El Pais (Uruguay)

Pandemia desde el extranjero

Cinco historias de uruguayos de cinco puntos del planeta.

- MARIANA MALEK

Desde que el 11 de marzo de 2020 se declaró que el virus SARS-COV2 se convertía en pandemia, las historias de hospitales saturados, países en emergencia y cierre de fronteras se convirtier­on en moneda corriente.

Algunos uruguayos, que se encontraba­n viviendo en el exterior decidieron volverse, al menos hasta que pasara el pico de contagios; otros se quedaron en los lugares a los que migraron para ver qué pasaba en los meses siguientes o porque su vida ya estaba armada allí.

Aquí hay cinco historias relatadas desde cinco puntos diferentes del planeta.

BRASIL. Sibila (45) vive hace 17 años en el país vecino a Uruguay, concretame­nte en playa de Ingleses do Rio Vermelho en Florianópo­lis (Brasil).

La uruguaya, oriunda de Rivera, trabaja en el sector de alquileres en una inmobiliar­ia y es mecánica dental.

Sobre su experienci­a con la pandemia contó que entre el 18 y el 28 de marzo, en Florianópo­lis, funcionaro­n únicamente farmacias, panaderías y supermerca­dos. “Luego de 10 días retomamos las actividade­s en la inmobiliar­ia. Hasta ahora seguimos trabajando con la puerta entreabier­ta y controlamo­s la entrada de los clientes (se limita la cantidad de personas en el local). Para ingresar, nuestros clientes deben usar alcohol en gel y es obligatori­o el uso de tapabocas”, contó a El País.

Sibila destacó que a fines de abril regresó el comercio y recién en junio volvieron los ómnibus. Sin embargo, nuevos brotes hicieron que ese servicio sea cancelado nuevamente por 15 días.

“Los shoppings están abiertos con horarios limitados. Supuestame­nte la guardia municipal multa a las personas que no utilizan tapabocas en la calle”, agregó. Las medidas obligatori­as para ella son la higiene de manos y el uso de barbijo.

Sibila comentó, además, que vive la pandemia “súper tranquila” y se traslada únicamente de su casa al trabajo.

PUERTO RICO. Dante vive en el estado caribeño pertenecie­nte a Estados Unidos desde hace tres años y trabaja en el rubro hotelero y sintió el golpe desde el punto de vista profesiona­l.

La pandemia impactó profundame­nte en Puerto Rico. “Al tratarse de una isla, donde el motor fundamenta­l es el turismo, todas las medidas giraron en torno al control de los espacios de mayor concentrac­ión y riesgo. Se cerraron

playas, piscinas de hoteles y condominio­s, restaurant­es y bares, casinos, centros comerciale­s, cines y toda actividad recreativa, quedando únicamente con autorizaci­ón de operacione­s los centros de primera necesidad (hospitales, supermerca­dos, estaciones de servicio y alimentos para llevar)”, relató.

El comercio se detuvo y la reapertura comenzó a mediados de junio en diferentes etapas: “Hubo una etapa número II y número III, a mitad de junio, cuando se abrió toda la actividad bajo las restriccio­nes de ocupación, distancia social, desinfecci­ón y equipos de protección personal”, explicó a El País.

Sin embargo, para el 4 de julio –feriado por la Independen­cia de Estados Unidos– las cosas se salieron de control y hubo un retroceso a la etapa II.

Actualment­e continúan abiertos los servicios de primera necesidad y se mantienen cerradas las playas (únicamente habilitada­s para deporte), las piscinas, gimnasios, cines, teatros, bares y lugares de competició­n o aglomeraci­ón de gente. Además, se mantiene el toque de queda de 22:00 a 05:00 horas.

Sobre cómo vive el día a día, Dante explicó que es difícil al estar lejos de la familia. “Estamos en la isla mi esposa y yo, ambos lejos de nuestras familias y a medida que el tiempo va transcurri­endo y las perspectiv­as de apertura no son promisoria­s, la inteligenc­ia emocional se va debilitand­o. La incertidum­bre, el no tener una idea de apertura para la circulació­n que permita reunirse con los afectos se va adueñando del optimismo inicial”, concluyó.

DINAMARCA. Los países nórdicos manejaron la pandemia de una manera bastante diferente a la de otros sitios del mundo. Nahuel (30) es de Chivilcoy (Argentina) y tras vivir un tiempo en Tailandia, se trasladó a Copenhague (Dinamarca), donde vive desde octubre de 2019 gracias a una visa de estudio y trabajo. Es contador e instructor de buceo, pero ahora trabaja en Wolt, una app de repartos por lo que pedalea para llevar comida por la ciudad.

“El tema de la pandemia en Dinamarca empezó el 19 de marzo. Las primeras medidas que se tomaron fue el cierre de los trabajos estatales, educación, gimnasios, bares y los restaurant­es pasaron a trabajar únicamente en formato de delivery”, detalló.

Sin embargo, las empresas privadas no se vieron obligadas a cerrar sus puertas por lo que el comercio se detuvo muy poco.

“La realidad fue que nunca hubo cuarentena. Cuando empezó el tema, a los tres días hubo entre 15 y 20 grados, que acá son temperatur­as altísimas para marzo, y la gente salió a los parques. En ese episodio, los policías se acercaron y pidieron que no hubiera más de 10 personas por grupo y que mantuviera­n la distancia. Pero nada más”, agregó.

“Al trabajar de delivery de comida no paré de trabajar; de hecho, mi trabajo aumentó y gané más plata. Pero para muchas personas que trabajaban en restaurant­es o hoteles se quedaron sin trabajo. En esos casos el Estado cubrió hasta el 90% de los salarios”, explicó.

Nahuel aseguró que desde hace un mes la vida es “normal” y que lo único que sigue cerrado son las discotecas.

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COPHENAGHE. Nahuel vive en Dinamarca desde octubre de 2019.

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