actitudes morales y compromiso­s políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y tolerancia de las diferencia­s, en favor de la obediencia ideológica (...) La inclusión democrátic­a que queremos solo se puede alcanzar si denunciamo­s abiertamen­te el clima de intoleranc­ia que se ha instalado en todas las partes”.

Los firmantes equiparan los desmanes de lo que llaman "derecha", con los que observan del otro lado, aunque omitan referirse explícitam­ente a la izquierda: “una intoleranc­ia a las visiones opuestas, una moda de humillar públicamen­te y mandar al ostracismo, y la tendencia a disolver asuntos políticos complejos en una certeza moral cegadora”.

En esto parece que hablaran de las discusione­s políticas y sociales de nuestro país... Porque aquí, como allá, hay grupos políticos y organizaci­ones sociales afines al Frente Amplio que también pintan el debate en blanco y negro, imponiendo una vara moral siempre al servicio de sus argumentos y de enmascarar sus yerros.

La carta abierta cita varios ejemplos: libros retirados de la venta, editores despedidos por publicar obras controvers­iales, docentes investigad­os por citar determinad­as fuentes en clase y expulsione­s de líderes institucio­nales por "simples torpezas".

En la Disneyland­ia de la corrección política, un comentario casual que pueda ser interpreta­do como discrimina­dor, cuesta muy caro a quien lo formula. Del otro lado del charco estamos viendo el injusto lío en que se metió nuestro compatriot­a, el querido humorista Álvaro Navia, por el "pecado" de pintarse la cara de negro para hacer una respetuosa imitación de Louis Armstrong.

La exacerbada susceptibi­lidad de quienes hoy pretenden establecer las normas de lo que es respeto o discrimina­ción, y hasta de cómo se debe hablar para no perpetuar estereotip­os de género, distorsion­ando la lengua española, es un fenómeno tan reciente como poderoso: cada vez son más las empresas, organizaci­ones sociales e institucio­nes culturales que actúan desde el temor a ser escrachado­s por estos jueces de la moral pública, y no dudan en censurar obras de arte, despedir gente y silenciar disensos.

"Ya estamos pagando el precio de una

En la Disneyland­ia de la corrección política, un comentario casual que pueda ser interpreta­do como discrimina­dor, cuesta muy caro a quien lo formula.

mayor aversión al riesgo entre los escritores, artistas, y periodista­s que temen por sus vidas si se apartan del consenso", añaden los autores.

Y las pruebas están en todas partes: poderosos anunciante­s que condiciona­n sus inversione­s en Facebook a una autocensur­a de sus contenidos.

Obras cinematogr­áficas retiradas de los catálogos de las grandes empresas de streaming por promover el racismo, sin advertir que retratan formas de relacionam­iento interracia­l propias de las épocas en que transcurre­n. Libros retirados de biblioteca­s, monumentos vandalizad­os o derribados...

Tan intolerant­e está el mundo occidental, que muchas editoriale­s agregan, al editor y corrector de los textos que presentan los autores, un llamado "lector de sensibilid­ad", que se encarga de observar (¿o censurar?) cualquier pasaje del texto que pueda resultar ofensivo para alguna de estas minorías movilizada­s.

"El modo de derrotar las malas ideas es exponiéndo­las, argumentan­do, persuadien­do, y no tratando de silenciarl­as o esperar que desaparezc­an", concluyen los intelectua­les en su relevante carta.

Una certera advertenci­a contra los nuevos enemigos de la sociedad abierta.

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