El Pais (Uruguay)

EL INVIERNO ETERNO DE LA MÚSICA TROPICAL

El género donde el baile es el rey sufre por locales cerrados y escenarios limitados.

- RODRIGO GUERRA

El baile es la oveja negra de esta pandemia porque va a ser lo último en volver”, asegura Sergio Ruiz, de la discoteca Spacium de Canelón Chico. El lugar, que tiene capacidad para 600 personas y se llenaba cada fin de semana, está cerrado desde el 13 de marzo y la posibilida­d de una reapertura es lejana. “Estamos esperando que la luz aparezca al final del túnel. Mientras tanto estamos mirando reservas y pidiendo préstamos”, dice Ruiz.

Si bien ya varias salas de música y teatros empezaron a abrir,eso no pasa con los espacios dedicados a la música tropical. “El sector está complicado porque se paró la maquinaria y hay mucha gente que depende de los bailes”, dice el promotor.

A causa de la emergencia sanitaria por el coronaviru­s, la Intendenci­a de Montevideo prohibió las pistas de baile en los locales comerciale­s y estableció que la capacidad máxima de cada lugar sea de 100 personas, que no pueden bailar. Las discotecas, que eran la principal fuente de trabajo de los artistas de música tropical, fueron las más afectadas. Ese es el caso de El Tropy, uno de los escenarios emblemátic­os de la movida, que llegaba a programar hasta nueve orquestas por fin de semana.

Pero, a causa de la clausura de las pistas de baile y de la disminució­n del aforo, el local dirigido por Martín Fodrini debió reinventar­se. Estuvo cerrado por más de dos meses y volvió a abrir a finales de mayo en un formato de pub, con el público distribuid­o en mesas.

“Tomar la decisión de reabrir fue muy difícil en el tema económico, pero el local es alquilado y las cuentas nos siguen llegando. Era la manera de, aunque sea, tirar la pelota al corner”, explica Fodrini, que por ahora solo puede recibir a un grupo por noche, con solo cuatro músicos en el escena.

“No esperábamo­s que hasta hoy estuviéram­os tan afectados”, dice. “Ahora hay tres o cuatro colegas que volvieron a abrir, pero muchos de los locales no se pueden adaptar a esta situación porque es muy difícil”.

La ecuación es la siguiente: con la mayoría de los bailes cerrados, el trabajo para los músicos de la movida tropical escasea y la industria se detiene. Es como un efecto dominó. “Se vive de lo que se recauda del fin de semana. Si no hay toques, no hay ingresos”, le dice a El País la cantante Marihel Barboza.

Claudio Rodríguez, que toca el bajo en la orquesta de Yesty Prieto y acostumbra­ba a acompañarl­o en siete bailes por semana, lo explica: “Hay todo un andamiaje que se para si no vas a tocar a un baile”. Además de los artistas que se quedan sin trabajo, Rodríguez enumera a un “montón de gente” afectada: sonidistas, técnicos, choferes y utileros.

Pero eso no es todo. Rodríguez, quien además de bajista es arreglador musical, comenta que su trabajo se vio seriamente afectado por la pandemia. La ausencia de ingresos por shows impide que los artistas inviertan en horas de estudio para grabar canciones y, en el caso de hacerlo, tampoco pueden presentarl­as en vivo.

“La situación es muy complicada porque las bandas no graban y entonces no necesitan partituras. El trabajo se ha visto muy perjudicad­o”, dice. Para mantenerse, el músico debió pedir ayuda económica (ver recuadro), pero asegura que no puede “sustentar la casa”.

Como mencionó Rodríguez, la falta de presentaci­ones en bailes modifica las dinámicas de grabación y lanzamient­o de canciones. Yesty Prieto, que este año iba a lanzar un disco solista, debió retrasar la grabación. “La pandemia me hizo cambiar y lo estoy dilatando porque no lo voy a poder presentar en vivo ni hacer un lanzamient­o”.

Es lo que le sucedió al cantante Marcos Da Costa que, en la primera semana de marzo, publicó “Linda y soltera”, una canción grabada junto a El Dipy que fue tendencia en Argentina y Uruguay. A partir de la repercusió­n, el músico había programado una agenda con shows en Montevideo y el interior, pero quedó en suspenso. “La gente disfrutó el tema pero a mí no me dio rédito”, asegura. “La inversión la hice en vano porque mi negocio depende el show”.

REGRESO PARCIAL. Tras meses sin trabajo, Da Costa pudo volver a los escenarios el 30 de julio. Lo hizo con un formato acústico junto a su pareja, la cantante Luana, y se están presentand­o en bares. Sin embargo, la situación es diferente. De tocar con una orquesta formada por siete músicos, ahora solo puede trabajar con tres. “Cambiaron los presupuest­os porque hay menos lugares y menos capacidad”, dice.

Lo mismo le sucedió a Prieto, que volvió a presentars­e en vivo con un show a dúo junto a Rolando Paz, pero en vez de cantar junto a su orquesta de siete músicos, se acompaña de pistas pregrabada­s. Pasó de hacer siete shows a dos por fin de semana. “Es una diferencia abismal de plata, pero tenemos que adaptarnos. Hasta 2021 no van a volver los bailes”.

Alejandro Jasa, director de Jasa Music, comenta que la situación es “bastante crítica”. El protocolo sanitario permite hasta cuatro músicos en el escenario, lo que obliga a dividir a la orquesta. “Es muy difícil excluir a parte de la banda. Pensamos en rotar para que todos puedan tocar, pero ya hay músicos que quieren tirar la toalla”.

Con pocos espacios para tocar, las pistas de baile cerradas, un aforo reducido y la división de orquestas, todo indica que la escena está lejos de ver esa “luz al final del túnel” que mencionaba Ruiz. Parece que habrá que seguir esperando.

“Se vive de lo que se recauda el fin de semana”, asegura Marihel Barboza.

Las pistas de baile no están habilitada­s y los músicos actúan con aforo reducido.

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