Decenas de lugares deciden si abren o no en vacaciones
Decenas de establecimientos analizan si abrir o no en las vacaciones de invierno. Es que el turista interno no mueve la aguja, pero podría ayudar a empatar. El sector agradece al gobierno los apoyos recibidos, aunque asegura que son insuficientes y le exi
PEn estos días, decenas de establecimientos turísticos deciden si abrirán o no durante las próximas vacaciones de invierno. La Cámara Uruguaya de Turismo estima que aproximadamente el 20% de la oferta estará disponible. Las expectativas varían de acuerdo al destino, pero la mayoría de los operadores reconocen que con suerte la “quijotada” de reactivar al sector servirá “para empatar” los costos fijos. Algunos plantean que retornar a la actividad es una cuestión de responsabilidad para evitar que “el destino se caiga” y los balnearios se conviertan en fantasmas. Pero, a pesar de que el turismo interno no mueva la aguja, si prospera podría significar un empuje del consumo y generar la reincorporación de mano de obra. Para motivar a que los uruguayos salgan, las distintas gremiales le exigen al gobierno más medidas estimulantes y una reacción rápida.
Se trata de poner el pecho a las balas. Las próximas dos semanas de vacaciones de invierno son una brisa de aire fresco para el agonizante sector turístico, pero la mayoría de los operadores creen que, aún en el mejor escenario, no representarán algo parecido a una salvación. Los más pesimistas —o realistas— proyectan que con suerte servirán “para empatar los gastos fijos del mes”.
Por eso, en estos días, decenas de establecimientos evalúan si abrir o no. Están a la espera de que el gobierno apruebe algunas medidas de estímulo para el turismo interno; de que los ciudadanos den un indicio firme de que prevén moverse; o analizando si les cierra la ecuación de comprometerse con un estricto protocolo de habilitación, considerando la ocupación que podrían concretar y el costo que les conllevaría abrir.
Para entender este comportamiento dubitativo, hay que retroceder en el tiempo y ver más atrás del impacto tremendo de la pandemia. Gerardo Pernigotti, presidente de la Asociación Turística de Colonia, lo explica así: “No es que nos caímos de arriba, ya veníamos sufriendo una merma en el trabajo”. Este declive tiene que ver con nuestra dependencia de los turistas argentinos (63% de la afluencia anual) y de los brasileños (17%).
Primero, la devaluación argentina de 2018 nos dejó “totalmente afuera del mercado”; luego le siguió otra, un año más tarde, a la que se le agregó una batería de impuestos desestimulantes para el turismo en el exterior. También Brasil tuvo dificultades políticas, económicas y cambiarias. Como resultado, la Cámara Uruguaya de Turismo (Camtur) estima que la actividad del sector disminuyó 25% en los últimos dos años. En Montevideo, en ese período, cerraron unos 12 hoteles que empleaban unas 500 personas.
Para ser competitivo, el sector tomó dos caminos: la hotelería redujo en el entorno del 30% las tarifas, mientras que la gastronomía no incorporó en sus precios finales la inflación (cercana al 10%).
El actual subsecretario de Turismo, Remo Monzeglio —expresidente de la Cámara de la Industria Hotelera Turística—, es crítico con la anterior gestión. “No nos dejaron un jardín de rosas, el sector se estaba deshuesando. En estas oficinas la jactancia era la cantidad de turistas, pero los operadores cuestionaban la calidad. Había 3,5 millones de turistas al año, sí, ¿a costo de quién? Porque las tarifas cada vez eran más magras”, plantea.
Pero Monzeglio hoy está del otro lado del mostrador. Le toca darles respuestas a su excolegas ante la cancelación de la zafra de Semana de Turismo y la crisis que generó el cierre de fronteras. Si bien los promotores agradecen los apoyos que lanzó el gobierno —e incluso figuras como la de Francisco Rodríguez, presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes del Uruguay, aseguran que “el efecto de las mismas es palpable”—, le reclaman que ese alivio es insuficiente y exigen una “reacción rápida y contundente antes de que sea demasiado tarde”.
TODAVÍA NO ALCANZA. Para justificar los reclamos del sector, y “la relevancia” que cree que debería dársele, Juan Martínez, presidente de Camtur, recuerda los beneficios que le ha traído al país. En los últimos años, el turismo fue el principal generador de divisas individuales, peleando este podio con la industria agrícola y ganadera. Genera ingresos por alrededor de
US$ 1.800 millones, lo que se traduce en el 8% del PBI. Es responsable del 28% de las exportaciones totales, y del 60% de las especializadas en servicios. Emplea de forma directa al 11% de la población activa: más de 110.000 personas. “Su desparrame en la economía es tan grande que se pierde”, agrega.
Tras la pandemia, durante los primeros dos meses —que coincidieron con uno de los picos más altos de demanda— el sector cerró. Si en febrero eran unos 2.500 los empleados enviados al seguro de paro, el número escaló a 26.000 en abril y superó los 35.000 en mayo pasado. Hoy se estima que el 85% del personal de las distintas ramas del sector recibe el subsidio que absorbió el Estado.
“Sin embargo, después de cuatro meses, recién la semana pasada tuvimos una medida específica; el resto fueron genéricas para todas las actividades, lo que significa que hasta ahora no nos miraron”, recrimina Martínez. Tal y como él lo ve, el gobierno no está atendiendo al turismo como le correspondería, considerando su cadena de valores, su importancia comercial y como empleador de mano de obra.
En este “período de transición”, de reapertura para promover al turismo interno, reclaman “señales contundentes”. “Lo que vamos a generar en estas vacaciones, a nivel interno, es una movilidad, que puede ser buena en cuanto al consumo, puede servir para reincorporar a algún trabajador, pero es plata de un uruguayo que pasará al bolsillo de otro uruguayo: no va a servir para generar riqueza”, advierte el directivo.
Unos días atrás, el gobierno amplió el plan especial de UTE para el sector que le permitía refinanciar el 70% de su deuda de abril a noviembre, comenzando a pagarla en cuotas desde diciembre. Ahora, UTE y OSE exonerarán el cargo fijo y la potencia contratada —en algunos casos hasta el 100%— para emprendimientos de hotelería, gastronomía, agencias de viaje e inmobiliarias (entre otras ramas).
Fuera de esta medida, las agencias de viaje y empresas de transporte terrestres se beneficiaron de una extensión del plazo para presentar las garantías de funcionamiento ante el Banco de Seguro del Estado y de una financiación de la póliza. También se prorrogó el subsidio de desempleo —que se analiza caso a caso—; se acordó una extensión de los plazos de vencimiento en el sector no financiero; se postergaron los vencimientos con el Banco República y se creó una línea de crédito con tasa de interés ajustada (en torno al 16% en pesos y 5% en dólares), con garantías del Estado y, además, en el caso de empresas unipersonales y monotributistas, se lanzó una línea sin intereses por un valor máximo de $ 12.000.
Para Monzeglio, el subsecretario de Turismo, estas medidas son sinónimo de protección: “Acá el gobierno ha dado tranquilidades”, dice y agrega: “De las pocas satisfacciones que he tenido en el cargo, es la tranquilidad de haber sido un transmisor fiel de las necesidades de un sector que conozco como nadie; el tema es que después no depende más de mí”.
Se refiere a protocolos que todavía no están aprobados y a convenios que aún no se definieron, que las gremiales piden.
En tanto, Martínez, desde Camtur, es escéptico. “No estamos teniendo resultados concretos. Hoy es tiempo de sembrar para cosechar, y si no se siembra quiere decir que la cosecha no importa. Hasta que no se abran las fronteras el sector estará bastoneando. Esto exige que tengamos que recurrir al fondo coronavirus o a un endeudamiento mayor del país para salvar la situación. Y no hay mejor inversión que esta, porque en un año se le va a devolver. De lo contrario se va a caer el sector y el impacto de la mano de obra en la calle será tremendo”.
LO QUE FALTA. Piden créditos blandos, “pero blandos de verdad”. Días atrás, en entrevista con la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Camtur presentó un presupuesto de la liquidez que requiere el sector para sobrevivir: la estimación fue de US$ 20 millones. “Es una cifra ridícula, porque lo que la mayoría no visualiza es que el 80% de estas empresas son pequeñas y familiares. Estamos hablando de un apoyo del 1% de lo que le da el sector al país”, plantea Martínez.
Esta petición es apoyada enérgicamente por la Asociación Uruguaya de Agencias de Viajes. Su presidente, Carlos Pera, calcula que mantener las empresas “en estado vegetativo” —es decir, asumiendo el Estado el costo de los trabajadores en seguro de paro y con las exoneraciones mencionadas de UTE y OSE— conlleva un gasto de entre US$ 2 y US$ 2.5 millones mensuales. Por eso él pide que se declare la emergencia turística. Advierte: “Si acá no viene una ayuda en