Lo externo es interno
Después de prolongadas negociaciones el martes pasado se alcanzó un acuerdo entre el Ministerio de Trabajo, el Pit-cnt y las cámaras empresariales sobre el ajuste salarial. Es un logro importante, sobre todo tomando en cuenta que, en breve plazo, la situación externa amenazará gravemente a la interna del país.
El Pit-cnt ha manifestado, no obstante, que dicho acuerdo es “globalmente insuficiente” porque no mantiene “el poder de compra del salario real de los trabajadores” (El País, martes 7 de julio). La política habitual del Pit-cnt , lo que han considerado como su misión y su obligación, ha sido la defensa de la posición de los trabajadores y que de los otros aspectos del problema se ocupen otros. El tema del salario es complejo, intervienen en él muchos factores, encasillarse en uno solo lleva a lo que el eximio y recordado dirigente sindical Héctor Rodríguez llamaba “la utopía rutinaria” en un libro así titulado. Es el reclamo, el paro, la huelga, sin tomar en cuenta la situación de la empresa o la situación del país.
Esa estrechez de enfoque, interpretado como máxima virtud, ha colocado a los sindicatos al fondo de la tabla de estima y confiabilidad en la población en las encuestas. Por la otra punta también resulta necesario señalar que las Cámaras Empresariales, que también refunfuñaron con el acuerdo, no son organizaciones de beneficencia o tímidos en emplear el poder cuando de él disponen.
Sucede que, tanto en Argentina como en Brasil, graves errores previos en el manejo económico, sumados al golpe del coronavirus, han producido un incremento sustancial en los índices de pobreza. Eso, referido al punto en consideración, lleva a que en esos países el valor del trabajo (salario) esté bajo y en vías de desplomarse del todo. Hundido en la pobreza el trabajador acepta cualquier salario. Consecuencia de ello la producción en esos países será cada vez más barata con dos resultados para el Uruguay. El primero: una invitación irresistible al contrabando. Dos: la competencia de sus productos volcados a precios irrisorios al mercado internacional a precios donde nosotros competimos (carne, granos, turismo, etc.) nos dejará fuera de precio. Sumado a eso, la pobreza interna de esos países hará que, por falta de dinero, mucha producción destinada al mercado interno no encuentre allí comprador y buscará salida a cualquier precio en los mercados cercanos (nosotros).
Lo externo que nos rodea se volverá un gran problema interno para el Uruguay a corto plazo.
El Uruguay no tiene forma de intervenir en lo que está pasando en sus vecinos, tan cerca, tan grandes y tan mal manejados. Por consiguiente lo más probable es que, en un futuro próximo, no será posible “mantener el poder de compra,” ni de los salarios, ni de las empresas, ni de nadie. Y, sobre todo, no podrá subsistir el enfoque de: yo me ocupo de defender lo mío y de lo demás que se ocupe otro. El otro no es el Estado porque, en definitiva y a la larga, el Estado somos todos.
Lo externo que nos rodea se volverá un gran problema interno para el Uruguay a corto plazo. La manera de encararlo obliga a un aprendizaje del cual el primer capítulo, solo el primero, ha sido el acuerdo del martes pasado. Pero se ha abierto un camino. En estos meses de pandemia el Uruguay ha tenido que hacer cosas nuevas e inesperadas y ha mostrado (en primer lugar a sí mismo) que tiene —o va adquiriendo— la flexibilidad necesaria.