El Pais (Uruguay)

Uruguayos contribuye­n a sobrevivir a un apocalipsi­s

Software es almacenado en bóveda ártica para el futuro

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Al norte de Noruega, hay una cueva secreta llena de semillas para ser utilizadas en caso de que la guerra nuclear o un arma biológica destruyan todos nuestros cultivos naturales. Desde julio, esa bóveda preserva también bases de datos por si ocurre un diferente “fin del mundo”. Y, para la sobreviven­cia al posible apocalipsi­s, se ha elegido el trabajo de muchos informátic­os y científico­s uruguayos.

Álvaro Videla, Santiago Pastorino, Gabriela Mathieu y Florencia Grattarola, entre otros, han recibido la distinción de ser “Arctic Code Vault Contributo­r” o colaborado­r de la Bóveda del Código Ártico. Su trabajo es almacenado en un archivo que crearon Microsoft y Github (la plataforma de código abierto más grande del mundo) para las generacion­es futuras. Ahí mismo se conservan materiales históricos y culturales de varios países, el código de Linux y Android y hasta la receta de la salsa secreta de Mcdonald’s.

“Me parece genial la idea que dentro de miles de años se pueda acceder al trabajo de hoy. A nivel de software muchas veces quise saber cómo eran determinad­os sistemas de antes y no siempre es posible o tan sencillo acceder a esa informació­n”, dijo Pastorino, cofundador de Wywworks, que participó activament­e en dos proyectos resguardad­os en la bóveda.

La bióloga Florencia Grattarola, coordinado­ra de Biodiversi­data, así contestó sobre su inclusión en la iniciativa: “Un granito desde Uruguay suena lindo”.

El 8 de julio se guardaron 21 terabytes de repositori­os activos de código abierto en una instalació­n a 250 metros de profundida­d en el permafrost de una montaña ártica. Todos los datos se almacenan sin conexión para que eventuales ciberdelin­cuentes no puedan manipularl­os. La bóveda está construida “a prueba de desastres”.

Convertirs­e en colaborado­r de la Bóveda del Código Ártico le produce sentimient­os encontrado­s a Álvaro Videla, coautor de Rabbitmq, un software de negociació­n de mensajes de código abierto que pasó a ser conservado bajo el permafrost. Videla ha trabajado en proyectos de gran magnitud que son o han sido usados por entidades financiera­s, grandes tecnológic­as “y hasta por la empresa que hizo El Señor de los Anillos”.

“Me parece interesant­e y quemante a la vez. Es como las tablillas cuneiforme­s de Mesopotami­a. ¿Qué se irá a pensar en 10 mil años cuando se analice ese código? O si, en general, se lo ve en forma demográfic­a; deben haber más hombres que mujeres; más software de Unión Europea y Estados Unidos que el resto del mundo, etc. ¿Qué conclusion­es sacará un antropólog­o en 10 mil años?”, preguntó.

Diez mil años quizás es mucho. Los datos se almacenan en una película ultradurad­era recubierta con polvo de óxido de hierro que, según la compañía que los fabrica, Piql, debería durar hasta 750 años en condicione­s normales o hasta 2.000 años si se almacena en una cueva fría, seca y con poco oxígeno. Github explicó que se agrega una “guía legible por humanos que explica cómo recuperar los datos”.

Pastorino fue más sentimenta­l:

“La idea de que dentro de muchos años puedan ver el tipo de cosas que hacíamos y que incluso algún pariente lejano pueda conocerlo me parece súper interesant­e. Si aún día eso sucede esperemos que sirva de inspiració­n”.

La firma de Pastorino como colaborado­r de la Bóveda del Código Ártico figura en dos proyectos: Rust y Ruby on Rails. El primero se trata de un lenguaje de programaci­ón de sistemas creado por Mozilla y del que el uruguayo sigue siendo miembro del equipo de contribuid­ores. “Es utilizado por las más grandes compañías como Mozilla, Google, Facebook, Amazon, Twitter y Microsoft, entre otras”, contó a El País. Ruby on Rails, por su parte, es un framework para construir aplicacion­es web. “Es la tecnología base de proyectos como Airbnb, Twitter, Soundcloud, entre otros”, apuntó.

A Gabriela Mathieu la distinción como colaborado­ra la tomó por sorpresa. Su proyecto principal es Ech, una herramient­a para procesar la Encuesta Continua de Hogares del INE en un software libre y gratuito llamado R. “Es un paquete que permite descargar los microdatos desde la página oficial para calcular variables de diferentes dimensione­s y estimar indicadore­s de una manera muy simple”, explicó.

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