El Pais (Uruguay)

La normal normalidad

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Desde que comenzó la pandemia mucho se ha hablado de cómo será el retorno a la normalidad. Hay quienes piensan que el impacto ha sido tan duro que una vez pasada la crisis, vendrán tiempos diferentes, mejores, más sensibles y solidarios.

Confieso mi escepticis­mo, que al parecer coincide con lo que el filósofo español Fernando Savater dijo en una entrevista al periodista argentino Hugo Alconada Mon, publicada el jueves en El País: “No creo que vayamos a salir más fuertes ni más buenos. No. Vamos a salir más pobres, porque esto será un golpe muy grande para todos los países”.

Savater no duda de que seremos más pobres pero que también regresarem­os a nuestra añorada cotidianid­ad: “cuando acabe la pandemia y encontremo­s la vacuna, la gente volverá a lo mismo que éramos”, a las rutinas que asumíamos como normales: “el paseo, la ternura de una caricia”, encontrars­e con amigos, “todas esas cosas que ahora estamos viendo hasta qué punto perderlas es un cierto fracaso de la vida”.

Hay un deseo de volver a lo que se podría llamar la “normalidad normal”, a lo que siempre hicimos. El problema es que mientras eso no llega, solo queda continuar navegando en esta tormenta y para ello adaptarnos a vivir en la denominada “nueva normalidad”. O “nueva convivenci­a” como prefiere decirle Hugo Burel, porque de normal no tiene nada. Para colmo, se trata de una epidemia que por momentos afloja y por momentos arrecia, con lo cual se terminan moviendo las famosas perillas en un sentido u otro. Ya lo dijo el presidente: “avanzar todo lo que se pueda; retroceder cuando sea necesario”. No hay alternativ­a más que esperar que aparezca una vacuna.

¿Esperar tan solo? Por lo pronto la prioridad de quienes gobiernan es mantener a pleno el dispositiv­o sanitario y disponer de todas las medidas posibles para atenuar el duro impacto económico, productivo y social que implica aplicar la cuarentena. Ese enorme esfuerzo de los gobernante­s, está abocado a resolver un presente que se impone, abruma y agobia.

La pregunta es si un gobierno debe quedar atrapado exclusivam­ente por la vorágine de este asfixiante fenómeno. Hay un horizonte, que todavía no está a la vista, al que hay que llegar de la mejor manera y para ello es necesario también pensar hacia adelante.

La semana pasada leí con cierto desconcier­to inicial la columna de Ignacio Munyo en El País, donde planteaba algunas propuestas para cuando se pudiera retomar la actividad turística. ¿Hablar de turismo hoy, con todo lo que está pasando y cuando aún falta tanto para que la gente se anime a viajar del mismo modo que hacía apenas unos meses atrás?

Sin embargo Munyo está proponiend­o ideas del tipo que deberían asumirse en todos los ámbitos: adelantars­e al futuro, ganar desde ahora el tiempo que la pandemia nos hace perder y estar preparados para cuando retorne la normalidad, la de siempre.

En lo económico, el mundo posterior a la pandemia será complicado. Tal vez, ya que tampoco de eso hay certeza, los países que estaban bien parados antes de las cuarentena­s resurjan en mejores condicione­s. Aunque eso depende de en cuánto la enfermedad obligó a que la cuarentena fuera más rígida.

“Avanzar todo lo que se pueda; retroceder cuando sea necesario”. No hay alternativ­a hasta que aparezca la vacuna.

Hubo que apoyar a los sectores productivo­s afectados y desembolsa­r recursos para atenuar los dramáticos efectos sociales que esa paralizaci­ón implicó. Las arcas de muchos estados quedaron casi vacías y volver a llenarlas no será fácil ni tampoco inmediato.

Los países que empiecen ya mismo a trabajar pensando en un futuro cuya fecha está condiciona­da por un hallazgo científico (la vacuna), serán los que terminarán mejor ubicados.

Importa entonces pensar en “el día después” aun cuando nadie sepa su fecha exacta.

No será fácil dado que la prioridad de un gobierno es atender los acuciantes problemas actuales, los del presente. Pero en lo posible, importa que por fuera del ritmo cotidiano se esté preparando ese momento. Para ello es necesario que equipos de reserva dentro de algunos ministerio­s empiecen a proyectar para adelante. Importa que los centros académicos, los “think tanks”, las universida­des y los técnicos afiliados a los diferentes partidos también se proyecten. Por debajo de este caótico funcionami­ento que impuso la pandemia, donde se toman decisiones en el día a día, donde se avanza una semana y se retrocede la otra, tiene que haber gente pensando en cómo plantarse en lo económico, lo productivo, lo comercial; en cómo recuperar lo perdido.

Debe ser una línea paralela de trabajo, que va por el costado, con ritmo sereno y seguro, mirando lo que ocurre en otras naciones y preparando de antemano aquellas ventajas comparativ­as que este país puede potenciar ni bien termine la crisis.

Es el caso de la mencionada columna de Munyo. En medio de tanta locura presente, ¿a quién se le ocurre plantear ideas para dinamizar el turismo en un futuro incierto y lejano? Sin embargo, eso es exactament­e lo que hay que hacer. Estar prontos para ese futuro; para que cuando la tormenta finalmente pase, nos encuentre bien parados.

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