El Pais (Uruguay)

Ser inmortal no es fácil pero da para franquicia

Netflix estrenó La vieja guardia, la nueva de Charlize Theron

- FERNÁN CISNERO

Una combinació­n de Highlander con los Xmen, La vieja guardia tiene a Charlize Theron como una mercenaria inmortal, al frente de una banda de mercenario­s inmortales. Y con eso está resumido —en términos de lo que se suele llamar “pitching”— todo lo que tiene para ofrecer esta nueva producción de Netflix que desde ayer se integró a su grilla.

Ayuda a definirla, también, el ubicarla como parte de esa tendencia estética reciente para mostrar la violencia en la que el estandar de calidad lo imponen las coreografí­as de John Wick. La oscarizada Theron —quien viene cumpliendo su berretín de heroína de acción desde los tiempos de Aeon Lux en 2005— participó en otro de los buenos ejemplos del subgénero, Atómica, que tenía grandes escenas de acción filmadas con originalid­ad y violencia extrema.

Eso no pasa necesariam­ente con La vieja guardia, que sin esquivar una buena pelea, parece más reposada y tradiciona­l en su presentaci­ón.

La anécdota sigue a Andrómaca de Escitia (Theron), quien tiene 6.000 años y no se le nota, tuvo un amorío con Rodin y un pelo a la garcon, que la hace ver moderna y algo masculina. Junto a ella transitan por su vida infinita una pareja formada por el tiempo de las Cruzadas (Marwan Kenzari y Luca Marinelli) y un soldado napoleónic­o (Matthias Schoenaert­s). A ellos se suma, Nile (Kiki Layne), la primera adquisició­n al equipo de los inmortales en 200 años, una marine caída en un operativo en Afganistán.

Tras ellos anda una corporació­n farmacéuti­ca liderada por un villano que es como el hijo malcriado de un villano de James Bond (interpreta­do por Harry Melling, el Dudley Dursley

de Harry Potter) que quiere comerciali­zar el don de estos muchachos. Para eso recurre un ex agente de la CIA (Chiwetel Ejiofor) que tiene su propia agenda en todo este asunto.

Todo está basado en una novela gráfica de Greg Rucka (quien acá escribió el guion) ilustrada por el argentino Leandro Fernández. Dirige Gina Prince-bythewood (de quien en Uruguay solo se conoció Sabor a miel) y viene de otra clase de sensibilid­ad. Eso se nota en el personaje de Nile, en una intención por mostrar la construcci­ón de su vínculo con Andrómaca y en cierta tendencia a la contemplac­ión y la oratoria dramática que parecen innecesari­as.

Pero cualquier intención de salirse del rumbo predetermi­nado es arrasada por las demandas del género y lo que hay es una abrumadora sucesión de armas (modernas y medievales), una tasa de mortalidad de las preocupant­es y unos golpes mortales que se ven reales aunque coreografi­ados sin la emoción de sus compañeros de rubro.

Eso es lo que tiene para ofrecer La vieja guardia además de un potencial de, con suerte, poderse convertir en una franquicia. Una escena poscrédito­s da algunas pistas de por dónde se iría de aquí en más. La idea da para más y se valora la intención de intentar contar lo de siempre de una manera diferente. Ese es un mérito al que otros no se atreven.

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TROUPE. Charlize Theron, en el centro, y su equipo de mercenario­s inmortales en “La vieja guardia”

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