El Pais (Uruguay)

Tensión por una planta para tratar residuos

FAMILIAS RURALES SE RESISTEN

- QUÉ PASA / A2-4

PUna planta de residuos de petróleo y restos de animales ha disparado la tensión en San Jacinto. Eco Australis, de capitales uruguayos y argentinos, consiguió la viabilidad ambiental de localizaci­ón de la Dinama, que dice ver “con buenos ojos” este tipo de proyectos. Las familias rurales temen por la calidad del aire y el agua. Y la comuna canaria advierte que la empresa se presentó como una planta de residuos orgánicos y no de desechos de hidrocarbu­ros.

La ruta 8, la 11 y la primera entrada a la izquierda. Aunque el camino es laberíntic­o, con callecitas de tierra, con senderos que se bifurcan, es imposible perderse. Alcanza con mirar hacia arriba y seguir la línea de cables de Antel. Google Maps dice que este trayecto es de unos 10 kilómetros. Parece más. Es desértico y tedioso. Muy de vez en cuando asoman vacas y casi nunca algún caballo. Unos 20 metros antes del portón de la chacra de Daniel Ponce, un tractor obstruye el paso. Sobre él va sentado su único empleado, que saluda con una sonrisa austera y mueve la máquina. Adentro es todo verde amarillent­o, pasto y gramínea. Al monótono paisaje solo lo interrumpe­n las dos casas: la de un piso, de Daniel y su esposa, y la de dos, en la que viven una de sus hijas y dos de sus nietos. Tiene cinco hijos más que a veces van a visitarlo.

Hace 20 años que Daniel, que hoy tiene 75, le dijo adiós a la capital. Antes se dedicaba a importar maquinaria para el campo procedente de Holanda —lo que ellos ya no usaban acá era tecnología de punta. Compró 42 hectáreas, algo de ganado y se lanzó a la aventura. Suele tener siempre unas 80 vacas y su negocio es engordarla­s. En un rato contará que le suma 200 kilos a cada una antes de vendérsela­s a los frigorífic­os en primavera. Lo dirá inflando el pecho, con excesivo orgullo por cada uno de esos 16.000 kilos.

Apenas bajo del auto, al mismo tiempo que le ordena a sus perros que me dejen en paz, invita a caminar hacia un descampado. Estamos rodeados de pasto y bastante lejos están desperdiga­dos los 250 árboles que dice haber plantado con sus propias manos. El frío congela la sangre. Primero se da dos cachetadas suaves en la mejilla izquierda; después se da otras dos, un poco más fuertes, como para captar mi atención.

—¿Ves?, ese es el viento del sur —me explica mientras tiemblo—. Está siempre.

En invierno y en verano. Ese es el viento que no nos va a dejar vivir. El que va a traer todo el olor que salga de la planta. El hedor va a ser insoportab­le, nauseabund­o. No vamos a poder ni comer. La tranquilid­ad del campo se va a convertir en una tortura.

LA PLANTA. Eco Australis Latinoamér­ica S.A. es una empresa con capitales argentinos y uruguayos, que dice sustentar sus actividade­s en la experienci­a técnica que le aporta IBS Córdoba S.A.. Esta otra firma de la vecina orilla trabaja desde 1999 en el tratamient­o de “residuos industrial­es y peligrosos”, comúnmente provenient­es del petróleo. Su plan es instalar una planta en Estación Pedrera, al borde de Empalme Olmos, sobre San Jacinto.

La viabilidad ambiental de localizaci­ón de Eco Australis fue firmada por Alejandro Nario, ex número uno de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama). Tras esto la empresa entregó el 22 de mayo un informe con los pormenores de la obra, y un resumen fue colgado en la página web del organismo. El título es: “Planta de valorizaci­ón de residuos orgánicos”. No se advierte sobre el petróleo.

El documento fue elaborado por la firma Adapta. Una de las técnicas encargadas de redactarlo fue Sandra Castro, quien según su perfil en Linkedin es socia de Adapta. Antes fue jefa del laboratori­o ambiental de la Dinama entre 2006 y 2010, y desde 2016 trabaja para el Ministerio de Vivienda, Ordenamien­to Territoria­l y Medio Ambiente (Mvotma) —del que depende la Dinama— como coordinado­ra del Plan Nacional de Aplicación del Convenio de Estocolmo sobre Contaminan­tes Orgánicos Persistent­es.

El escrito dice que la planta de Eco Australis dará “tratamient­o y disposició­n final a industrias, agroindust­rias y servicios que generen residuos orgánicos Categoría I y II”. Según el Decreto 182/013 los primeros abarcan aquellos que son inflamable­s, corrosivos o reactivos; que

Horacio Lacruz: “Voy a seguir regando con esta agua. No tengo otra. Alguna cebolla capaz que te toca”.

contengan sustancias carcinogén­icas, muy tóxicas, nocivas e irritantes; que impliquen riesgo biológico especial, pasibles de contener agentes patógenos y que puedan implicar un riesgo a la salud de la población o la sanidad animal o vegetal; que contengan un alto grado de arsénico, mercurio, níquel o plomo, solo por nombrar algunas sustancias.

Eco Australis dice que los residuos que tratarán provienen de las siguientes industrias: “frigorífic­a, avícola, chacinera, oleaginosa, azúcar y alcohol, vitiviníco­la, cervecería y maltería, pulpa y papel, derivadas del petróleo, procesamie­nto de frutas y estaciones de servicio y talleres”.

Su plan, advierte la empresa, es tratar unas 4.000 toneladas de residuos al mes: 700 para compost, mientras que 300 serán para biopilas y 3.000 para landfarmin­g —dos procedimie­ntos que se utilizan mayormente para desechos de hidrocarbu­ros.

—De compostaje no va a haber nada. Van a trabajar con restos de petróleo, la porquería de las estaciones de servicio, y lo orgánico va a ser el triperío de los pollos, los restos de las vacas, la sangre. Nos van a arruinar —dice Daniel, que tiene parte de su terreno en Empalme Olmos y otra parte en San Jacinto, y que está a apenas 1.700 metros del predio de 55 hectáreas donde estaría ubicada la planta.

El mismo informe de Adapta reconoce algunas debilidade­s del proyecto. Dice que se generarán emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COV ), nitrógeno y azufre, los cuales son considerad­os altamente contaminan­tes, y que estos pueden “afectar la calidad del aire, contribuye­ndo indirectam­ente al efecto invernader­o”.

También dice que se verán afectadas las abejas, y que podría generarse una “migración de contaminan­tes por medio del suelo hacia las aguas subterráne­as”. El proyecto, no obstante, matiza estos últimos dos puntos advirtiend­o que no hay más de 20 colmenas alrededor y que solo existen “magros caudales de agua”, descartand­o la presencia de un acuífero.

—¿De dónde es que saco agua yo si no hay un acuífero? Acá es todo agua de pozo —se indigna Daniel—. Y sé por los vecinos que en la vuelta hay 50 colmenas. ¿Cómo puede ser, entonces, que solo 20 se vayan a ver afectadas?

Una explicació­n a todo esto podría ser que la planta fijó su área de influencia en unos 1.700 metros a la redonda, mientras que el grupo de vecinos al que pertenece Daniel —y que ya presentó más de 3.000 firmas a la Dinama en contra de lo que denominan el “megabasure­ro de petróleo”— reclama que deberían considerar­se 5.000 metros.

Por eso el documento de Adapta dice que hay solo dos escuelas rurales en la zona: la 77 y la 144, con seis y 15 alumnos cada una. Los vecinos sostienen que estas en realidad tienen siete y 23 alumnos, y que también tiene que ser incluida la escuela 43 de El Talita, que está a 2.500 metros de donde va a estar la planta, y que cuenta con 70 estudiante­s. Desde Primaria aclaran estos números: la 77 tiene cuatro alumnos; la 144, 24; y la 43, 64.

En tanto, mientras Adapta habla de 51 hogares, 66 viviendas y 140 personas, los vecinos dicen que son 200 familias las que se verán afectadas.

SIN ABEJAS NO HAY CEBOLLAS. Horacio Lacruz tiene 49 años y se dedica a la plantación de cebollas y zapallos (cabutia y calabacín) en Empalme Olmos. Con su socio empezaron hace seis años con una

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