Con olor a naftalina
No hay dudas de que al ciudadano uruguayo le cuesta encarar el cambio. Parece abrazado a aquello de que “más vale malo conocido que bueno por conocer” y tiende a resignarse a una mediocridad intrascendente antes que apostar a mejores horizontes. Pero, todo tiene límites, y cuando se sobrepasan, ese ciudadano opta por arriesgarse y va por el cambio.
Ocurrió en el 2004 cuando la crisis económica catapultó al Frente Amplio al gobierno y terminó con la era de los partidos fundacionales. Y se repitió en octubre-noviembre pasado cuando Luis Lacalle Pou, encabezando una coalición republicana puso fin a 15 años de frenteamplismo en el poder. Se habían encendido todas las alarmas por los números catastróficos de la economía nacional, sumados principalmente a un inaguantable panorama de inseguridad ciudadana que iba camino a la eternidad en el infierno. Al momento de votar, el pueblo dijo “basta” y optó por el cambio.
Bastaron cuatro meses de Lacalle Pou presidente, piloteando un desconocido panorama de pandemia con inteligencia, respeto a la libertad, transparencia y firmeza para comprobar que ese cambio había sido un formidable acierto y que nuestro país se ubicara como ejemplo del mundo.
Pero, además hubo más, valga la redundancia: mientras peleaba contra el virus sentaba a través de la Ley de Urgente Consideración las bases para mejorar la situación de la sociedad uruguaya en todos sus aspectos. Hoy, el respaldo del pueblo al novel Presidente es enormemente mayoritario e indiscutido.
Treinta años lleva el Frente Amplio manejando a su antojo la Intendencia Municipal de Montevideo. Sus ciudadanos aguantaron y fueron sumisos a cualquier cosa, hasta a una “heladera” comunista. Pero parece que ya están saturados. La obsoleta mediocridad es aplastante y por la vía de repetir lo mismo nunca se logrará cambiar y mejorar.
Por si había dudas, ahí están los números del último balance de la IMM que vuelven a provocar escalofríos: la Intendencia en 2019 recaudó gracias a sus gravámenes, tasas e impuestos 685 millones de dólares, lo que significa, ni más ni menos, que US$ 1.876.712 por día, de lunes a domingo y con feriados incluidos. Pero no le alcanzan; ha tenido un déficit este año de US$ 10,3 millones que elevan el déficit acumulado a una cifra superior a los US$ 63 millones y el endeudamiento comprometido para el futuro de los vecinos montevideanos es de la friolera de US$ 213,5 millones. “Un horror”, diría Frankenstein sonriente.
Quedan poco más de dos meses para las elecciones municipales. El FA va con tres candidatos, porque su interna no comulga con la unidad. Daniel Martínez en busca de un inmerecido premio consuelo tras su derrota en las presidenciales; Carolina Cosse que va por la revancha tras ser aplastada en las internas presidenciales por Martínez y luego ninguneada (borrada) como candidata a vice; y Álvaro Villar, un muy buen director del Hospital Maciel con escasa visibilidad política. Enfrente, la coalición republicana del gobierno nacional, con Laura Raffo, una economista de impecable trayectoria, como candidata.
Montevideo ha sido el gran bastión del FA. Parece inamovible, pero ha empezado a dar marcadas señales de agotamiento. La primera y más importante es que ya, desde las pasadas elecciones abandonó su prédica de un candidato único (Vázquez, Arana, Ehrlich, Olivera) por la
El Montevideo del Frente Amplio ha empezado a dar señales de agotamiento. Insiste en la política que aplicó en el gobierno nacional de aumentar el déficit y hacer crecer el endeudamiento. Y eso ya no corre.
multiplicidad: tres en los pasados comicios (Martínez, Topolansky y Virginia Cardozo del PVP)) y tres ahora, el máximo constitucional. Los pronósticos apuntan a que será un mano a mano entre Martínez y Cosse, dos que no se quieren nada (nada de nada), pero que igual van a salir juntitos y abrazados en las fotos de campaña. El FA no le teme a la hipocresía. El problema es que cualquiera de los dos es más de lo mismo o peor, porque es muy difícil cogobernar con el enemigo.
Pero además, la gente ha comenzado a entender que el cambio es una opción favorable para su calidad de vida. Que el “bueno por conocer” puede convertirse en muy bueno o excelente. El ejemplo está ahí cerquita, en la Torre Ejecutiva. Y que Montevideo, esa ciudad-departamento de playas y cerro, conocida por su suciedad, calles viejas y rotas, barrios oscuros, un pobre servicio de transporte, tránsito desorganizado y caótico, puede convertirse en una ciudad limpia, bien iluminada, con buenos servicios y que también pueda ser ejemplo en el mundo. Basta de prácticas viejas y apolilladas.
Es tiempo de pensar, pero el 27 de septiembre habrá que decidir si apostamos al cambio o seguimos con esta patética mediocridad cinco años más.