El Pais (Uruguay)

Zumarán verde

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Ala salida del velorio de Alberto Zumarán, el presidente del Frente Amplio (FA) declaró: “yo recuerdo mucho al Zumarán del voto verde, al Zumarán de la lucha contra la impunidad”.

El recuerdo de Miranda no condice con los hechos históricos. Zumarán fue mano derecha de Wilson Ferreira. Cuando en diciembre de 1986 se redacta y vota en el Parlamento la ley de caducidad, apoya esa iniciativa; y cuando, muerto ya Ferreira en marzo de 1988, se llama a referéndum sobre esa ley en abril de 1989, Zumarán vota amarillo, es decir, vota por mantener vigente la ley.

Además, la impunidad a la que refiere Miranda no es una consecuenc­ia política de la ley de caducidad, sino del pacto del Club Naval de agosto de 1984 en el que participó activament­e el FA.

La anécdota de Miranda es menor, pero encierra la esencia del FA, hecha de mentiras históricas y de pretendida superiorid­ad moral. Podrá discrepars­e con la salida pactada de 1984, pero lo que no cabe duda es que ella implicaba una amnistía para los militares que, por cierto, los coherentes colorados sostuviero­n luego. Pero el relato zurdo omite el Club Naval y hace hincapié en que los buenos votaron verde. Así Miranda, tras su mascarilla, escupe cinismo. Con su sempiterna (y ahora escondida) sonrisa de yerno meritorio, se pasea en su burbuja moral, felizmente convencido de siempre haber defendido los derechos humanos y batallado contra la impunidad.

Segurament­e se pueda entender la indignidad con la que sobreviven tantos jóvenes izquierdis­tas de los ochenta, que son los señores Miranda de ahora: aceptaron el Club

Naval sin que se les moviera un pelo de su seregnista bigote político, para luego, como plañideras sufrientes, hipar por la impunidad militar. Es que sus padres no fueron muy diferentes en los sesenta, cuando aplaudían al dictador Fidel y a la vez decían estar creando el hombre nuevo; ni fueron mejores sus abuelos, que recitaban poemas idolatrand­o al tirano Stalin mientras disimulaba­n el pacto Ribbentrop- Molotov.

El problema es que la fábula capaz de situar a Zumarán tras el voto verde es fiel reflejo de la esencia de un relato hecho de un variado conjunto de sandeces y mentiras, que es el que hace décadas moldea el sentido común ciudadano del país. Ese relato, empero, fue el sustrato identitari­o gracias al cual el FA se mantuvo en el poder por 15 años, y es el que le permite acumular fuerzas culturales y electorale­s.

Sin embargo, el cambio político de 2019 abrió un nuevo tiempo. Por un lado, hay una gran oportunida­d para desbaratar la mitología frenteampl­ista, y que la educación cívica de las nuevas generacion­es deje de estar contaminad­a por las mentiras zurdas ampliament­e diseminada­s en estos años. Por otro lado, la presión estalinist­a en el mundo de la cultura ya no tiene tanta fuerza: la gente no izquierdis­ta empieza a hacer oír su voz; y las tonterías de Miranda, como las bobadas de Michelini o las necedades de Sendic, que antes casi nadie se animaba a decir que eran puras majaderías, ahora quedan expuestas sin ningún rubor.

La exigencia de una calidad ciudadana que respete la dignidad de los hechos históricos es una buena cosa para el país. Un talante libre que se ría con ganas de las numerosas sandeces de Miranda, solo puede ser sano para la democracia.

El relato zurdo omite el Club Naval y hace hincapié en que los buenos votaron verde.

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